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Sonidos inconfundibles en Ciudad de México

Uno de los sonidos más característicos de Ciudad de México es el del avión. Diariamente y en cualquier momento sobrevuelan aviones y aviones por el cielo del DF. Al final este sonido se convierte en parte de tu vida y lo consideras como algo normal, aunque al principio no daba crédito a la cantidad de aviones que salen y llegan a Ciudad de México.

Y es que cuando miras hacia arriba te puedes encontrar muchas sorpresas. Por ejemplo, ver a un helicóptero, bajar la cabeza y observar a un guardia de tráfico gesticular más de la cuenta. Me quedé alucinado con lo que hacía el policía. El señor me miró y me guiñó el ojo riéndose. Cuando me acerqué a él me dijo que estaba haciendo como que trabajaba porque lo estaban vigilando desde el aire. No supe qué decirle. El hombre insistió que estaba contento porque de momento no lo habían pillado sin hacer nada.

Otro sonido inconfudible es el de los vendedores de tamales. Bueno, ellos no hablan, lo hace un megáfono. Y no tienen ninguna hora concreta para ir por las calles. Lo mismo escuchas esa voz a las 9 de la mañana de un domingo que a las 10 de la noche de un jueves.

Y es que estamos rodeados de sonidos, de situaciones que tal vez no las vuelvas a ver...o sí. No sé si volveré a encontrarme a algún taxista como el de ayer que empezó a hablarme de la NBA (liga de baloncesto de los Estados Unidos), o al de hace unos días que me habló de lo que para él es México y lo que debería hacer el país para "librarse" del control de los Estados Unidos. O, tal vez, vuelva a coincidir con el taxista que me comentó que nunca había salido del país y que su gran ilusión es poder tener unas vacaciones con su familiar fuera de México.

A pesar de que ya hablé del tema, me sigue sorprendiendo la variedad que existe en la decoración de un autobús. En muchos casos existen símbolos religiosos, pero creo que lo de ayer superó todo lo visto hasta ahora. El conductor tenía un altar en pequeñito a su lado, con flores y todo. En otras ocasiones me he encontrado con muñecos, pegatinas o frases inspiradoras.

Por cierto, a pesar de llevar casi medio año en Ciudad de México, no he visto todo lo que tengo que ver. Todavía no he ido al Museo de Antropología. Nunca encuentro el domingo adecuado para hacerlo porque normalmente prefiero aprovechar que cortan el Paseo de la Reforma (una de las avenidas más importantes del DF) para correr. Pero prometo hacerlo pronto. No podrá ser el próximo fin de semana puesto que tengo que salir del país antes de que expire mi visa de turista. El lugar elegido ha sido San Antonio, Texas. Es una ciudad que no tiene nada de especial. La elegí porque fue el billete de avión más barato que encontré. Eso sí, para los mexicanos es una ciudad clave puesto que allí van muchos de ellos a comprar ropa (dicen que es más barata).

             El Ángel de la Independencia está en el Paseo de la Reforma. Aquí estoy sentado.

Por lo demás, mis entrenamientos van en aumento. Mi objetivo es el Maratón de Berlín de septiembre y pronto tengo que empezar a hacer rodajes más largos. Tendré que pensar alguna ruta para poder hacerlos. De momento sigo corriendo en un parque rectangular. Es aburrido porque sólo doy vueltas. Aunque creo que es más aburrido para los que están allí porque es normal que se harten de verme. Ayer, por ejemplo, estuve una hora dale que te pego y una pareja estuvo allí sentada durante todo mi entrenamiento. Estoy seguro que al final dijeron: "chico, ya lo tienes bien, ¿no?"

Espero que el próximo post que escriba sea para deciros que ya encontré una nueva habitación. De momento todo lo que he visto no me ha gustado, hasta el punto de que en la última cita llegué a la finca y, al verla, decidí darme la vuelta y marcharme. Seguiremos informando.


El tráfico en Ciudad de México: un mundo aparte

Sin lugar a dudas la imagen de la semana me la encontré ayer cerca del Ángel de la Independencia, uno de los monumentos más importantes de la Ciudad de México. Estaba esperando en un paso de peatones para cruzar. El semáforo de los coches estaba en verde, pero no podían pasar porque unos policías estaban en el medio. Su intención era aligerar el tráfico en sentido perpendicular. Lo que me asombró fue que los coches que estaban parados empezaron a pitar y pitar sin parar e incluso alguno se saltó el cordón de los policías y pasó sin problemas. Y es que creo que junto con El Cairo, el DF es la ciudad donde más estoy escuchando el pito de los coches.

