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Reivindico la educación pública y de calidad

Recuerdo cuando llegué al instituto. Era 1990. Mis padres me habían comentado si quería estudiar en Denia, en la pública, o si prefería irme a Cheste porque decían que allí salías mejor preparado para la universidad. Yo dije que prefería ir a la pública y les pregunté: ¿cómo sabéis que los profesores de Cheste son mejores que los de Denia? ¿Acaso no estáis contentos con el nivel que hemos tenido en el colegio de Ondara? De hecho, creo que mis compañeros y compañeras que salimos del colegio público de mi pueblo estábamos bien preparados para dar el salto al BUP, un salto abismal porque la diferencia y la exigencia era muy alta, sobre todo a la hora de adaptarse al primer curso. En ningún momento, durante los años del EGB, tuve la sensación de tener malos profesores, de no estar aprendiendo o de estar perdiendo el tiempo. Mi época del instituto también fue buena. Tuve la suerte de ir a un instituto público con un buen profesorado. Tampoco tuve la sensación de no estar aprendiendo o de que el sistema no funcionara. LA UNIVERSIDAD Casualidad o no, lo cierto es que el peor momento lo pasé en la Universidad. Me decidí por periodismo porque era lo que me gustaba, pero tenía un problema. En el País Valencià sólo existía el CEU San Pablo. Lo comenté a mis padres porque yo no quería ir a la privada y no pretendía que ellos hicieran un esfuerzo extra para que yo estudiara. Les dije que existía la posibilidad de estudiar en Barcelona o Madrid, pero ellos ya habían sacado números y contestaron que no, que resultaba mucho más caro. Tengo que reconocer que estudié la carrera con presión. Constantemente recordaba que estaba en la privada, que no podía hacer el tonto y que tenía que aprobar para no pagar más dinero. A esto se unió el hecho de que parte del profesorado era bastante incompetente, en el sentido de que impartían asignaturas sin haber tenido experiencia. Por ejemplo, no era posible que un profesor diera televisión o radio sin haber trabajado en esos medios. Curiosamente, los mejores docentes fueron los relacionados con Historia. LA ACTUALIDAD Hoy, 22 de marzo, todos los sectores de la educación han decidido hacer huelga en contra de los recortes del Gobierno de Rajoy y de las distintas CCAA que también van por ese camino. Hoy recuerdo todo lo que acabo de escribir en este post. Recuerdo que la educación pública es fundamental para el buen funcionamiento de la sociedad, para la formación de la persona, y que para nada una institución privada puede garantizarlo más y mejor que una pública. La educación no puede ser objeto de negocio, porque es uno de los pilares básicos de la democracia. No se puede tratar a la educación como algo prescindible, como algo que hoy puede ser recortado para equilibrar la balanza. Ni siquiera sería motivo de recortes si la educación fuera la verdadera culpable de la crisis (que no es el caso). La comunidad educativa ha dicho basta, ha alzado la voz para quejarse, para decir que los recortes en educación son antidemocráticos, que la educación tiene que mejorarse día a día y no perjudicándola, que es inversión y no gasto, que todos los esfuerzos deben ir encaminados a tener un sistema educativo apto para todos y todas, independientemente de su religión, cultura o capacidad económica. Por eso digo que hoy, 22 de marzo, más que nunca, reivindico una educación pública y de calidad, y pido que Rajoy y su Ministro de Educación recapaciten y den un paso atrás a sus recortes.

La no comunicación como arma política

El silencio está de moda en la política española. De hecho, en los últimos días han aparecido una serie de artículos de opinión que analizan la situación. En todos los casos se refieren al silencio del Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y si ese silencio le conviene o no en un momento de crisis como el que estamos viviendo. Más allá de la cuestión política, lo que me interesa es relacionar ese silencio con lo que nos encontramos en pleno siglo XXI. Es decir, si el silencio de Rajoy, si el hecho de que no explique claramente lo que se está haciendo cabe en un sistema en el que las redes sociales se están convirtiendo en el motor de una ciudadanía que necesita expresar, contar lo que le rodea. El silencio en política se puede interpretar como no comunicación. Algunos también lo podrán identificar como reconocimiento de un hecho. En el caso de Rajoy, nos encontraríamos con una intención de no querer comunicar y que sean los ministros quienes lo hagan. Si tenemos en cuenta que cada vez hay más personas que utilizan las redes sociales para comunicarse, para informarse y para interactuar, es difícil de entender que el presidente de un país haya decidido utilizar el silencio como arma para llevar a cabo sus reformas. La pregunta sería si la decisión ha sido suya o de su gabinete de comunicación. Cualquiera de las dos respuestas serían preocupantes. La comunicación es fundamental para entender y para entenderse, para comprender, para reflexionar, para explicar. La comunicación ha sido y es una de las herramientas fundamentales para cualquier político, aunque no siempre la han utilizado como debería. ¿Qué mejor situación que la de un gobernante para comunicar lo que se ha decidido? ¿Por qué la comunicación se convierte en miedo cuando se trata de decir cosas impopulares? ¿No creen los gobernantes que si hay una mejor comunicación, sea cuál sea el mensaje, la credibilidad y la reputación puede aumentar? Algunos gobernantes, como es el caso de Rajoy, no entienden la comunicación si no es para un beneficio personal. Los ciudadanos y ciudadanas ya están hartos de esta situación, y un ejemplo muy claro es la cantidad de mensajes que nos encontramos diariamente en las redes sociales. Ahora todos opinan, todos discuten, todos aportan su granito de arena. Y ellos necesitan que un gobernante esté cerca, que explique realmente lo que va a hacer, lo que está sucediendo y dónde nos encontramos. Con el silencio, con la huida, el gobernante se aleja más y más de la sociedad, una sociedad que ha cambiado, que ha entendido que debe ser partícipe de las decisiones, que sabe que puede y debe opinar y que puede y debe exigir. Desde un punto de vista objetivo, es difícil de creer que alguien que tenga una responsabiliad política no vea que la comunicación es necesaria. Eso sí, como ya he dicho, no entendida como algo para su beneficio personal y sí como instrumento necesario para interactuar con el ciudadano. Al fin y al cabo, ellos se deben a sus votantes. El día que muchos de los políticos y gobernantes entiendan que son servidores públicos y que el diálogo con la sociedad es lo que importa, la comunicación en política tendrá sentido. Lo tienen muy fácil. Las redes sociales permiten que el político y gobernante puedan hablar con sus votantes y con los que no les han votado. La pregunta es si están dispuestos a hacerlo. Algunos lo han conseguido o han entendido que ese es el camino para una mayor credibilidad. Otros, como es el caso de Rajoy, todavía no lo han visto. En su caso es grave, puesto que es el máximo responsable de un país que está muy cerca de la intervención.