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Metido en una rutina en Ciudad de México

Tras unos días de silencio, vuelvo con más aventuras. Algunas tienen que ver con el trabajo que empecé la semana pasada. Se trata de una agencia de comunicación. Hasta aquí muy bien. Lo interesante es que se trata de un tipo de trabajo muy diferente a lo que he hecho hasta ahora, puesto que casi siempre había estado en medios de comunicación. Ando perdido (siempre lo estoy en esta ciudad), pero espero ir agarrando el ritmo poco a poco.

El sábado pasado me tocó trabajar porque tenía que cubrir un acto que se llama Teletón. Se trata de recaudar dinero con el objetivo de ayudar a los más necesitados. Lo curioso del caso es que mi lugar de trabajo era el backstage, muy cerca de los camerinos. Por allí vi pasar a los presentadores y a algunos famosos que por allí desfilaron. Me pareció un mundo muy falso puesto que esta gente era capaz de estar llorando en pantalla y a los dos minutos tener la mayor de las sonrisas pasando por delante de mí.

Desde que he empezado con la rutina del trabajo, no he tenido tiempo a muchas otras cosas más. Intento aprovechar el tiempo libre para correr. Por fin pude hacerlo en el Parque de Chapultepec, aunque ya sé que tengo que evitarlo los domingos. Ese día hay numerosas personas por allí paseando y estuve más pendiente de ir esquivándolos que de correr con tranquilidad. A pesar de ello, es un lugar muy agradable, un mundo dentro del mundo del DF. Me sentí como en el parque de El Retiro de Madrid.

Escribo estas frases un 12-12-12. Dicen que ese día acaba el mundo, pero estoy pendiente de otras cosas. Por ejemplo, tengo ganas de cobrar mi primer sueldo y sentirme útil. También me apetece en estos momentos ver a mi familia, pareja y amigos. Deseo poder decir que me va bien por México. Y quiero viajar para conocer el país, aunque para eso tendré que esperar.

De lo que sí me he dado cuenta es de que los mexicanos son gente respetuosa. Sí que es cierto que son informales, de que posiblemente te estén mintiendo, pero te tratan como a un igual, sin estridencias, sin querer confrontar. Supongo que están muy acostumbrados a recibir gente de otros países y para ellos debe ser normal que ahora hayan muchísimos españoles en Ciudad de México.

Por lo demás, sigo hablando con los taxistas de lo mismo, utilizo menos el transporte público porque puedo ir andando al trabajo y me muero por comer un buen arroz. No quiero pensar que pronto vendrá la Navidad porque no voy a poder disfrutarla con mi familia. Prefiero creer que si estoy aquí y no allí es porque algo bueno me pasará. Si no es así, no pasa nada.

Por cierto, no penséis que ya tengo el permiso de trabajo. Después de presentar mis papeles como profesional independiente, Inmigración me reclamó una carta con alguna empresa con la que esté o haya estado colaborando hasta ahora para que comprueben que, efectivamente, soy periodista. Esa carta ya la he presentado y ahora tendré que esperar unas dos semanas más para saber si aceptan de una vez mi solicitud. Esperemos que sí.

Mientras tanto, sigo la actualidad española. Parece que el gobierno está más preocupado por cuestiones relacionadas con el catalán que con solucionar problemas como el paro. Para alguien como yo que se ha convertido en emigrante, lo importante es que las personas, más jóvenes o más mayores, puedan tener una oportunidad para trabajar. Lo demás es secundario. Seguiremos informando.

Una nueva vida en Ciudad de México

Tras unos días de ajetreo, vuelvo a estar con vosotros. Me he mudado a una nueva casa. Hasta aquí todo normal. Lo curioso fue que cuando llegué a la habitación no había ninguna cama. No me habían dicho que la persona que había estado anteriormente se la iba a llevar. ¡Bien! Al menos tuvieron el detalle de dejarme una colchoneta hinchable, aunque de hinchable tenía poco porque al poco tiempo se deshinchó del todo. Así fue mi primera noche.

Lo más gracioso es que al día siguiente fui a comprarme un colchón y tuve que transportarlo en el techo de un taxi porque el servicio de transporte de lugar donde lo compré no podían traerlo hasta tres días después. La imagen era la siguiente: el taxista conduciendo despacio y yo, detrás, aguantando el colchón para que no se cayera. Muy surrealista todo.

Hace dos días que empecé un trabajo. Tiene que ver con comunicación, pero es totalmente diferente a lo que he hecho hasta ahora. Nunca me han gustado los primeros días de un trabajo, porque me siento perdido, sin saber exactamente qué tengo que hacer. Desearía que esos días pasaran rápido porque no estaré tranquilo hasta que no comience a controlar la situación.

Por supuesto, la música me sigue acompañando. La primera canción que escucho cada día es Inhaler, de Foals. Es mi amuleto de la suerte o, mejor dicho, es mi motivación para levantarme y encarar el día con ánimo y fuerzas. Ahora estoy viviendo en un barrio que se llama Polanco. Allí viven muchos judíos y también gente con mucho dinero. Si tuviese que elegir, Polanco no sería uno de mis elegidos, pero puedo ir andando al trabajo y eso es un lujo en una ciudad como el DF.

A pesar de que ya estoy trabajando, todavía no tengo el FM3, esto es, el permiso de trabajo. El Instituto Nacional de Migración me mandó una carta en la que me explicaba que necesito un papel de alguna empresa con la que he trabajado o he colaborado aquí para que ellos comprueben que, efectivamente, soy periodista. Parece ser que los papeles que presenté, mi título y mi acreditación como periodista, no son suficientes. En principio, debería ser el último trámite para que me puedan dar el FM3. Una odisea.

Por cierto, a lo largo de los 3 meses que llevo en México, he aprendido muchas palabras que no conocía. De todas ellas, la que más me gusta es órale, que quiere decir de acuerdo. Otras son graciosas: híjole (no me digas), no manches (no me jodas), chingada (tiene tantas acepciones que hasta han escrito un libro con los numerosos significados que tiene)...

Hacía tiempo que no tenía una rutina de ir a un trabajo. Desgraciadamente me desacostumbré. Me va a llevar unos días seguir con el ritmo y, sobre todo, organizarme para poder correr. Desde hoy estoy más motivado para entrenar porque me han confirmado que estoy registrado oficialmente para la Maratón de Berlín de septiembre de 2013. Aunque esté en México, haré lo imposible para estar allí. De momento seguiré con mi adaptación a la altura. Estoy subiendo el número de kilómetros y, al mismo tiempo, realizo series para tratar de ir más rápido.

Desde que salí en un reportaje de El Mundo sobre el tema de la emigración a otro país, he tenido más entrevistas. El otro día aparecí en un programa de La Sexta para explicar mi historia. La idea era tratar de desmentir las afirmaciones de la Secretaria General de Emigración, Marina del Corral, que afirmó que los jóvenes se están marchando de España porque son unos aventureros. Estas declaraciones no sólo son desafortunadas, sino que deberían suponer la dimisión de esta señora. Puedo decir y digo que son muchas las personas que están emigrando y no lo hacen por placer sino por necesidad.

Sea como fuere, desde la distancia, desde mi humildad y desde mi esfuerzo, voy a tratar de dignificarme como persona y como profesional. Lo que tengo claro es que quiero volver. Espero que pueda hacerlo algún día. Seguiremos informando.


El saludo mexicano y otras historias

Llevo casi tres meses en México y todavía no he escrito nada sobre la forma de saludar en este país. Siguiendo con mi "ignorancia" cultural, cuando llegué no me informé sobre el saludo mexicano porque creía que podría ser igual que en España. Lejos de la realidad.

Lo primero que me llamó la atención, y lo sufrí en mis carnes, fue que cuando te presentan a una mujer o cuando la saludas sólo se la besa una vez. La primera ocasión que me pasó no lo sabía, así que fui a dar un segundo beso. La chica se apartó inmediatamente y yo me quedé bloqueado porque pensaba que había hecho algo mal. Pero no, sólo se trataba de que aquí sólo dan un beso y no dos.

Lo mismo ocurre cuando saludas a un chico. Por defecto siempre tiendo a dar la mano a la persona que estoy conociendo o saludando, pero aquí no sólo te la agarran sino que también te abrazan fuerte, te golpean dos o tres veces en la espalda y después te vuelven a estrechar la mano.

Cuando veo esta forma de saludo desde la distancia me da la sensación como si se fuera a acabar el mundo. La gente se abraza, se alegra por verse y yo me pregunto: ¿va a ocurrir algo grave para que ya no vuelvan a verse? En realidad es un saludo que me gusta, aunque me tengo que acostumbrar porque nunca me acuerdo y, de repente, empiezan a abrazarme y no tengo capacidad de reacción.

Esta semana he podido comprobar lo que es la periferia de Ciudad de México. Me fui a Puebla (ciudad que está a unas dos horas del DF) con el autobús. Creo que tardamos más en salir de la ciudad que en llegar al destino. ¡El DF no se acaba nunca! Casas y más casas, muchas de ellas en colinas que parecen inaccesibles, y muchos, muchos coches y camiones. Por lo general son casas bajas, con un buen número de calles mal asfaltadas y avenidas llenas de vida. Estuve a punto de preguntar a la persona que estaba sentada a mi lado si entre Ciudad de México y Puebla no había terreno sin edificar. Al final no lo necesité porque, de repente, empecé a ver árboles y tierra virgen.

Por cierto, el taxista que me tocó en Puebla fue el primero que me ha dicho que no iba a hablar porque no se encontraba bien, antes incluso de que yo le comentara cualquier cosa. Me quedé con las ganas de preguntarle por cuestiones geográficas (habitantes, lugares de interés) o por su equipo de fútbol. Lo poco que he visto de esa ciudad me ha gustado: casas bajas, un centro histórico bonito y, sobre todo, mucho menos tráfico y estrés que el DF.

Esta semana me mudo a una nueva casa. Tras ver algunas habitaciones al final me he decidido por uno que me gusta por su situación. Eso sí, ya me advirtieron que sólo estaba libre hasta marzo. Así que en tres meses tendré que volver a moverme. Mientras tanto, los mexicanos están pendientes de que llegue el día 12 de diciembre, día de Guadalupe, y por las navidades. Me han comentado que desde ese día 12 hasta después de Reyes la actividad en empresas e instituciones públicas es mucho menor y que tenga mucha paciencia (¿más todavía?). Seguiremos informando.








La Ciudad de México es muy gringa

Hasta que llegué a México nunca había tenido problemas con mi nombre. Aquí nadie lo escribe bien puesto que me lo americanizan y lo apuntan con Y al final (Tony).

La verdad es que una de las cosas que más me ha sorprendido de este país es la gran influencia gringa (estadounidense) que existe. Se puede entender fácilmente, pero es tal esa influencia que alucino en muchas cosas. Por ejemplo, el tipo de camiones que veo circular por la ciudad son como los que he visto en películas estadounidenses; también hay una gran afición a deportes como el fútbol americano o el béisbol y hay numerosos establecimientos de influencia gringa. ¡Ah! Se me olvidaba. Para despedirse, los mexicanos siempre dicen bye.

Creo, sinceramente, que uno de los males de México es que mira hacia el norte. Si mirara hacia el sur le irían mucho mejor las cosas porque se trata de un país con grandes recursos naturales y con un nivel de crecimiento muy grande.