El Ángel de la Independencia


Hablando de vehículos, en México DF también hay gorrillas. La diferencia es que muchas veces no lo ves. Sólo distingues una botella o un recipiente de plástico en la mitad de una zona de aparcamiento. Cuando haces la intención de quitarlo es cuando aparece de la nada para preguntarte si vas a aparcar.

El tráfico y el caos se contraponen a la meteorología que ahora estamos viviendo. A pesar de ser febrero y de que me dijeron que era un mes de frío, la verdad es que la temperatura de ahora me recuerda a los mesos de mayo y junio de Valencia. Sin embargo, ahora es una temporada muy seca y lo noto mucho. Lo malo es que en abril hará mucho calor y habrá que esperar a mayo-junio para que empiecen las lluvias y se refresque y humedezca el ambiente.

Ahora ya puedo decir que tengo 37 años. Es un número bonito, pero hubiese preferido quedarme en los 36. A pesar de la distancia y de la diferencia horaria, mucha gente me felicitó. A lo mejor os parece una tontería, pero el simple hecho de que alguien te diga "Felicidades" es un momento de alegría puesto que alguien se ha acordado de ti o, al verlo en su calendario de Facebook, ha tenido la voluntad de escribirlo. El hecho de cumplir años en México me permitió comprobar que aquí eres el auténtico protagonista en el sentido amplio de la palabra, puesto que la tradición es que los demás te traigan un pastel y no lo hagas tú, hasta el punto de que si sobra tienes el derecho (y diría también la obligación) de llevártelo a casa.

Mientras escribo estas palabras estoy escuchando un grupo mexicano que se llaman Sixties Guns. Son de Tijuana y me han sorprendido gratamente. También me sorprendió hoy ver a una mujer con su perro y agarrarlo cuando pasé corriendo. La saludé, la aplaudí y le di las gracias. Eso sí, al cabo de 5 minutos me vi en el suelo puesto que ya era de noche y tropecé con una de tantas alcantarillas que se salen por encima. Por si acaso, me levanté enseguida para que nadie me viera, aunque no lo logré; alguien me vio.

Y es que aunque estés en la mejor calle de la ciudad, es obligatorio mirar siempre hacia abajo. Los baches y los agujeros están a la orden del día. Forma parte de la idiosincrasia de un país en el que todo es posible, hasta el punto de que en el trabajo regales unas entradas para un partido y los afortunados no vengan a por ellas, o que un autobús se enfade contigo porque estés cruzando un paso de peatones. Mi reacción fue saludarle.

Hoy me estreno con una fotografía. Intentaré ir añadiendo algunas más para que os acerquéis a una ciudad que te sorprende día a día. Seguiremos informando.





Un cumpleaños extraño en Ciudad de México

Mientras escribo esto ya es mi cumpleaños en España, pero no en México. Raro, ¿verdad? Así que no sé qué hacer, no sé cuándo celebrarlo. Lo que sí que sé es que será un aniversario extraño porque no lo podré celebrar como quisiera. De todas maneras, la gente que me conoce se está acordando de mí y no me encuentro sólo.

Ya que hablamos de cumplir años, una de las imágenes que más me encuentro los fines de semana es la de buen número de limusinas custodiadas por jóvenes mexicanos. Al principio no sabía de qué iba la historia y pregunté al primer peatón que encontré. Me explicó que en México cuando las chicas cumplen 15 años celebran que ya son mujeres y hacen una fiesta. En muchas ocasiones alquilan una limusina e invitan a sus amigos. En una de tantas, la quinceañera me miró cuando me los crucé y me saludó. Inmediatamente recordé cuando tenía 15 años.

Y ya que hablamos de edad, creo que los mexicanos son "come años". Hoy, por ejemplo, el señor del taxi me dijo que tenía 73 años. Parecía mucho más joven. También me ocurre con mis compañeros de trabajo. Todos parecen más jóvenes.

El taxi en México es un mundo que me aporta mucho. Las conversaciones que tengo son dignas de grabación. Ayer tuve la mejor. Pregunté al taxista cómo le iba el día y me contestó que muy bien, que no tenía derecho a quejarse porque sólo vivimos una vez y que agradecía poder trabajar. Sus palabras me marcaron bastante porque precisamente vine a México porque no encontraba una oportunidad laboral en España y porque mucha gente lo está pasando mal. Tanto es así que este sábado más de 800 personas fueron despedidas de Canal 9. Para mí fue muy triste porque echaron a ex compañeros de trabajo que me lo enseñaron todo.

Mientras espero que ya sea 11 de febrero en México, aprovecho para deciros que, de momento, no he vuelto a comer tacos en la calle, pero sí que probé un mezcal muy bueno. El mezcal es de la familia del tequila, pero me pareció más bueno porque era más afrutado. Lo más curioso fue que no se toma con trozos de limón sino con trozos de naranja. Me gustó la mezcla.

En pocos días debo cambiarme de casa y también debo salir del país porque el 4 de marzo expira mi visa de turista. Todavía no sé a dónde volaré para poder generar 180 días como turista. De momento sigo sin poder tramitar mi visa de trabajo y hoy ya sé cuál es el motivo. Según la persona que decidió sobre mi expediente, existió un defecto de forma puesto que entendió que periodista y corresponsal no son lo mismo. En Migración me dijeron que presentara mis papeles en el grupo de corresponsal porque así lo reflejaba mi situación (muy raro), y resulta que después me dicen que los papeles no estaban bien porque tendría que haber puesto periodista. En fin, sin comentarios.

Por cierto, ya estoy más tranquilo. El otro día me crucé con un corredor y pude notar que tiene los mismos síntomas que yo: mucha mucosidad y respiración un poco jadeante. Pensaba que sólo me pasaba a mí. Espero poder adaptarme definitivamente a la altura en poco tiempo, porque no consigo correr con comodidad. Hoy, por ejemplo, hice 13 km y bien, pero no siento esa frescura que tenía antes de venir a México.

Hoy, para acabar mi relato, quiero daros las gracias por leer mis palabras. Nunca pensé que pudieran interesar las historias de alguien como yo, un chico corriente que por X motivos decidió emigrar. Los mensajes de ánimo en redes sociales y los comentarios de la gente cada vez que escribo me ayudan a seguir adelante. Si no fuera así, creo que no hubiese aguantado 5 meses en México. Seguiremos informando.







Las repercusiones de comer tacos en las calles del DF

Tras 5 meses en México, al final me decidí a comer unos tacos en la calle. Sí, lo sé, fue una decisión arriesgada, pero lo tenía que hacer para saber si mi estómago ya estaba lo suficientemente fuerte como para aguantarlo. La verdad es que estaban buenos. Me comí 4: dos de suadero (carne de vaca) y dos de campechano (carne de vaca con longaniza o chorizo). Unas horas después estaba feliz porque no noté ningún tipo de consecuencia gastrointestinal. Sin embargo, por la noche empezó el festival. Me ahorraré algunos detalles, pero la conclusión es que mi estómago todavía no está preparado para comer tacos en la calle.

De la misma manera sigo sin acostumbrarme a tener que esperar en un paso de cebra. Lo que hago es empezar a caminar e indicar a los coches que paren. Por suerte me suelen hacer caso, aunque alguno se enfada conmigo. Lo normal sería que yo me enfadara con ellos. Es toda una aventura cruzar una avenida muy importante. Cuando estoy cruzando un paso de peatones me siento bien porque es el único momento que me siento más importante que el coche. Es una liberación. 

Tampoco me he acostumbrado a que preguntes a un conductor de autobús si va a una determinada dirección y que me conteste otra cosa que nada tiene que ver con lo que le he preguntado. Me ha ocurrido en algunas ocasiones; la última fue el pasado fin de semana. Pregunté al señor si su autobús iba en dirección a la Colonia Condesa. Me dijo que iba al Metro Sevilla. Le volví a preguntar si pasaba por Condesa y me dijo que iba a Metro Sevilla. A la tercera tampoco fue la vencida. Al final decidí pagar, sentarme y esperar. 

No sé si os ha pasado alguna vez pero, dependiendo de la canción ,veo las cosas de una manera o de otra. Si, por ejemplo, estoy caminando y estoy escuchando una canción que me pone las pilas, veo la Ciudad de México como algo interesante, como una aventura que a lo mejor muchos querrían hacer. Si estoy escuchando una canción más tranquila pienso que el DF es un caos, una anarquía. Lo mismo me ocurre cuando antes de salir de casa he escuchado o no una canción que me ha hecho sonreír. Si lo he hecho, salgo de mi habitación como si fuera la persona más importante del mundo. Si no lo he hecho es como si me faltara algo, como si estuviera triste. 