Mientras tanto, el día a día transcurre entre búsqueda y sorpresas. Ayer, por ejemplo, fui a ver una habitación (me gustó y posiblemente me la quede) y, al volver, pasé por un bar donde estaban dando el partido del Levante-Barça (soy culé confeso). No me fijé en el tipo de bar sino en comer y ver el fútbol al mismo tiempo. Al cabo de un minuto me di cuenta de que era un bar de tapas español. Me pedí una tortilla. Mientras estaba comiendo llegaron dos parejas de españoles. Al poco rato ya estábamos hablando, primero de fútbol (un chico era de la Real Sociedad y otro señor era del Real Madrid) y después del día a día en Ciudad de México. Fue un momento maravilloso porque, sin conocerme de nada, intentaron interesarse por mi situación y por si podían ayudarme. Con esto se confirma lo que ya escribí en otro post: la gente sí que es solidaria.

Lo bueno fue que cuando salí del bar habían más españoles y empezamos a hablar. Un chico es cocinero y cuando le dije que era de Ondara empezó a reírse. Me contestó que había jugado allí a baloncesto con el equipo de su pueblo, Sax. ¡El mundo es un pañuelo! Fue una tarde de domingo interesante.

Podría decir que mi relación con los taxistas es buena. Perfectamente podría hacer un reportaje sobre sus vidas, sobre las historias que me cuentan. Pero, sobre todo, por la intención de algunos de querer engañarte. Es curioso que casi ninguno tenga cambio. ¿Por qué será? Gracias a no tenerlo a veces consiguen loque me pasó el otro día. El taxista no tenía suficiente dinero para devolverme y, como tenía prisa, le dije que por 15 pesos no pasaba nada.

El taxi también es un mundo muy particular. Hay taxis de todo tipo: desde el más sencillo y macarra hasta el más moderno. Ayer, por ejemplo, subí a uno que hacía un ruido espantoso, hasta el punto que pensé que estaba trucado. El cambio de marchas era de un coche de rallies y la estética muy ochentera. El día anterior subí a un coche que todavía olía a nuevo.

Las historias de los taxistas son fantásticas. Alguno te cuenta que es de origen español pero que nunca han ido a España. Otros te preguntan cuánto tiempo llevo aquí, y los demás te hablan de que son electricistas, carpinteros o fontaneros, pero que en su tiempo libre también son taxistas. Eso sí, cuando tienen decidido irse a casa da igual que les hagas una señal para que se paren y te puedan llevar. No paran, pasan de tí.

Y así estoy funcionando en esta ciudad. Quiero aprovechar la última semana que tendré libre antes de empezar a trabajar para intentar conocerla un poco mejor. El jueves pasado pude estar en el Centro Cultural de España. Se encuentra justo detrás de la Catedral y este año cumple 10 años. Para ello organizaron una fiesta en la que yo fui de rebote. La sensación que tenía era la de que era un mundo irreal, postizo, falso. Era un ambiente de snobismo difícil de asumir. Pero lo que más me entristeció fue la cantidad de dinero que se han gastado en el edificio y también en el cocktail. Lo primero que pensé fue en lo siguiente: hay crisis para lo que quieren.

Por último. Para variar, hablaré un poco de mis entrenamientos. Ayer, por primera vez, pude correr sin coches por los lados. Cerca de donde estoy viviendo cortaron las calles para que pasara una ruta ciclista. Aproveché para correr por allí. Ayer sí que me sentí realmente libre. Pude hacer 15 km por avenidas importantes sin tener que estar pendiente de los cruces y de los coches. Una gozada. Por cierto, esta semana tuve la suerte de poder apuntarme para la Maratón de Berlín de septiembre de 2013. Tengo que ir sí o sí. Seguiremos informando.



Un día divertido en Ciudad de México

Ayer fue un día divertido. En primer lugar porque me confirmaron que el 3 de diciembre empiezo a trabajar en una agencia de comunicación. En concreto mi función será la de aportar contenido a la marca Gatorade. Estoy contento porque empiezo a ver algo de luz.

También fue divertido porque pude comprobar, una vez más, que el metro de Ciudad de México es un mundo aparte. Me quise fijar en los numerosos vendedores que pasan de un vagón a otro. Sea lo que sea, todo vale 10 pesos (0,6 euros). Lo que me fascina es la forma que tienen para intentar vender, su tono, la rapidez con que lo dicen. Y, lo más curioso, todos acaban de la misma forma: "10 pesos le vale, 10 pesos le cuesta".

A medida que pasaban las horas, más me seguía sorprendiendo. Sin darme cuenta se hicieron las 4 de la tarde y todavía no había comido. Decidí probar suerte en un sitio que me había recomendado del centro histórico. Es la churrería más famosa del DF pero también hacen tortas (bocadillos). Pedí una de pata de cerdo sin mole y estaba muy buena. Lo interesante fue lo que ocurrió mientras me la estaba comiendo en plena calle.

Sin darme cuenta me puse al lado de un vendedor de CD's. Al principio no le presté mucha atención puesto que sólo me concentré en la torta y en la música de mi MP3. Pero, de fondo, empecé a escuchar lo que decía. Me quité los auriculares y me encontré con un espectáculo sin igual. El chico (tendría unos 30 años) hablaba sin parar, explicando qué vendía. Creo que nunca había visto a nadie hablar tan rápido y con tanta fluidez. Me quedé fascinado.

El centro histórico de Ciudad de México es muy interesante. Ya no hablo de los edificios, de la Plaza del Zócalo o del Museo de Bellas Artes. Me refiero a la cantidad y variedad de gente que circula por las calles y a los numerosos establecimientos existentes. Hay una calle que sólo tiene tiendas de deportes; en otra sólo se venden aparatos y accesorios de música; más allá hay otra calle sólo de lámparas y luces...es decir, si allí no encuentras lo que buscas es que es algo que no existe.

Y hablando de las calles, lo bueno que tiene el DF es que muchas veces conoces una colonia por los nombres de las mismas. Me explico. Cada colonia está dedicada a algo. Por ejemplo, en Polanco los nombres de las calles están dedicadas a escritores y filósofos. En una colonia que se llama Cuauhtémoc las calles son nombres de ríos famosos o, en La Condesa, aparecen nombres de ciudades mexicanas...

Hoy hace un día gris. Desde que estamos en noviembre, a primera hora de la mañana y por la noche se nota bastante fresco aunque, para mí, es un frío soportable puesto que estoy acostumbrado a Valencia y allí tenemos un frío húmedo. Aquí es seco. Para correr prefiero estos días porque hace menos calor. De momento mis entrenamientos siguen a su ritmo. A partir de ahora iré con más ganas a correr puesto que hoy me he podido apuntar para la Maratón de Berlín de septiembre de 2013. No podía dejar pasar esta oportunidad puesto que esta prueba es una de las más importantes del mundo. Intentaré preparármela lo mejor posible para tener buenas sensaciones y disfrutar de una ciudad maravillosa.

Mientras tanto, trataré de aprovechar la ciudad y sus alrededores antes del 3 de diciembre. Todavía no he podido ir a Teotihuacán y al Museo de Antropología. Prometo hacerlo antes de ese día. También seguiré sorprendiéndome por el día a día de una ciudad increíble en todos los sentidos. Me quedo con esta frase que me dijeron hace poco: "Ciudad de México es un buen sitio para practicar la paciencia". Seguiremos informando.

En resumen: la Ciudad de México es surrealista

En otro post afirmé que una de las características de los mexicanos es la informalidad. Hoy también me gustaría destacar las situaciones surrealistas que me he ido encontrando a lo largo de los días. Cuando hablo de surrealismo no lo digo en sentido negativo (que también puede serlo). Más bien se trataría de momentos que son difíciles de creer y que sólo pueden ocurrir en un país como México.

Por ejemplo, para mí es surrealista que un día un contacto me diga que dan por hecho que te van a contratar para el fomento de la lectura sin que nadie, absolutamente nadie, te haya llamado ni sepas de qué va la historia. En realidad me sorprendió gratamente, pero no deja de ser surrealista.

También me sorprende que los conductores de los peseros y autobuses continuamente estén hablando por el móvil (aquí es celular), no ya por la infracción (que también) sino por la habilidad que tienen de estar hablando mientras conducen en una ciudad anárquica desde el punto de vista del tráfico.

Y me sigue sorprendiendo que, a pesar de la anarquía reinante, Ciudad de México funciona. Podrán haber atascos, tráfico, gente, pero cada uno va a lo suyo y hay un cierto respeto. Si no fuera así, esta ciudad sería otra.

Y hablando de situaciones surrealistas. El otro día me topé con un señor que se encarga de limpiar zapatos. Me estaba observando desde hace un rato, pero yo no me di cuenta. Se acercó y me preguntó si estaba buscando algo. Le dije que no encontraba el número 6 del Paseo de la Reforma, una de las avenidas más importantes de Ciudad de México. Me hizo una sonrisa y, en vez de ayudarme, me dijo: "sus botas están un poco desgastadas, ¿quiere que se las limpie?" Antes de decirle que no (y eso que tardé 3 segundos en responder) ya me estaba limpiando la punta de una de las botas. Le insistí y al final paró. Se levantó y con una sonrisa de oreja a oreja me preguntó si era español y que si me limpiaba los zapatos sólo me cobraría 60 pesos. Al final nada, pero me resultó gracioso que al final no me pudo ayudar a encontrar el número 6 del Paseo de la Reforma.

Porque también me parece surrealista que casi nunca me puedan ayudar a encontrar una calle o que un taxista me pregunte cómo ir al lugar donde quiero ir. Entiendo que es una ciudad muy grande, pero siempre intento preguntar a personas que están en establecimientos Lo mejor de todo es que siempre contestan algo, aunque sea mentira. Me fascina. Y en el caso de los taxistas, pues no sé qué decir. En alguna ocasión he tenido que guiarles y ya os podréis imaginar la conversación si todavía no hace 3 meses que estoy en Ciudad de México.

¿Y qué puedo comentar con respecto a la numeración de las calles? Si el otro día me costó encontrar el edificio fue porque muchos de ellos no tienen numeración. En otras ocasiones caminas por la calle y, de repente, acaba la numeración y empieza otra que nada tiene que ver. Por eso, ha habido veces que he andado de arriba a abajo sin encontrar lo que buscaba.

Por otro lado, a pesar de que los peseros siempre vayan llenos, me permiten ver zonas de la ciudad que hasta ahora no conocía. Por ejemplo, ayer pasé por una parte del Bosque de Chapultepec (es muy grande) que todavía no había visto. Me dio mucha envidia sana ver a tantos y tantas corredoras por allí a las 7'30 de la mañana. Tengo que ir a correr allí algún día, pero ahora vivo lejos. Mientras tanto, me conformaré con hacerlo por las calles de la Colonia San José Insurgentes, en la zona sur.

Por cierto, el otro día conocí a un grupo de españoles que viven en el DF y alrededores. Cada uno tiene su historia particular. Es interesante conocer estas cosas y relacionarlo con tu situación. También te sirve para darte cuenta de que no estás tan sólo. Al final, buscamos un objetivo en común: poder vivir con dignidad. Seguiremos informando.

Mi primer temblor

Cuando decidí emigrar a México lo hice sin pensarlo dos veces. Tampoco me preocupé por leer sobre el país. Simplemente tomé la decisión de un día para otro.

Sí que recuerdo las imágenes del terremoto que hubo en Ciudad de México en 1985. Tenía 9 años. Mientras trato de verlas de nuevo en mi mente, analizo el temblor que hubo esta semana en el DF. Serían las 6 de la mañana. Estaba en pleno sueño cuando, de repente, noté que mi cama se movía. No le di importancia porque pensaba que formaba parte de lo que estaba soñando. Sin embargo, el temblor duraba y duraba y abrí los ojos. Efectivamente, mi cama se movía.

Fue una sensación de angustia porque era la primera vez que me encontraba en esa situación. En vez de pensar sobre qué podía hacer si el temblor continuaba, me quedé sentado en la cama con la mente en blanco. Fue un minuto muy largo.

Tras comentar con la gente que conozco si ellos habían notado el temblor, me dijeron que este año 2012 está siendo muy pesado en cuanto a movimientos sísmicos. Para los habitantes del DF es un tema de suma importancia porque el terremeto de 1985 ha marcado sus vidas para siempre.

Mientras tanto, en México ya ha llegado la Navidad. Al menos eso es lo que veo en las calles, muchas de ellas con las luces puestas. Me di cuenta de ellas mientras iba en taxi, conducido por un señor que lo hacía con un sólo brazo. El otro lo tenía escayolado. Antes de subir le pregunté si podía conducir así. Él me contestó: "Compruébelo usted mismo". Pues bien, pasó la nota porque, a pesar de conducir de manera temeraria (todos los taxistas lo hacen), me llevó al sitio sin ningún problema.

Hablando de la Navidad, no tendré la posibilidad de visitar a mi familia porque hace poco que llegué y no me puedo permitir el lujo de comprarme un billete ahora. Será una experiencia más porque es la primera vez en mi vida que pasaré estas fiestas lejos de los míos.

Por cierto, estoy escribiendo este post desde un restaurante. Otra de las cosas que me han sorprendido de México es que cada persona, cada persona que pasa por delante de mí me dice "buen provecho". Creo que la palabra "gracias" no la había utilizado tanto como ahora en este país.

Hace un tiempo os dije que aquí siempre hay gente comiendo. Es imposible saber si los mexicanos siguen una pauta a la hora de comer. Yo no he encontrado a nadie que tenga una rutina y que siempre coma a las mismas horas. Al final tú también haces lo mismo y comes a destiempo, sin criterio.

Por lo demás, mi entrenamiento sigue sin prisa pero sin pausa. Estoy cumpliendo con el planning que me ha hecho mi amigo Sergio y hay días que puedo respirar mejor y otros que me cuesta más. Hoy, por ejemplo, sólo tenía que hacer 45 minutos de carrera continua y desde el primer momento no me he encontrado nada cómodo. Además, me salía sangre por la nariz debido a la contaminación (a pesar de que hoy ha hecho un día fantástico y limpio).

La verdad es que escribo y escribo y no me doy cuenta de que mis posts son demasiado largos. En estos momentos, además de buscar una oferta buena también estoy buscando una habitación en alguna zona céntrica. He visto de todo: habitaciones buenas pero caras, habitaciones baratas pero malas y personas de todo tipo.

Y ya, por último, sólo quiero destacar que los mexicanos se siguen sorprendiendo por el impacto de la crisis en España. A pesar de ello, me siguen preguntando qué hago aquí. Sinceramente, ni yo lo sé. Tal vez formo parte de ese surrealismo que se respira en un país como México. Seguiremos informando.

Sin darme cuenta me estoy acostumbrando a las cosas

A medida que van pasando los días me estoy dando cuenta de que me estoy adaptando al ritmo de vida de Ciudad de México sin enterarme. Algunas cosas ya las hago de manera automática, como si llevara bastante tiempo aquí. Por ejemplo, cuando cojo el metrobús en Insurgentes (la avenida más larga de la ciudad) me conozco casi todas las paradas de memoria y no necesito estar tan pendiente de mira para saber dónde tengo que bajar.

Por suerte, me siguen sorprendiendo muchas acciones, muchas historias personales, muchos momentos que guardaré para siempre. La primera idea que se me aparece es la de una chica que se sentó ayer a mi lado en el metro. Pasó de hacer cara de sueño a acabar pintada y parecerse otra. Lo curioso es que entró y bajó en las mismas paradas que yo. Estuve a punto de decirle que era muy fan de ella porque en poco tiempo fue capaz de arreglarse, pintarse y acabar siendo una persona totalmente diferente. Y lo hizo con gente a los lados, con frenazos del metro y sin mucho tiempo para respirar.

Otro de los momentos importantes es cuando corro. Me explico. Últimamente estoy haciendo el mismo recorrido y siempre veo a las mismas personas. Ahora me acuerdo de un chico que está sentado mirando cómo pasan los coches e intentando que alguno de ellos entre a su establecimiento para limpiarlo. También me fijo en los señores que tienen puestos de comida y que me miran con cara extraña, o los dos hombres de edad avanzada que recogen la basura y me saludan. Creo que ya formo parte de su día a día. Me encanta. 

Por cierto, me siguen preguntando por qué escogí México. Al final no sé qué decirles y siempre contesto lo mismo: "me hablaron muy bien del país y decidí venir". En el trabajo que estoy ahora, una web llamada Sopitas.com, el tiempo transcurre de manera lenta. Son muchas horas. Es un ambiente un poco frío porque cada uno va a lo suyo y, además, soy el nuevo y nadie se atreve a hablar conmigo. Además, como sorpresa, el jefe lleva todos los días a su perro y a mí me incomoda, porque mi relación con ellos no es que sea muy buena (desde que mordió un perro les tengo pánico). El canino se pasea de un lado a otro y yo siempre tengo la alerta puesta por si acaso.

Una de las cosas que más me fascina de México es el tema del pesero (un autobús, por lo general, viej y que hace mucho ruido). Sobre todo en el momento de subirme a él o de bajarme. A pesar de que hay unas paradas específicas, tú puedes pedir que se pare estés donde estés. Y para bajar, tienes que darte prisa porque, si tardas un segundo más, no te da tiempo a hacerlo.

El transporte público del DF es muy barato como ya dije y sirve para que te diviertas, por lo menos en mi caso. Me divierte intentar mantener el equilibrio con los frenazos, observar a la gente lo que hace, los chicos y chicas que venden cosas, las caras de sueño y de seriedad, los bostezos...Y, lo más sorprendente. A pesar de la cantidad de gente que lo utiliza, todavía no he tenido la sensación de que alguien huela mal.

Y ya que me he puesto a escribir, os hablaré de lo que es un menú en México, al menos en dos bares que he estado últimamente para comer. Se compone de 3 platos: una sopa, un segundo plato que puede ser pasta o arroz, y un tercer plato que suele ser carne. Con el agua y el postre incluidos te cuesta unos 50 pesos, es decir, unos 3 euros. Más barato imposible. Hasta ahora siempre he intentado evitar algún tipo de comida mexicana porque siempre me contestan que todo pica. Pero, poco a poco, voy introduciendo algo de picante en mi dieta para ir acostumbrándome.

Por ejemplo, el sábado fui capaz de comerme dos quesadillas y dos tacos. Fue en un mercado ambulante que está cerca de donde vivo ahora. Si bien es cierto que uno de ellos picaba un poco, pude comerlo sin problemas. Lo que más me gustó fue ver cómo lo hacían, con qué rapidez. Eso sí, la tradición, según mi amigo Eduardo, es que primero pidas un agua de horchata y después ya vayas a que te hagan los tacos y las quesadillas. Y así hicimos. Seguiremos informando.











Cada desahucio es un triunfo del sistema capitalista

Quería hablar de mi primera experiencia con un terremoto pero, tras leer la prensa española, sólo tengo ganas de escribir sobre la situación dramática que están viviendo muchas familias y los casos vergonzosos de desahucios.

Lo más indignante que he leído esta mañana es que sólo en "los casos de extrema necesidad" los bancos están dispuestos a no ejecutar el desahucio. ¿Quién va a valorarlo? ¿Los bancos? ¿Qué es extrema necesidad para ellos? ¿No es extrema necesidad cualquier desahucio? 

Otra frase para enmarcar es la del Ministro de Economía, el señor Luis De Guindos. Hoy afirmó en Bruselas que "las personas de buena fe no van a ser desahuciadas". ¿Quiénes son esas personas de buena fe? ¿Usted va a decidir quién es o no persona de buena fe? ¿Quiere decir con ello que las que han sido desahuciadas son personas de mala fe? ¿Por qué no dimiten aquellos representantes políticos que dicen tonterías y barbaridades?

Tampoco me puedo olvidar de partidos políticos como el PP y el PSOE que no han querido solucionar el problema y que sólo han empezado a actuar cuando la sociedad, la calle ha hablado y se ha manifestado. Sinceramente, ese tipo de políticos no sirven, no nos interesan, no nos representan.

¿Qué queremos de un político? En mi caso quiero un político que se avance a los hechos, no que actú a posteriori. Quiero políticos que gobiernen pensando en los ciudadanos y no en sus intereses personales, que piensen en las necesidades de la sociedad y no en buscar un objetivo económico concreto. Quiero políticos que no estén a merced de las grandes fortunas y del sistema económico y financiero. ¿Tan difícil es entenderlo?

Entiendo que la ignorancia se combate viajando y la incompetencia experimentando. En el caso de muchos políticos esa incompetencia tiene una fácil solución: antes de ser político tienes que haber experimentado qué es el día a día. Muchos de ellos sólo se han dedicado a la política y no saben hacer otra cosa.

Muchas veces me han llamado iluso porque defiendo ideas que, según algunos, son inviables. Por ejemplo, me reafirmo en que los ciudadanos sí que somos capaces de cambiar las cosas. Falta que nos lo creamos. También considero que no hay que tener miedo para decir lo que uno piensa porque, si no lo hacemos, estamos contribuyendo al miedo, al temor, a renunciar a tí como persona. Y, por supuesto, creo que la política tiene que ser entendida como un servicio al pueblo y que las grandes decisiones tienen que ser consultadas.

Por cierto, ¿en qué sociedad vivimos? La respuesta mi sencilla. Aquella que tiene un sistema que castiga a los que no pagan una hipoteca por no tener un trabajo, pero es favorable al político que ha despilfarrado, que ha gastado el dinero público en cosas que no han servido para nada, o es favorable a un sistema bancario cruel y terrorista.





Sorpresas te da la vida

Hasta ahora he hablado de las cosas habituales que me encuentro por las calles de Ciudad de México. Esta semana también he podido experimentar algunas peculiaridades en relación a la forma de trabajar de los mexicanos.

He empezado a colaborar en una web que se llama sopitas.com. En ella se escribe sobre política, música, deportes, espectáculos...Sabía que los sueldos en México son más bajos, pero no podía hacerme una idea de la cantidad de horas que se hacen para ganar menos que lo mínimo.

Lo curioso es que la gente lo ve como algo normal. El primer día pude comprobar que soy un bicho raro o, mejor dicho, una persona demasiado seria para ellos. Me explico. A partir de las 5 de la tarde empezaron a venir compañeros y compañeras a saludarme de manera efusiva, dando la mano en plan colega o besándome, porque se marchaban. No lo entendía. Hasta ese momento nadie me los había presentado y no sabía ni en qué sección estaban. Lo bueno es que esas mismas personas empezaron a hacer lo mismo con todos y luego se largaron. Cuando pregunté si eso era lo habitual me dijeron que sí.

Llevo tres días en la redacción y todavía no he hecho lo mismo porque no me nace hacerlo. No acabo de entender que tenga que ir de un lado a otro del departamento para saludar a alguien que ni siquiera sé cómo se llama. Prefiero hacer lo de siempre, decir adiós y hasta mañana.

Por otro lado, para los mexicanos, el jueves y el viernes es especial en el trabajo. En el caso que nos ocupa, en esta empresa se compran cervezas (chelas en mexicano) y el ambiente es más agradable. Bueno, no me puedo quejar porque aquí se desdramatiza todo. Y tengo mucha suerte de poder hablar de música con algunos compañeros que se dedican a escribir sobre ello. Yo, de momento, redacto sobre política y deportes.