Una de las mejores imágenes que me he podido encontrar en los últimos días fue cuando vi Ciudad de México desde la altura. Fue desde la Torre Latino, un edificio que durante un tiempo fue el más alto de la ciudad y que se encuentra cerca del Zócalo.  Era de noche y lo que me encontré fue maravilloso. Desde siempre he sido un enamorado de las imágenes aéreas, de ver ciudades desde lo alto. Me senté y me quedé una hora sin hacer nada, sólo mirando, sólo comprobando si había estado en un lugar determinado o no. Desde que estoy en el DF ha sido uno de los momentos de mayor libertad que he tenido. 

Libertad, qué gran palabra. No entiendo que algunos estén en contra de ella, ya sea porque no te dejan trabajar con tranquilidad, ya sea porque te autoimpones restricciones tontas, ya sea porque tienes prejuicios y miedos. Animo a la gente que desea tener libertad, que desea tomar una decisión pero tiene miedo de hacerlo. Mucha gente me ha preguntado últimamente si le recomiendo que venga a México. Mi contestación es simple: "haz lo que te dicte el corazón, haz lo que desees". Seguiremos informando. 





Ciudad de México: Polanco y sus curiosidades

Es curioso cómo mirando la fachada de una embajada puedes saber si el país es o no pobre. Os digo esto porque es una de las cosas con las que más me he fijado desde que vivo en el barrio de Polanco. En esta zona existen muchas embajadas. Me llama la atención cómo en una misma calle te puedes encontrar a la Embajada de Rumanía y a la de Alemania y comprobar que, efectivamente, hasta en eso se demuestra la opulencia y la miseria de un país. En este caso, la de Rumanía es una casa tétrica, fea y descuidada, mientras que la de Alemania está muy bien cuidada, es bonita y muy cara.

También me resulta muy curioso observar que a pesar de que España tenga miseria y paro, se permite el lujo de tener una embajada grande, muy grande, y cara, muy cara. Siempre que paso por delante de ella me hago la siguiente pregunta: ¿es necesario tanto? Lo interesante del tema es que me comentaron que el embajador vive en una zona exclusiva de Ciudad de México y no es una casa precisamente muy barata.

Os quería contar todo esto porque mi trayecto de la casa al trabajo es de lo más divertido. No sólo veo embajadas sino que también veo a numerosos judíos ortodoxos con sus vestimentas y barbas particulares, así como al joven judío de la bicicleta que se dirige a algún lugar que desconozco. Precisamente, el otro día ese chico llevaba una bufanda del Barça y se me ocurrió decirle: "Força Barça". El chico me miró con cara rara y se marchó. Lo bueno es que al cabo de 5 minutos, me lo volví a cruzar y me hizo la señal de la victoria. Creo que al final sí que me entendió.

También suelo coincidir con el señor que abre la puerta de un garaje. Parece que tenemos telepatía puesto que siempre que me lo encuentro está abriendo esa puerta. Recuerdo al grupo de trabajadores de una obra que siempre están comiendo algo cuando paso por delante de ellos. Y, por supuesto, no puedo olvidar a la señora que está barriendo la acera en un punto determinado de mi trayecto.

Todos ellos son protagonistas de mi historia. Ellos no lo saben, pero forman parte de ella. De igual manera, también entran los pequeños momentos que nunca olvidaré, como puede ser estar sentado en un parque contemplando lo que ocurre a mi alrededor, o buscando un pan que me recuerde al que me comía en Valencia. Tengo enormes dificultades para conseguir una barra de pan que me provoque esa paz interior que necesito cuando quiero hacerme una simple tortilla.

Imágenes, pequeñas historias, protagonistas que pasan por mi lado, que no se dan cuenta de que están en mis pensamientos y en mis palabras. Porque, ¿cómo va a creer el señor que en estos momentos está pasando por la calle vendiendo oaxaqueños con un megáfono incorporado que ahora le estoy mencionando en este post? ¿O por qué tiene que pensar el portero de mi edificio que todas las mañanas me da la mano para saludarme que también lo estoy nombrando?

Todos ellos se quedarán en mi memoria cuando no esté aquí. De momento no sé cuándo llegará el día que me marche. Lo que sé es que hoy hace 5 meses que llegué a Ciudad de México sin saber que sería de mí. A día de hoy tampoco puedo deciros qué me ocurrirá en unos meses. Intento vivir el día a día y no agobiarme. Lo interesante es que mis sentimientos son como una montaña rusa: un día estás muy animado y te crees el rey del mambo, pero al día siguiente sólo piensas en marcharte, en decir basta. Y es que en esta ciudad todo es posible, hasta el punto de que un día te puede salir todo mal y al día siguiente todo lo contrario. No hay un término medio.