Por lo que respecta al día a día, quiero destacar dos cosas. Para los chilangos (mexicanos del DF) tener frío es estar a unos 13 grados. Esta semana han bajado las temperaturas, y se nota más fresco a primera hora de la mañana y cuando se hace de noche. Yo no he pasado frío, simplemente he notado que el aire es un poco más fresco, pero nada más. Sin embargo, a pesar de que refresque, la contaminación sigue ahí. Lo sé porque los mocos los sigo teniendo con sangre.

También quisiera destacar la sorpresa que me llevé el otro día en el metro cuando vi a una chica ondulándose las pestañas con una cuchara. Lo primero que hice es observar al resto del vagón por si también estaban sorprendidos con lo que estaba viendo. Pero no. Fui el único que se quedó de piedra. Cuando llegué a casa, pregunté si lo de arreglarse las pestañas con una cuchara era normal. Me dijeron que sí.

Me gustaría poder grabar las conversaciones que tengo con los taxistas. En general son muy amables y parece que esperen que les preguntes algo para que empiecen a hablar sin parar. Sólo me he encontrado con un taxista que lo único que decía era sí o no. Hoy, por ejemplo, he coincidido con un señor que me ha contado su vida. Que si procede de Oaxaca, que si da gracias a Dios porque ha podido dar de comer a sus hijos, que si es hincha de las Chivas y que le gusta el juego del Barça...Lo que me ha dejado perplejo es cuando me ha dicho su edad: 81 años. Aparte de que no los aparentaba, lo primero que le he preguntado es: "¿Y todavía sigue trabajando?"

Hoy también he podido aprender que es mejor esperar a otro autobús que subirte al primero que esté. El trayecto era bastante largo y he estado más de 40 minutos apretado como una sardina. Lo bueno es que hacia la mitad del camino el autobús ha tenido un golpe con un taxista y han estado más de 15 minutos discutiendo mientras nosotros seguíamos apretados y agobiados. Y no. No tenían prisa por solucionar la disputa. De todas maneras, conociendo la cantidad de gente que vive en DF, si me hubiera esperado a otro autobús tampoco me asegura que hubiese ido más relajado.

Esta semana he cumplido dos meses en Ciudad de México. Ha pasado muy rápido y tengo la sensación de que no lo he aprovechado. La verdad es que no vine para hacer turismo, pero creo que no me he esforzado lo suficiente como para aprovechar los fines de semana. De momento intentaré encontrar un trabajo mejor porque si dependiera de lo que voy a ganar ahora, no me da ni para pipas. Espero tener suerte y poder decir que he perdido el vuelo de vuelta porque he encontrado un trabajo interesante. Seguiremos informando.









Claves para entender las elecciones americanas del 2012

Siempre me han parecido unas elecciones muy interesantes, sobre todo por la espectacularidad que las rodea. Ayer tuve ocasión de acercarme un poco más a ellas gracias a Antoni Gutiérrez-Rubí (@antonigr), consultor en comunicación política.

En una tertulia organizada por Beers and Tweets en Ciudad de México Gutiérrez-Rubí nos explicó una serie de puntos a tener en cuenta en las elecciones de los Estados Unidos de este martes 6 de noviembre de 2012. Uno de ellos era el coste que han tenido, unos 6.000 millones de dólares. Una cantidad escalofriante en tiempos convulsos.

Gutiérrez-Rubí afirmó que se tratan de unas elecciones muy igualadas y que Barack Obama puede ganar pero sin tener el apoyo de los votos populares ni de las dos cámaras, el Congreso y el Senado. En resumen, en palabras del consultor, "Obama puede ganar en un país republicano".

Otro de los aspectos interesantes que comentó Gutiérrez-Rubí tiene que ver con los detalles, con lo que puede hacer que la balanza caiga de un lado o de otro. En concreto habló de que se ha tratado de una campaña cultural para diferenciar claramente qué representa cada candidato.

También explicó la importancia que tiene un estado como Ohio, clave para la victoria final. Un estado, según Gutiérrez-Rubí, caracterizado por la industria automovilística y el carbón, esto es, una economía del Siglo XX en pleno Siglo XXI. Como ejemplo de la importancia que tiene Ohio en estas elecciones, el autor del blog Micropolítica afirmó que Mitt Romney ha llegado a pisar este estado en 44 ocasiones.

Otro dato a tener en cuenta tiene que ver con el uso de la tecnología en las elecciones americanas. Las redes sociales o el estudio pormenorizado del posible votante han sido fundamentales para el éxito final. Según Gutiérrez-Rubí, durante los tres debates entre los dos candidatos, el 60-70% de los espectadores tenían algo en la mano para ir enviando sus mensajes a las redes sociales.

El éxito o fracaso del actual presidente depende de si puede mantener el voto urbano, el voto de la mujer y el voto hispano. Para tener una visión de la importancia de estas elecciones y de los equipos que hay detrás de cada candidato, del estudio y del control, Gutiérrez-Rubí habló, como ejemplo, de lo que hizo Obama para intentar retener el voto hispano. Se recorrió más de 2.000 Km para llegar en el momento oportuno a Dallas para aparecer en el concierto del grupo Maná y reconocer ante ellos y ante el público que todavía le queda mucho por hacer con respecto a la inmigación y que se compromete a acabar el plan.

En este post escribo lo que me pareció más sorprendente e interesante de la tertulia que tuvimos con Gutiérrez-Rubí. Hablamos de la importancia que puedan tener los indecisos o de los microtargetings, de la necesidad de conocer cada detalle en cada rincón de cada estado.

Por todo lo demás, el martes 6 de noviembre el ganador tendrá 4 años difíciles y claves para el futuro de Estados Unidos.






Mejor una mentira que decir que no

Mientras leo que el paro vuelve a subir en España y que cada vez hay más personas que no cobran ningún tipo de prestación, pienso en cómo me las puedo arreglar para empezar a trabajar en México.

El hecho es que la semana pasada, el canal de televisión que me hizo una oferta decidió, tras mes y medio detrás de ellos, no proporcionarme la documentación que necesito de la empresa para tramitar mi permiso. Alegaron que quieren que trabaje como freelance, como autónomo y que si me dan los documentos se verían obligados a contratarme como parte de la plantilla y no quieren.

Mi pregunta es la siguiente: ¿no sabían que eso ocurriría? Si lo sabían, ¿por qué me han tenido mes y medio dándome largas? Quiero pensar que esta situación tiene que ver con el carácter mexicano, que prefieren decirte cualquier cosa antes que decirte NO.

Tras la noticia traté de reaccionar con rapidez. Contacté con un abogado para ver las posibles opciones y me indicó que podía presentar los papeles como profesional independiente, es decir, como un periodista que ha llegado a México para trabajar. Y en esas estoy. He presentado la documentación correspondiente y ahora tengo que estar a la espera de si aceptan o no mi acreditación y mis documentos.

De manera paralela sigo buscando contactos y entrevistándome con empresas. El otro día fue muy curioso. Me dijeron que iban a hacerme un test psicotécnico, pero que me tranquilizara porque no iba a ser decisivo a la hora de contratar a una persona o a otra. La verdad es que era la primera vez que me enfrentaba a una prueba de esas características y no sabía qué me iba a encontrar. Finalmente se trataba de hacer una serie de dibujos y escribir historias relacionadas con ellos. Tras tres días, todavía me sigo preguntando para qué servirá esta prueba. 

A medida que voy conociendo gente tengo la sensación de que muchos mexicanos no acaban de entender por qué estoy aquí. Siempre me hacen las mismas preguntas. ¿Por qué México? ¿Por qué has salido de tu país?  Me comentan que ellos no lo harían a no ser que la situación fuera insostenible. Entonces es cuando yo les digo que sí, que porque mi situación era insostenible estoy aquí.

El fin de semana que hemos pasado me ha servido para desconectar un poco del tema trabajo. En México se celebra el día de muertos a lo grande. Desde el 31 de octubre con la noche de Halloween hasta el día 2 en que se recuerda a los muertos. Lo que me gusta de esta fiesta es que los mexicanos desdramatizan la figura de la muerte y eso me gusta. No es como en España, que tratan la muerte desde un punto de vista trágico y carca. Aquí se celebra de una manera festiva. La gente va a los cementerios con su comida y su música para compartirla con sus seres queridos que han fallecido.

Por cierto, el mes de noviembre en México ha empezado con lluvia y con una bajada de las temperaturas. No se trata de un frío extremo ni mucho menos, pero sí se ha notado el cambio. Hoy, por ejemplo, el día está muy gris. Mi idea es seguir buscando trabajo y fijarme en todas aquellas cosas que me siguen sorprendiendo. Por ejemplo, leí que la Ciudad de México está sobre un lago y que muchos de los boquetes que hay en las calles y aceras es debido a la corriente de aguas que hay por debajo.

De momento sigo teniendo la capacidad de evitar los hoyos y de no doblarme los tobillos, aunque llevo casi dos meses aquí y el tema de la respiración todavía me afecta. Ayer hice un test de 10 km y no pude seguir un ritmo de 4'35-4'40 por km y tuve que bajar. Es una sensación de ahogo, de que te falta aire, a pesar de que salí a primera hora de la mañana para evitar una mayor contaminación. Pero la altura me mata.

Mi aventura sigue. Debo buscar pronto una habitación y tratar de seguir haciendo contactos. Por lo demás, intento entender por qué existe en el sistema de trabajo mexicano la manía de que primero tienes que hacer una prueba y que, en muchos casos, es sin cobrar. O por qué hay que dejar propina sí o sí en los establecimientos. Supongo que al final tendré una respuesta. Seguiremos informando.




Saber esperar

Siempre he tenido envidia de las personas que saben esperar. Para mí siempre ha sido un suplicio porque habitualmente he sido puntual. Lo curioso es que cuando decidí venir a México no pensé en estas cosas. Un mes y tres semanas después me he dado cuenta de que ahora, más que nunca, debo aprender a saber esperar.

Hay diferentes formas de esperar. Desde la de estar de pie en un sitio porque has quedado a una hora determinada y la persona en cuestión tarda en llegar, hasta la de estar delante de un ordenador porque esperas la contestación de un correo electrónico importante. En todos los casos, la paciencia es fundamental. A base de esperar me he armado de ella.

El otro día tuve una entrevista en un canal de televisión. Me comentaron que necesitaban un reportero para temas culturales y me presentaron a la coordinadora. Me explicó que querían a alguien nuevo, alguien que pudiese hacer reportajes en profundidad desde otra perspectiva. Me dijo que le escribiera una serie de propuestas para empezar lo más pronto posible. De esto hace una semana y todavía no he recibido ninguna respuesta. Lo curioso es que andan necesitados.

Este es uno de los muchos ejemplos que me he ido encontrando en Ciudad de México. Y no sólo tienen que ver con cuestiones de trabajo. También en el día a día. Un fin de semana me fui a Cuernavaca para pasar el domingo con mi familia mexicana, Eduardo y María Luisa. Ellos se habían marchado el día anterior y yo me fui en autobús. Era la primera vez que salía de la ciudad en transporte público. Se trataba de un autobús moderno, nuevo y muy cómodo. Al poco rato noto que se para. No le di mucha importancia porque creía que había algún control de policía. Al cabo de 10 minutos decido mirar por la ventanilla y veo al conductor haciendo una serie de señas. No entendía lo que quería decir. 5 minutos después veo que un señor baja del autobús pero los demás siguen en sus asientos. Al final decido bajar para preguntar y el conductor me indica que se ha estropeado el motor y que tendré que subir a otro autobús. Es decir, si no llego a bajar y preguntar creo que todavía seguiría allí sentado.

También existe la posibilidad de que quieras ir a correr y no puedas porque se trata de una hora complicada por el tema de la contaminación, sobre todo si se trata de gente como yo que acaba de llegar y tiene problemas para respirar por la altura. En ese caso también toca esperar.

Y es muy divertido tratar de esquivar las horas punta de la ciudad. Es decir, también es importante esperar una hora prudente para tomar un metro, un metrobús o un pesero. En cualquier caso, muchas veces puedes equivocarte porque no existe una ciencia exacta en DF para decir que a tal hora habrá más o menos tráfico.

A través de estas historias trato de esperar, de ser paciente, de recordar lo que he pasado los dos últimos años en España, de pensar que se trata de una inversión y que más pronto o más tarde tiene que dar sus frutos. Es de agradecer que haya españoles que traten de ayudarte, ya sea con una palabra de ánimo, ya sea porque conocen a alguien del mundo de la comunicación o en cuestiones relacionadas con la tramitación de los papeles. A todos ellos, muchas gracias.

Desgraciadamente, llevo demasiado tiempo en el lado de que necesito ayuda. Lo que más deseo en este mundo es estar pronto en el lado de los que puedo ayudar. Por eso vine a México, para sentir que puedo ayudar a otras personas. Seguiremos informando.




¿A qué jugamos?


La verdad es que no esperaba que mi decisión de venir a México interesara a la gente o, mejor dicho, a los medios de comunicación españoles. Ahora que lo pienso, puedo entender que sea el tema del momento, puesto que es una consecuencia directa de la crisis que vive España.

Si ya comenté que no me siento un valiente por haber emigrado, tampoco creo que mi situación sea peor que la de alguien que no tiene la oportunidad de probar fortuna en otro país y malvive en España. Todo mi ánimo y mi apoyo.

Mientras espero que se solucione el tema de los papeles, me siguen sorprendiendo muchas cosas. Por ejemplo, que antes de salir de casa tienes que mirar bien la dirección a la que quieres ir porque hay nombres de calles que se repiten, y no precisamente están cerca. Puede ocurrir que exista más de una calle con el nombre de Benito Juárez, pero una puede estar en el sur y la otra en el norte.

El momento más divertido del día es cuando quiero cruzar un paso de cebra. Se produce un juego de miradas muy interesante entre los conductores y yo. Puesto que normalmente los coches no paran para que el peatón pase, eres tú el que inicia el juego para hacer ver al conductor que quieres atravesar la calle. Algunos lo entienden al momento y frenan, pero la gran mayoría no lo hace. La solución es que si tienes una cierta distancia, seas tú el que dé el paso de empezar a cuzar la calle para que ellos paren. Si no es así, puedes estar horas y horas esperando.

También resulta curioso que para concretar una entrevista no sólo tienes que haber quedado con la persona en una hora y lugar determinados, sino que ese mismo día, antes de la hora convenida, vuelvas a llamar para confirmar. Si no es así, posiblemente te quedes solo.

Mientras tanto, intento aprender cómo actuar cuando necesitas un taxi por la noche. La cuestión es que a partir de las 12 de la noche el taxímetro ya no existe y tienes que concretar un precio. Aquí también se establece un juego interesante. Al final algunos aceptan que sea mediante taxímetro, otros tratan de timarte y la gran mayoría aceptan un precio.

Trato de pensar en todo esto mientras, de reojo, escucho las nuevas declaraciones de la Ministra de Trabajo, Fátima Báñez. Según esta señora, España ya está saliendo de la crisis. No sé si lo dice porque lo tiene que decir, porque es una ignorante o porque simplemente no sabe más. Pero para los que hemos tenido que emigrar y para los casi 6 millones de parados esas declaraciones son un insulto. Seguiremos informando.





No me considero un valiente por tener que emigrar

En la última semana he recibido tres invitaciones de medios para contar mi experiencia como emigrante en México, sobre todo que explique por qué he tomado la decisión de salir de Valencia. La cuestión es que el tema de la migración está de moda, aunque preferiría que no lo fuera.

Cada uno tiene sus propios motivos, pero en gran medida se trata de personas que no tienen posibilidades de trabajar en España, ya sea porque terminaron sus estudios y no hay hueco, ya sea porque perdieron su trabajo y no tienen otra oportunidad. Yo soy de estos últimos.

Sinceramente, no me considero un valiente. Cuando existe una necesidad las personas estamos obligadas a hacer cosas que de otra manera no se harían. También es cierto que no todos podrían marcharse porque también existen circunstancias personales que te obligan a quedarte. Pero no creo que se trate de valentía; más bien de necesidad, ansiedad o desesperación.

Lo cierto es que hoy, 28 de octubre, me encuentro en Ciudad de México pensando en estas cosas y en los "problemas" que me han surgido con respecto a los papeles. Los tiempos son diferentes y, además, la ley de migración va a cambiar el próximo 9 de noviembre y lo conveniente es tramitarlo antes de ese día. Si no es así, lo más probable es que tenga que tramitar mi permiso desde un consulado de México en el extranjero.

Pero ya que últimamente estoy hablando de mi experiencia en esta gran urbe, hoy no voy a dejar de hacerlo. Ya me advirtieron que la telefonía en Ciudad de México no funciona demasiado bien. Yo creía que tenía que ver con los fallos de cobertura, pero resulta que muchas veces te dan un número de teléfono, lo compruebas muchas veces, y te contesta otra persona. Siempre piensas que lo has escrito mal, pero no.

Ojalá todo fuera como lo que acabo de explicar. Lo peor que me ha pasado en este mes y medio de estancia en México es que te dejen tirado en una entrevista de trabajo. Me dieron una dirección concreta y, cuando llegué, me encontré con un banco. Pensé que era una equivocación. Traté de preguntar, de ir a otros números. Llamé por teléfono, envié un correo electrónico y no obtuve respuesta. Tras más de una hora me volví a casa. Más tarde, ya de noche, se dignaron a contestarme y me reconocieron que era el 263 y no el 163.

Hoy es domingo y Ciudad de México parece distinta. Hay menos ruido, menos coches, menos personas. No ha llovido durante todo el mes de octubre y hay buena temperatura. A primera hora de la mañana y por la noche refresca. En las horas centrales del día hace calor, pero se puede aguantar perfectamente. La gente me pregunta si ya he podido ver lo más importante. Es imposible. Todavía no he visto el Museo de Antropología, la gran joya de la corona mexicana, ni tampoco he podido visitar otras ciudades (sólo Cuernavaca y Tepoztlán). Una vez que resuelva mis papeles y pueda tener un trabajo estable, me lanzaré a conocer mejor la ciudad y el país.

Por cierto, ayer sí que pude correr por los Viveros de Coyoacán. Era el primer día que pude hacerlo entre árboles, sin coches, en un jardín. Fue una sensación maravillosa porque, a pesar de que todavía no respiro de manera perfecta, pude comprobar que no inhalaba humo y que era un aire más puro. Eso sí, si me descuido me dejan allí encerrado puesto que se estaba haciendo de noche y un vigilante ya tenía cerrada una de las puertas de acceso cuando pasé por delante.

Por otro lado, este fin de semana también ha sido la primera vez que un mexicano me ha dicho que una comida no picaba y no picaba. Le di la enhorabuena porque estaba en lo cierto. También he podido comprobar (una vez más) que los mexicanos prefieren mentirte o decirte cualquier cosa antes que decirte que NO. Esto supone que los tiempos se atrasen. Y agota.

A pesar de todo, de que todavía no he empezado a trabajar, no me he arrepiento de la decisión que he tomado. El tiempo dirá, pero la experiencia no me la quita nadie. Seguiremos informando.










La migración es sinónimo de pobreza

El otro día leí la siguiente frase: "la migración es un sinónimo de pobreza". No sé si la podemos aplicar a todos los ejemplos, pero sí que es cierto que el aumento de españoles que han marchado a otros países tiene que ver con esa "pobreza".

El fenómeno de la migración siempre la vi desde la distancia, hasta que mis circunstancias personales han provocado que yo también migre. Lo he hecho con la cabeza bien alta, porque sé que mientras he trabajado en España lo he hecho de la mejor forma posible. Y creo, sinceramente, que mi situación no tiene nada que ver con mi profesionalidad y sí con una estructura de país equivocada.

Independientemente de cómo me vaya en México, creo que tenía que venir. Hoy me he desayunado con un dato terrible: España supera el 25% de paro. Es decir, uno de cada cuatro españoles está en el paro y, lo que es peor, el dato se acerca a los 6 millones. Para un país, esta situación es más que dramática puesto que demuestra que no es tan desarrollado como se creía, no hay oportunidades para la gente, sobre todo para los jóvenes que están formados. Pero tampoco para personas que se han quedado sin trabajo y que ahora no pueden encontrar nada.

Lo realmente triste ya no son los datos que he expuesto más arriba, que también, sino la actitud de los gobernantes a la hora de afrontarlos o de justificar sus decisiones. Nada es justificable desde el momento en que casi 6 millones de personas no pueden trabajar. Mariano Rajoy afirmó antes de ganar las elecciones que con él el paro bajaría. Lleva casi un año en el gobierno y los datos son peores que cuando llegó. ¿Alguna responsabilidad? Por supuesto. Él es el responsable de llevar a cabo una reforma laboral ineficaz y de medidas que están contrayendo todavía más la economía española. No sólo eso. Está tomando decisiones contrarias a las que prometió durante la campaña electoral. Por lo tanto, para mí, el señor Rajoy está cometiendo un fraude y debe convocar elecciones ya que ha mentido.

Tampoco es concebible que Fátima Báñez, Ministra de Trabajo, trate de maquillar los datos con frases como "hay una desaceleración en el incremento del paro". Teniendo en cuenta que esta señora nunca ha trabajado y que, por lo tanto, no puede ni debe ser ministra de trabajo, sus palabras no sólo son un insulto sino también una arrogancia y una falta de sensibilidad que no se puede aceptar por parte de alguien que ostenta un cargo público.

Y no es de recibo que el Rey de España hable de que se ven brotes verdes cuando la realidad es muy distinta. ¿Hasta qué punto usted tiene derecho a hablar cuando lo único que hace es cobrar de todos sin hacer nada y sin enterarse realmente de cómo está la situación? ¿Cree este señor que con estas palabras ayuda a dar una mejor imagen de España en el exterior? Todos, absolutamente todos, saben lo que está ocurriendo en su país y no es momento de frivolizar y de ment

Lo que está claro es que la sangría de personas que se han marchado a otro país (yo soy un ejemplo) no lo arregla nadie. Ni con buenas palabras, ni con manipulaciones, ni justificando las decisiones. La desafección hacia la clase política cada vez es mayor y ellos siguen sin darse cuenta. ¿No creéis que con casi 6 millones de parados no hay motivo para hacer algo?





El metro de Ciudad de México y otras historias

El metro de Ciudad de México es un mundo muy peculiar. Allí he visto de todo. Desde la chica que llora en soledad, hasta el señor que habla a la pared o el joven con auriculares que canta en voz alta.

Pero no me quiero olvidar de los muchos y muchas mexicanas que aprovechan el recorrido del metro para dormir. Seguramente viven muy lejos de su lugar de trabajo y utilizan el vagón del metro para cerrar los ojos y olvidarse de todo. Eso sí, siempre que tengas la suerte de sentarte. El otro día, un hombre que estaba a mi lado empezó a dar cabezadas y se movía hacia mí. Cuando me tocaba se despertaba y me pedía perdón. No me molestaba, pero tuve la suerte o la desgracia de que el trayecto se demoró porque el metro hizo muchas paradas entre estación y estación.

En las horas punta, lo normal es dejar pasar tres o cuatro trenes antes de poder subirte, si es que te atreves a hacerlo. Las estaciones más "problemáticas" son las de los trasbordos. Por ejemplo, la que más utilizo es Tacubaya. Cuando llega un tren, es increíble la cantidad de personas que salen y entran a los vagones. Pero lo más sorprendente es que en el momento en que ha desaparecido el tren, miras a izquierda y derecha y vuelve a haber muchísima gente esperando al siguiente. Es como un bucle.