Realmente este espacio sirve para desahogarme, al igual que cuando corro. Son los mejores momentos. Digo y pienso lo que quiero, me imagino historias o, simplemente, me dejo llevar. Sobre todo me permite llenar el vacío que tengo durante muchos momentos del día, sobre todo durante el fin de semana. Correr, escribir y escuchar música. Gracias a estas tres cosas estoy sobreviviendo en México. De todas maneras, nadie me dijo que sería fácil. Lo asumo. Seguiremos informando.

Ciudad de México y sus pequeñas historias

Empiezo a escribir estas palabras con un poco de cabreo. Ya se me pasará. La cuestión es que hoy quedé con un chico para que me enseñara una habitación. Cuando llegué a la dirección indicada, llamé por teléfono para comprobar que, efectivamente, no me había equivocado y la sorpresa fue que el chico me dijo que no se encontraba en el apartamento puesto que había tenido que salir a trabajar y que se le había olvidado la cita. Mi respuesta fue que podría haberme avisado; me contestó que lo sentía mucho y que no lo hizo queriendo. Faltaría más, le dije. Y así acabó esta conversación surrealista.

Sin embargo, fue un viaje divertido. Por el camino me encontré con chicas con unos tacones de dos palmos de alto (no exagero) andando como un pato, con dificultades y perdiendo el equilibrio, pero allí estaban ellas andando orgullosas. Me dieron ganas de decirles que se quitaran los zapatos y fueran con unos de suela plana o que fueran descalzas. Sufrí por ellas.

También pude comprobar lo que es que un conductor de autobús vaya despacio. Hasta hoy no lo había vivido. Fue una sensación maravillosa, muy parecida a la que tienes cuando no estás pensando en nada y te dejas llevar por los acontecimientos. El señor conducía tranquilo, sin prisas, sin agobios, sin estrés. Estuve a punto de no bajar y seguir allí sentado.

El viaje también dio para que conociera nuevas rutas por la ciudad y para verla desde otra perspectiva. Parece mentira lo que puede cambiar una ciudad si la ves con los pies en el suelo o sentado en el transporte público. Hoy pude ver que muchas personas aprovechan los semáforos en rojo para acabar de arreglarse, para comprar alguna comida que vendan en la calle, para hacer cara de tener prisa y estar esperando que salga el verde y acelerar rápido o para enfadarse porque una persona cruza la calle y él no puede pasar.

Pronto voy a hacer 5 meses en Ciudad de México y todavía no estoy acostumbrado a ella. Sin embargo, cada día tengo más respuestas a la hora de afrontar una situación que desconozco. Creo que la clave es dar la sensación de que la controlas a pesar de que no sea verdad. En ningún momento me he sentido observado ni extraño. Se nota que los mexicanos están acostumbrados a recibir gente de otros países.

Eso sí, se sorprenden cuando les hablo de la corrupción en España. Lo primero que me dicen es: "el problema que tienen ustedes es que para vosotros es algo nuevo. Acá ya estamos acostumbrados a eso". Ante esta respuesta prefiero no decir nada puesto que tienen razón. Sin embargo, me sigo indignando por lo que leo y escucho. Tengo claro que soy una consecuencia de todo lo que está ocurriendo en España, pero no van a conseguir que me derrumba.

Y, sí, sigo corriendo. Seguramente pensaréis que tengo una vida aburrida, pero la gente que corre me va a entender cuando diga que hacer deporte, correr es una forma de vida. Ayer tuve una situación embarazosa puesto que una furgoneta casi me atropelló. Iba corriendo al lado del bordillo y, de repente, vi que una furgoneta iba casi a mi ritmo con intención de hacerse a un lado y parar. No sé si el señor controlaba la situación pero, de repente, me vi la furgoneta encima. Cuando le dije que qué estaba haciendo, el conductor me contestó: "tranquilo, amigo...está controlado". Yo no lo tenía tan claro.

Y es que aquí eres amigo de todos. Es la coletilla que utilizan muchos mexicanos para tratar de venderte algo, para saludarte o para contestarte. Me siento extraño cuando me lo dicen, puesto que hace tiempo que no veo a mis amigos y los echo de menos. Por lo menos sé que me tienen presente, que se acuerdan de mí. Así como mi pareja y mi familia. Desde aquí les mando un fuerte abrazo y les digo que estén tranquilos porque voy a seguir luchando por un futuro digno. Seguiremos informando.