Ya he comentado ( y si no ha sido así lo hago ahora) que en México es imprescindible tener mucha paciencia. Diría que es fundamental para poder vivir aquí, sobre todo si estás pendiente, como yo, de poder tramitar el FM3, que es el permiso que necesito para poder trabajar. Aparte de los papeles que tienen que ver con tu situación personal, también debes poseer una carta de la empresa que te quiere contratar y una serie de documentos referentes a ella. Pues bien, a estas alturas todavía estoy esperando que la empresa que me realizó una oferta me envíe esa documentación que necesito. En este sentido tengo dos opciones: enfadarme o pensar que esta es la forma de actuar en un país como México. Evidentemente, he optado por la segunda. De hecho, es importante tener en cuenta que quién está viviendo como extranjero soy yo, que soy yo la persona que debo adaptarme a las formas mexicanas y a su cultura, y soy yo el que debo pensar que, en realidad, van a hacerme un favor.

Por lo demás, sigo con mi entrenamiento a más de 2.000 metros de altura. No debería preocuparme por el tema de la respiración, puesto que el pasado domingo corrí por Cuernavaca, que está a una altura mucho menor, y pude correr con tranquilidad, con buena respiración y sin problemas. Tengo ganas de participar en alguna prueba, para saber si ya puedo ir a un ritmo normal de carrera. Y sí, quiero correr una maratón en el 2013, pero no sé cuál. Mi idea era participar en la de París, pero no va a ser posible. Si las cosas me van bien por aquí, lo normal sería correr alguna maratón en Latinoamérica o en Estados Unidos.

De momento he tenido la suerte no estar en un atasco. Es algo habitual en una ciudad de más de 20 millones de habitantes. Me hubiera podido pasar si estoy en un taxi, pero intento evitar tomarlo si creo que es una hora en la que la gente va o se marcha del trabajo. Eso sí, todavía tengo la sensación de ser un extranjero a pesar de que intento disimularlo. Seguiremos informando.





La música es mi fiel compañera en Ciudad de México

La música es mi fiel compañera. Gracias a ella puedo soportar mejor los días. A lo mejor es difícil de entenderlo, pero es así. Intentaré explicarlo.

Con ella voy a todas partes. Si tengo un día malo, de bajón como se suele decir, siempre aparece esa canción que me pone las pilas y me ayuda a intentar ver las cosas de otra manera. Ayer, por ejemplo, quedé con un señor para que me enseñara dos habitaciones que tenía disponibles en Coyoacán. Cuando llegué me encontré con la sorpresa de que ya las había alquilado. Lo mejor fue su respuesta: "No te avisé, lo siento. En México somos así".

Tenía dos opciones: decirle de todo o darme media vuelta y marcharme como si nada. Opté por la segunda opción. Menos mal que, en el momento de ponerme de nuevo los auriculares sonó la canción "Uglier" de Redd Kross. Miré a mi alrededor para que no me viera nadie y empecé a cantar como si estuviera poseído.

El otro día leí una frase que me gustó: "La música te permite no estar triste". Y así es. Puesto que llevo poco tiempo en Ciudad de México, tengo muchos momentos de soledad. Puede ser que mi originalidad no sea mi fuerte y combata esos momentos con música. Pero es así. Con ella también me permite interpretar lo que estoy viendo cuando estoy por la calle, en el metro, en el metrobús o en un pesero ( que es un tipo de furgoneta con un ruido ensordecedor. En muchos casos la gente lo toma sin estar en una parada fija, sino que pueden pararlo allá donde se encuentren).

La Ciudad de México está dividida en delegaciones que, a su vez, están divididas en colonias. En estos momentos os estoy escribiendo desde la Colonia San José Insurgentes que pertenece a la Delegación Benito Juárez. O sea que, para que os podáis hacer una idea, vivo en la zona suroeste. Pero estoy de manera temporal.

Por lo general, la gente me dice que lo mejor sería que viviera en colonias como La Condesa o Roma, más al norte. Las dos primeras son bastante europeas puesto la gran mayoría de emigrantes europeos viven allí. También es la zona en la que viven artistas y gente bohemia. Personalmente me gusta más Coyoacán, que está en el sur. Me recuerda a un pueblo y no la veo tan agobiada de gente y de coches como en las otras colonias. Pero el problema de esta ciudad es que conviene que vivas cerca del lugar de trabajo para no tener que pasarte media vida yendo y viniendo de casa al trabajo. Así que seguramente tendré que jugármela y elegir una colonia sin saber cuándo y dónde voy a trabajar.

Por lo demás, cada día aparecen anécdotas y curiosidades. Por ejemplo, he aprendido una cosa muy importante: cuando vuelva a quedar con un mexicano, antes de salir de casa llamaré para asegurarme que no me van a dejar plantado. El pasado domingo había quedado con un chico para que me vendiera una entrada del Corona Capital, un festival de música independiente que se celebró el fin de semana anterior. El lugar del encuentro era una parada de metro. Llegué, me esperé una hora y el chico no apareció. La música que llevaba puesta en mis oídos ayudó a contenerme.

Otra de las curiosidades es que los coches tienen más derechos que los peatones. Si el peatón está corriendo, todavía es peor. Es curioso que esto sea así si tenemos en cuenta el carácter del mexicano. Por cierto, hoy probé un taco, de nombre cochinita pivil o algo así, y me gustó. Seguiremos informando desde Ciudad de México.

No me adapto a la comida mexicana

Hablar de México y no hablar de su comida es un pecado. Si he de ser sincero es de lo que más me está costando. No es que yo sea una persona especial, pero mi estómago se resiente cada vez que cambio de hábitos y de comidas.

Lo primero que tuve que hacer fue aprenderme lo que es un taco, una quesadilla, unas flautas o unos tamales, entre otras muchas cosas. La primera semana fue tremenda porque no sabía qué comer. Lo primero que preguntaba era si picaba. Pero claro, no tenemos el mismo paladar. La consecuencia fue que el primer taco que me comí me sentó muy, muy mal. A estas alturas sigo evitando lo que pica.

Me resulta difícil entender que los mexicanos coman lo mismo todos los días. Pero es lo que veo, sobre todo en las paradas que existen en la calle. Miles y miles de puestos en los que puedes tomar comida mexicana a un precio muy barato. A estas alturas sigo sin adaptarme a ella, aunque me tranquiliza el hecho de saber que en el supermercado hay de todo.

El otro día, el profesor Eduardo, mi gran ángel de la guarda, me llevó al Club España. Me comentó que todos los domingos hay un bufet libre con comida española y mediterránea. Le sonreí de oreja a oreja porque quería comer algo parecido a lo que estoy acostumbrado. Y así fue, a pesar de que la paella que allí había no era paella y sí otra cosa. Fue un momento de reencuentro personal y de poder disfrutar de la comida.

Lo que sí que me gusta es la fruta. Hay una gran variedad y con muy buen sabor. Por ejemplo, los aguacates me parecen mucho más buenos que los que he comido en Valencia, mucho más sabrosos. El otro día fue a un mercado callejero y me volví loco mirando y mirando fruta. Pregunté qué nombre tenían esas figuras tan raras, pero ahora no lo recuerdo. Me dieron a probar y todas, absolutamente todas, me gustaron.

Puedo afirmar y afirmo que tras un mes en Ciudad de México, mi estómago sigue sin estar acostumbrado. Tampoco para tanto tequila, pero sí para cerveza. Ésta es otra historia interesante. El primer día que fui a un bar me preguntaron si la quería rubia o morena. Le dije que negra y empezó a hablarme de marcas y marcas. Le pedí el nombre que más me gustó: León. Y estaba buena.
Con el tema del tequila lo tengo más difícil porque no me gusta. También existe el metzal, que tiene un sabor parecido. Tampoco me gusta.

Otra de las sorpresas que me encontré durante los primeros días fue la variedad de aguas que existen. Yo pensaba que sólo existía la natural y la mineral, pero aquí tienes agua de horchata, de mango, de papaya...de mil historias. De momento sólo he probado la de horchata y está muy buena.

La verdad es que me enrollo bastante y tampoco es plan de aburrir. Sólo añadiré que, a pesar de las dificultades que me encuentro, sé que algún día empezará a gustarme estar aquí. Ah. Se me olvidaba. Sigo respirando con dificultad cuando corro, pero ya puedo aguantar una hora entre coches, humo, gente y oscuridad. Hasta pronto.

Ciudad de México y sus gentes

Es increíble la variedad cultural que existe en México, sobre todo en lo que respecta a las razas. Esa diversidad me sorprende porque, a pesar de haber estado en ciudades cosmopolitas como Londres o Nueva York, en nada se parece a lo que he visto en DF.

La anarquía que existe en esta ciudad desaparece los domingos. Parece otra. Incluso es muy fácil sentarse en el metrobús, cosa poco habitual. Comprenderán ustedes que para moverte por esta gran urbe es necesario el transporte público o el taxi. Hasta ayer no había podido probar lo que es sentarse en un metrobús, que es como un autobús de línea. Lo hice para ir a ver el Barça-Madrid en casa de otro valenciano emigrado a México. Estaba eufórico por poder mirar la ciudad desde la ventana sin estar incómodo.

Lo malo de los domingos en Ciudad de México no es que las tiendas estén cerradas, que no lo están, sino que algunos parques cierran públicos cierran por la tarde. No lo sabía. Había decidido ir a correr en los Viveros de Coyoacán para no tener que hacerlo entre coches y humo. Mi sorpresa fue que estaba cerrado. ¡No! Improvisé y decidí correr por la acera rodeando el parque. Una experiencia más.

Cuando me muevo intento tener paciencia. Aunque para mí el tiempo siempre ha sido oro, aquí es secundario porque nunca sabes cuánto tardarás en llegar a los sitios. Mientras que para un mexicano media hora en coche está cerca, para mí es un infierno saber que tardaré como mínimo una hora para llegar al destino.

En ocasiones estoy obligado a tomar un taxi, sobre todo cuando es de noche. En general es gente amable, pero siempre soy yo el que empieza la conversación para romper el hielo y para que el viaje no se haga tan largo. Habitualmente les pregunto si les gusta el fútbol y de qué equipo son. No me pregunten por qué hago esta pregunta, pero es la que suelo hacer. Podría decir que el 90% de los taxistas son fanáticos del fútbol. Creo que hablar con ellos me ayuda a estar más tranquilo, a no pensar en tonterías tales como si me atracarán o me raptarán (no debería pensarlo, pero me han calentado tanto la cabeza con estas cosas que, al final, no puedo evitarlo).

La realidad es que llevo un mes en Ciudad de México. El tiempo pasa demasiado rápido. Algunos creerán que tras 30 días debería estar mejor adaptado, pero no es así. Me sigo despertando a las 5 de la madrugada, sigo respirando con cierta dificultad cuando corro, me impacta tanto tráfico y tanta gente y sigo sin entender el "ahorita" mexicano. Pero resistiré. Vine a trabajar y estoy empeñado en conseguirlo. Espero tener la suerte que me está faltando desde hace un tiempo. Seguiremos informando.

Si lo pienso dos veces no me marcho


Desde que dije que me iba a México, muchos me contestaron que era valiente por dar el paso. No sé si valiente es la palabrada adecuada, pero sí que es cierto que la necesidad te hace tomar decisiones arriesgadas. Sinceramente, creo que debía hacerlo.

Es la primera vez que vivo en otro país. La decisión de venir aquí fue meditada desde el punto de vista profesional, sin tener en cuenta qué me iba a encontrar a nivel personal. Es decir, no pensé en el cambio de comida, el cambio de vida o el hecho de ir a la ciudad más grande del mundo junto con Tokio. Simplemente tomé la decisión. Si me lo hubiera pensado dos veces, tal vez ahora no estaría en Ciudad de México.

Cada día aprendo cosas nuevas y me sorprendo de situaciones extrañas para mí. Por ejemplo, a estas alturas todavía no me he hecho un esguince. Las aceras son irregulares, cada trozo es de su padre y de su madre y hay muchos hoyos. Lo más curioso es ver las raíces de los árboles sobresaliendo del asfalto.

No sabría cómo definir la forma de conducir de los mexicanos. Aquí tienes que estar pendiente de tí pero también de los demás, coches y personas. Es decir, nunca sabes quién tiene preferencia. Para mí es una aventura cada vez que subo a un taxi.

Los primeros días fueron terribles desde el punto de vista de la concepción del tiempo. Empiezo a aceptar que el problema lo tengo yo  no los mexicanos. Si lo pienso, no vale la pena alarmarse ni preocuparte si quedas a una hora y no vienen, o llegan tarde (que suele ser siempre). Hoy, por  ejemplo, estoy esperando que un mensajero venga a por unos papeles para llevarlos a Inmigración. Quedé a las 9 de la mañana. Ya llega tarde. Le he llamado y me ha contestado que sí, que vendrá a lo largo de la mañana. ¿Cómo interpreto esta contestación? Creo que me tocará quedarme en casa durante bastantes horas.

Por lo demás, me está costando acostumbrarme a la comida mexicana. Tengo la suerte de que Eduardo y Maria Luisa, mi familia mexicana, comen de todo. El mejor momento del día es el desayuno. Creo que nunca había comido tanto después de levantarme: desde jugos hasta revueltos, pasando por dulces y leche. Un placer.

Hablando de comida, los primeros días no podía creer que los mexicanos coman a todas horas. En la calle existen muchas paradas y siempre hay alguien comiendo. No me lo explico. Bueno, sí, son tantos que siempre puede haber alguien con hambre. Eso sí, si decides comer en la calle tendrás un problema si te quedas con un papel o una servilleta porque será difícil encontrar una papelera.

A pesar de que la colonia española es muy grande en México, a día de hoy me he relacionado más con mexicanos. En líneas generales, conocen la situación de crisis que existe en España y entienden que ahora haya muchos españoles en la ciudad. Suelen decir que México también está en crisis, pero nada que ver con lo que he visto los dos últimos años en España. Lo interesante de este país es que cualquiera puede hacer lo que sea. Si eres periodista, puedes trabajar en un medio y al día siguiente estar vendiendo flores o revistas. Y al revés.

Y, sí, he hecho poco turismo. Todavía me quedan muchas cosas de México City y ver toda la  República. Tiempo al tiempo. Como dicen los mexicanos, tranquilidad y paciencia. Hasta pronto.



La gente sí que es solidaria

A pesar de que todavía no he encontrado un trabajo estable, cada día estoy más convencido de que he hecho bien en venir a México. Y lo estoy porque la experiencia me está resultando satisfactoria desde un punto de vista personal y, sobre todo, para darme cuenta de determinadas cosas.

Lo más importante es que la gente, en general, es solidaria. Son muchas las personas que están tratando de ayudarme sin nada a cambio. Ya os comenté el papel que están desempeñando Eduardo y Maria Luisa para que esté a gusto en Ciudad de México. En todo momento están pendientes de mí y me dan consejos. No sólo eso. Me proporcionan una casa hasta que encuentre algo decente.

Pero no me quiero olvidar de personas como Laura, que vive aquí y es de mi pueblo, o Alba, de un pueblo cercano al mío. También son mi guía para no ir acelerado, para pensar mejor las cosas. Sería injusto si no hablara también de personas que viven aquí y que, enseguida, han intentado darme una mano. Gracias Lleïr, Hugo, Adriana, Luis, Viviana, Diana, Estrella...

Los ánimos no sólo los encuentro en la gente de aquí. Las personas que más me importan están muy pendientes y no dejan de animarme. Mi familia, pareja y amigos son el sustento necesario para que siga aquí. Sin ellos no soy nada.

A nivel emocional, uno está tranquilo porque sabe que lo hace por un bien. Efectivamente, mi intención ha sido la de venir para trabajar. Pero de manera involuntaria, esta aventura me está sirviendo para valorar aspectos que no tenía en cuenta hasta ahora. Seguro que me ayudará en un futuro.

¿Y qué más puedo decir? Para alguien del mediterráneo como yo, le cuesta acostumbrarse a una época del año, la de ahora en México, en la que llueve todos los días. Ayer, por ejemplo, estaba tan tranquilo por la calle y, de repente, se puso a diluviar. Lo malo es que hay tanta gente que es casi imposible acceder a un transporte público. No tuve más remedio que esperar.

La imagen que se da del DF no es la que se corresponde con la realidad. Claro que hay violencia. ¿Cómo no va a haberla en una ciudad de más de 20 millones de personas? Pero sí que puedo decir que, en estos momentos, es la ciudad más segura de México. Y si no, que se lo pregunten a los ciudadanos cada vez que van a un supermercado o pasean por la calle. El número de polícias cargados hasta los dientes es muy grande.

 Por lo demás, sigo acostumbrándome al ritmo de esta ciudad. Ayer oí a una mujer que decía que desde que vive en DF le han salido más canas. Puedo entender que exista estrés. Yo trato de no tenerlo, trato de tener paciencia porque la burocracia mexicana es muy lenta y su carácter es muy diferente. Van a otro ritmo. El trámite de los papeles no va como yo quisiera, pero no me queda otra. A pesar de todo, una vez tenga un resguardo que acredite que se está tramitando mi permiso ya podré empezar a trabajar en un canal de televisión como freelance. Algo es algo.

De una cosa sí que estoy contento: ya puedo respirar bastante bien cuando salgo a correr. Ha sido un suplicio hasta ahora, porque no podía agarrar aire por la nariz y tenía que respirar por la boca. Además, por la contaminación, la nariz se me taponaba de mocos y los labios se me cortaban. Ahora es otra historia. Mi amigo Sergio ya me ha pasado un planning de entrenamiento para intentar tener de nuevo un buen ritmo. ¿Cuál será el siguiente objetivo? No lo sé, aunque me gustaría que fuera una maratón.

Mientras tanto, seguiré luchando para encontrar un futuro. No voy a bajar los brazos. Bienvenidos a DF.





México lindo y querido

Llegar a una nueva ciudad siempre es complicado. Y si se trata de Ciudad de México todavía más. Sin embargo puedo decir que la segunda semana en DF ha sido mucho mejor que la primera, a pesar de que, como novato, he tenido algún que otro contratiempo.

La sensación es la de sentirme en medio de una selva pero con personas y coches. También es cierto que las amistades que vas adquiriendo te ayudan a digerirlo. Es el caso del matrimonio formado por Eduardo y Maria Luisa. Ellos me han adoptado de manera temporal hasta que encuentre una habitación y me están ayudando mucho. Se lo debo todo.

Mi propósito es moverme cuando encuentre un trabajo porque, como dije, las distancias son muy largas y lo conveniente es vivir cerca de donde vayas a trabajar. Mientras sigo haciendo contactos y entrevistas, también me da tiempo para conocer mejor la ciudad y la forma de ser de los mexicanos.

En dos semanas he aprendido dos cosas muy importantes. La primera es que si un mexicano o mexicana te dice que algo está cerca es que no lo está. Para ellos algo que esté a menos de una hora es que no está lejos.

La segunda lección interesante, y que hay que tener en cuenta, es que cuando un mexicano o mexicana te dice que algo pica poco es que pica mucho, por lo menos para mi paladar. El otro día fui a una taquería (imprescindible si vives en México) y pedí un taco suave, con poco picante según mis acompañantes. El resultado fue beberme una botella entera de agua en pocos segundos.

Para el novato cualquier cosa diferente le sorprende. Por ejemplo, que en las horas punta del metro haya una zona exclusiva para mujeres y niños, que el boxeo sea un deporte muy practicado por chicas o que para cruzar una avenida o una calle los pasos de cebra no sean importantes puesto que los coches no hacen caso de ellos.

Si seguimos con la odisea que supone cruzar una calle, los semáforos no están colocados como en España y en avenidas importantes sigo sin saber dónde tengo que mirar para cruzar. El otro día casi me atropella un autobús porque invadí su carril sin querer cuando iba a pasar al otro lado de la calle. Además, llevaba la música puesta y no me di cuenta. Menos mal que no iba deprisa y pudo frenar.

Eso sí, los mexicanos son gente amable y dispuesta a ayudar, aunque su ritmo de vida es mucho más tranquilo que el nuestro. Este también es un proceso al que tengo que ir adaptándome, porque estoy acostumbrado a hacer una cosa en el momento en que tengo que hacerlo. Aquí no.

En general me dicen que seguro que voy a tener suerte por estas tierras. Voy a hacerles caso y voy a ser optimista. Para eso he venido, para ser optimista y poder hacer aquellos que me niegan en España. Seguiremos informando.


Una semana en Ciudad de México

¿Cómo podría catalogar mi primera semana en Ciudad de México? Difícil pregunta. Podría contestar muchas cosas, a cuál más sorprendente. Pero si me tuviera que quedar con una respuesta diría que caótica, ni en el mal sentido ni en el bueno.

Sinceramente, antes de llegar, no fui consciente de que aterrizaba en una de las ciudades más grandes del mundo, con lo que esto conlleva. Pero sólo necesité unos segundos para darme cuenta de la situación y para decirme si estaba loco, si sabía dónde me había metido o qué hacía allí. Y con más motivo tras comprobar que me costaba respirar y que enseguida se me tapó la nariz. Tampoco había previsto que DF estaba a más de 2.000 metros de altura.

Mi lugar de destino era el barrio de Coyoacán, en la zona sur de la ciudad. Teniendo en cuenta que llegué a una hora en la que muchos mexicanos y mexicanos vuelven a sus casas tras la jornada de trabajo, podéis imaginar el tráfico existente en aquél momento y mi cara sorpresa al comprobar la cantidad de coches que estaban a mi alrededor.

La ciudad de México está hecha para el coche y para los mexicanos el "carro" es fundamental en sus vidas. La consecuencia inmediata es que en los momentos de mayor tráfico puedes tardar horas y horas de ir de un lugar a otro. Esto es desesperante, al menos para mí. Para combatirlo, lo mejor es "tener paciencia".

Puesto que mi objetivo aquí es buscar trabajo, no he podido disfrutar mucho de la ciudad. El primer sábado me decidí a visitar Coyoacán y la Casa Museo de Frida Kahlo, una de las pintoras más importantes del siglo XX. El barrio es muy interesante, muy bohemio, con casas de aspecto colonial. Allí tuve la primera anécdota: un mexicano me preguntó si era futbolista profesional. Todavía estoy pensando qué le llevó a decir eso.

El domingo decidí no hacer nada puesto que estaba cansado del viaje. Hasta ese momento había dormido pocas horas porque el jet lag me estaba matando. Además, y no exagero, no podía respirar estando acostado, me ahogaba. Pude recuperar fuerzas para el día siguiente, ya que quería empezar a correr.

El problema de México City es que no hay sitios para correr, sólo parques. Puedes tener la suerte de vivir cerca de uno, como la he tenido yo estos primeros días. La primera sensación durante las primeras zancadas fue la de "me falta el aire", "no puedo respirar", "se me carga el pecho". Fueron 33 minutos de suplicio, de pensar que hacía poco había corrido una maratón y ahora no era capaz de mantener un ritmo tranquilo a más de 2.000 metros de altura. Dos días después pude hacer dos minutos más y no me cansé tanto, pero seguía con problemas de respiración.

El gran espectáculo vino el martes. Decidí coger el metro por primera vez para dirigirme a la zona del centro histórico. Lo primero que me encontré fue una marabunta de gente tanto siguiendo mi dirección del andén como cruzándose. Pensé que no era posible. Con los días he aprendido a situarme en un lugar, esperar que venga el metro y entrar con rapidez. Si no es así, no será posible entrar y tendrás que esperar al siguiente. ¿Y qué pasó en el vagón? Pues no sabía si estaba en un tren o en un mercado. Había una cantidad importante de vendedores ambulantes que paseaban de lado a lado para vender de todo: desde unos bolígrafos hasta unas pilas, pasando por unos chicles o acabando por unas cintas adhesivas. Todo ello acompañado de cantantes (todos ellos ciegos) con la música incorporada.

A día de hoy, jueves, sigo sin estar recuperado del jet lag y todavía me cuesta respirar con tranquilidad. He perdido mucho tiempo para ir de un lado a otro de la ciudad, ya sea en metro o en taxi, pero también me he dado cuenta de que puedes vivir aquí con poco dinero. El transporte público es muy barato (el metro cuesta 3 pesos, una miseria) y los taxis son mucho más baratos que España.

Y, sí, a mí también me acojonaron antes de venir con el tema de la seguridad. Tomo precauciones por si acaso pero, a día de hoy, no he visto nada extraño. Ah, y sigo buscando mi futuro. Seguiremos informando.



La UE y la modernización: España camina hacia atrás

Ya hace demasiado tiempo que me hago la siguiente pregunta: "¿hasta qué punto un país que forma parte de la UE debe estar obligado a cumplir el objetivo de déficit?" Lo malo es que la respuesta que me viene es muy cruel: "porque se decidió entrar en una estructura hecha a la medida de Francia y Alemania".

Efectivamente, ahora todos reniegan de Ángela Merkel, de su tozudez, de su sangre fría, de su falta de sensibilidad, de no querer aceptar algo como los eurobonos. Pero lo mejor sería ponernos en su lugar. ¿Qué haríamos? Me atrevo a aventurar que el 99% haríamos lo mismo. Porque, ¿quién quiere dejar dinero sin nada a cambio? ¿Por qué razón Alemania lo tiene que hacer?

Tal vez el problema no es la situación actual, sino que no que la enfermedad no se previno cuando tocaba. Porque, ¿alguien hizo un estudio sobre las posibilidades, necesidades, riesgos de entrar en la UE? ¿España estaba preparada para seguir ese paso?

La clave de su entrada ya no es el hecho en sí, sino que se trata de estudiar y ver si España se adaptó a sus circunstancias. Cierto que algunos de los males de este país también tengan que ver con ciertas permisibilidades de Bruselas, pero la estructura de un país como España, ¿estaba preparada para un cambio tan radical?

Muchas voces afirman que la entrada de España en la UE ha supuesto una modernización del país. Posiblemente, pero ¿de qué modernización hablamos? Parece que todo lo que se ha conseguido se vuelva en contra. Las políticas de recortes que está llevando el Gobierno de Mariano Rajoy son precisamente un efecto contrario a lo que se llama modernización.

Porque, ¿es modernización que no haya una buena sanidad o educación públicas? ¿Es modernización que los sueldos cada vez sean más bajos o que se tengan que trabajar más horas por menos dinero? ¿Es modernización que muchos políticos estén relacionados con casos de corrupción o que hayan despilfarrado el dinero público en farándulas y fiestas de guardar? 

No soy un experto de economía ni pretendo serlo. Pero tras leer que el principal problema de España no es la deuda pública sino la privada, puedo afirmar que esta crisis es una estafa y la estamos pagando una sociedad que sí que ha luchado por modernizar el país tras una larga dictadura.






Ni solvencia ni credibilidad

España tiene un problema de solvencia y, a su vez, de credibilidad. Estos dos factores han supuesto un golpe muy importante para la economía española. A pesar de la victoria de la derecha en Grecia, la prima de riesgo sigue sin dejar en paz a un país abocado a un segundo rescate. Cuando estudié periodismo, una de las asignaturas era Introducción a la Economía. Tratamos aspectos relacionados con la credibilidad de un país y sus efectos positivos y negativos.

Cierto es que el sistema capitalista ha permitido y permite que un determinado número de personas y empresas se dediquen a especular para ganar dinero, a costa de hundir una determinada economía o país. Pero también es cierto que la falta de credibilidad de un país supone la huida no sólo de capital sino también la no presencia de nuevos inversores.

La credibilidad la podríamos medir en términos no sólo de datos sino también de hechos. Hace pocos meses Mariano Rajoy estaba convencido que España no llegaría a la situación actual. Pero la solvencia y la credibilidad se la gana alguien día a día. Difícilmente un país puede tener la confianza de otros si su presidente no se avanza a los hechos y actúa siempre a posteriori. Tampoco se puede entender que el presidente de un país no aparezca durante toda una semana mientras España se está jugando su futuro a nivel europeo.

Algunos analistas han afirmado que Rajoy actúa como cuando estaba en la oposición. Otros entienden que su técnica de solucionar los problemas dejando pasar el tiempo ya no sirve mientras se está gobernando. Ya comenté que su política de comunicación deja mucho que desear y que es curioso que el PP, un partido que ha entendido que la comunicación es fundamental para conseguir su objetivo, no tenga en cuenta que la credibilidad de un político y de un gobierno pasa inexorablemente por una buena política de comunicación.

El gobierno está mal valorado y su jefe ha sido objeto de burla y reproches a nivel nacional e internacional. Pero parece que Mariano Rajoy sigue sin enterarse. Lo importante sería saber si no se ha dado cuenta porque no tiene capacidad para hacerlo o porque, como bien decía Iñaki Gabilondo, "se está aznarizando". No es posible que la única comparecencia que ha realizado el Presidente del Gobierno durante la semana más dura desde que España está en el euro, haya sido en un acto del PP.

No es la primera vez que Rajoy confunde partido y gobierno. Y no es la primera vez que aparece sin conseguir que España salga reforzada. Aunque me repita, me sorprende que nadie de su absoluta confianza le indique que tiene que intentar ser más creíble o, al menos parecerlo. Un país que está en el ojo del huracán necesita un gobierno fuerte y un presidente a la altura de las circunstancias. ¿Lo tenemos?

Rajoy tiene un grave problema con la comunicación

El Gobierno de Mariano Rajoy tiene un serio problema de comunicación. No de ahora, sino desde el día siguiente de ganar las elecciones. O no se han enterado o no quieren saberlo. Tal vez no se den cuenta que una mala comunicación tiene consecuencias devastadoras para un gobierno, hasta el punto de que puede suponer la pérdida de credibilidad.

Es difícil de creer que en el entorno de Rajoy nadie, absolutamente nadie, le dijera que el sábado tenía que comparecer, dar la cara tras la decisión de pedir un rescate a la UE. Es un error que el presidente de un gobierno ni puede ni debe permitirse, sobre todo porque se trata del día más importante desde que está al frente de un país.

Lo más preocupante es reconocer la falta tras ver la reacción de la sociedad. Un dirigente no se puede permitir el lujo de actuar a posteriori, porque demuestra debilidad, falta de liderazgo y de ideas y ausencia de tacto. Desgraciadamente estamos acostumbrados a ver cómo un presidente se mueve por intereses personales y no de gestión de lo público y, por lo tanto, de actuar pensando en los ciudadanos y ciudadanas.

A pesar de que no es la primera vez que Rajoy se esconde, sí que es sorprendente que lo repita, sobre todo si hace pocos días recomendó a los periodistas que ante cualquier duda le preguntasen a él. Lo tienen complicado si sus comparecencias son escasas. Algunos atribuyen su ausencia a una estrategia meditada en la que lo importante es primero trabajar y luego explicar. A la sociedad, sin embargo, le es difícil entender esta teoría cuando lo que quiere son respuestas rápidas a determinados hechos.

La comunicación de un gobierno no es sólo qué decir y cómo decirlo. También son los gestos y las actitudes. ¿Qué conclusión podemos sacar de un presidente que ante la situación que está viviendo España decida irse a Polonia para ver a la selección española de fútbol? ¿Fue adecuado ese viaje? ¿Nadie le dijo que no fuera porque no tocaba? ¿Cree Rajoy que el trabajo ya estaba hecho y por eso se podía marchar?

Una de las cosas que no se puede permitir un gobierno es contradecirse y marear la perdiz. Rajoy consiguió reunir estas dos palabras en su comparecencia sobre el rescate. Se contradijo en dos aspectos fundamentales: desautorizó a su ministro de Economía, Luis de Guindos, al afirmar que el rescate no afectaría al déficit e intentó vender como positivo un rescate que Rajoy negó hasta el último día.

Pero el Presidente del Gobierno también mareó la perdiz con eufemismos, con expresiones del tipo "es una línea de crédito" o "un apoyo financiero" cuando, en realidad, es un rescate al cuál tiene que responder el gobierno español. El intento de evitar lo inevitable es otro síntoma de debilidad pero, sobre todo, de menospreciar a una sociedad que necesita conocer la verdad en un momento de crisis económica como el que estamos viviendo.




Más recortes y más miseria

La política de los recortes, obligada desde la UE y, por tanto, por Alemania, es la decisión que han adoptado el Gobierno de Mariano Rajoy y las Comunidades Autónomas. Las consecuencias son horribles, sobre todo en lo que respecta a áreas tan fundamentales como la educación, la sanidad, la investigación y el desarrollo.

Sin embargo, parece ser que no sea una cuestión importante para el PP, que gobierna en mayoría absoluta. Esta semana hemos podido escuchar, por ejemplo, en boca de Carmen Vela, secretaria de Estado para I+D, que sobran científicos en España. Ante este tipo de declaraciones, es evidente que a los gobernantes actuales no se les pasa por la cabeza cambiar la tendencia, pararse a respirar, pensar, creer que los recortes no nos llevan a ningún sitio.

Sin ser un experto en economía, mi análisis es el siguiente. Si los ciudadanos cada día disponen de menos dinero para gastar, ¿cómo va a crecer un país? Si, además, tenemos en cuenta que el problema de España es la deuda privada y no la pública, ¿por qué no se llevan a cabo medidas para fomentar el crecimiento a través de la investigación, el desarrollo, la educación?

Con sólo ver los datos relativos al número de españoles que han emigrado en los últimos años, se podría hacer un análisis pormenorizado de los problemas que existen y de las posibles soluciones. Últimamente entre los amigos y la familia sólo hablamos de la actual situación, con expresiones como las de mi abuela que ha llegado a decir que "de nada ha servido nuestro esfuerzo porque hemos vuelto a los años de la posguerra, donde muchos tuvieron que buscarse la vida fuera para poder vivir".

Lo más traumático es escuchar, leer y ver casos de jóvenes que han tenido una buena formación y que no tienen oportunidades para desarrollar sus conocimientos. Pero también el de personas no tan jóvenes que tienen su especialización, sus años de experiencia y que han visto truncada su carrera por una simple política de reducción de costes.

Las redes sociales son fundamentales para conocer el estado de cosas existente. Cada vez son más los españoles que tuitean o escriben en su muro de Facebook desde otro país, ya sea porque han encontrado un trabajo y se sienten unos privilegiados o porque han ido a probar suerte. La única diferencia de la posguerra a ahora es la comodidad para viajar a otro destino. Pero el fondo, desgraciadamente, es el mismo.