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Escuchar el himno de México antes de correr

Sin duda el momento más extraño de la última semana en Ciudad de México se ha producido hoy. Me he levantado pronto para participar en una carrera de 10 kms. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, cuando ya estaba en la línea de salida, junto con 6.000 personas más, el speaker ha dicho lo siguiente: "antes de dar la salida cantaremos todos juntos el himno de México". He mirado a la chica que tenía al lado y le he preguntado: "¿es en serio lo del himno?" Su respuesta: "Sí, es lo que hay. Por cierto, pareces profesional. ¿Por qué no te pones más hacia adelante?". Por supuesto, no he sabido qué decirle.

Y es que hay veces que no solo se piensan que eres un atleta profesional, sino que también creen que te pareces a alguien como Alejandro Sanz (así me lo dijo un mendigo tras pasar por su lado). Son momentos que te provocan una sonrisa, momentos en los que olvidas si vale la pena seguir haciendo lo que haces. Ese momento también se produce cada vez que realizo el tramo de casa al trabajo o del trabajo a casa en bicicleta, puesto que suelo pasar por zonas de bares, restaurantes, con gente caminando, comiendo, hablando, riendo. Es un momento de no pensar, de solo mirar y observar.

Justo hoy, cumplo 4 semanas en el DF en mi segunda etapa. Es sorprendente, pero todavía no he cogido un taxi. Lo he sustituido por el metrobús donde te encuentras de todo. Lo último fue que un señor que estaba a mi lado se enfadó porque no le dejaban pasar para salir y bajarse a la parada que él quería. Yo le dije que si sabía que en la próxima iba a bajar que por qué no se iba acercando hacia la puerta. El señor me contestó: "es que no me conozco las paradas y, además, estaba medio dormido". Lo de estar medio dormido me lo creo porque la gran mayoría de la gente aprovecha los trayectos en transporte público para dormir. Supongo que es porque viven lejos.

La suerte de tener un cine cerca es que puedo ir las veces que quiero. Ya me he acostumbrado a ir solo y no está tan mal. Lo que hago es esperar que empiece la película (porque suelen poner unos 20 minutos de publicidad antes) y concentrarme. Sí que suelen haber situaciones un poco embarazosas como la del otro día que me tocó sentarme al lado de una pareja que se estaba besando de tal forma como si se acabara el mundo y tuve que molestarlos un momento para pasar y sentarme. Al final de la película me hubiese gustado preguntarles si se enteraron de algo. Lo más curioso de los cines mexicanos es que la gente es muy respetuosa con la basura puesto que cogen todo lo que se han comido y lo tiran en las papeleras que hay fuera de la sala. Eso en España no lo he visto nunca.

Por cierto, no sé si he contado que, además de los coches, los peatones también son anárquicos a la hora de caminar. Lo he comprobado mientras corro. Ellos nunca miran, solo hacia adelante, y tienes que sortearlos de vez en cuando. También suele ocurrir que antes de hacer un movimiento no miran; puede suceder que te pisen sin querer, que abran la puerta de un taxi cuando estás a punto de pasar por allí o que te empujen para salir del metro sin importar que tú también vas a salir y que hay tiempo.

A pesar de todo, esta ciudad tiene una vida increíble. Yo creo que nunca duerme del todo. Sea a la hora que sea hay gente por todos los lugares y mucha vida en la calle. Seguiremos informando.






Las sorpresas del metrobús de Ciudad de México

Desde que he llegado de nuevo a Ciudad de México, las mejores historias me las encuentro en el metrobús. El otro día iba de pie tan tranquilo, sin estar apretado y sin preocuparme por nada. De repente subió un señor que iba de un lado a otro, borracho. La casualidad hizo que se pusiera a mi lado.  A los 30 segundos me miró y me indicó con su mano si la dirección era la correcta para ir a una determinada estación. Empecé a hablarle, pero no me entendía. Al poco me di cuenta que era sordomudo. Ya os podéis imaginar el cuadro: explicar a una persona borracha y sordomuda que íbamos bien, que le quedaban X paradas y que estuviera tranquilo.

También es sorprendente, ahora menos, que cuando compras algo en un lugar el chico o la chica que te atiende siempre dice lo siguiente en voz alta: "recibo XXX". Recuerdo el primer día que lo escuché y lo que dije: "Ya sé que te doy 100". Su contestación fue: "es para asegurarnos que, efectivamente, usted me ha dado ese dinero".

Y es que, a pesar de que lleve un año en el DF, cada día me sorprendo de muchas cosas. Por ejemplo, en esta ciudad no suelen haber contenedores y la forma de tirar la basura es esperar a que por la mañana pase el camión de la basura. Para enterarte solo tienes que esperar que suene una campanita, salir con tu basura y entregarla. Así de sencillo.

Sé que no hablo mucho de mi nuevo trabajo pero, de momento, no ha pasado nada extraordinario. Bueno, sí. Puesto que reviso el contenido que aparece en redes sociales sobre Telmex (Teléfonos Mexicanos), de vez en cuando tengo que ir a la sede de esta empresa a alguna reunión. Os prometo que el primer día que fui pensé que había retrocedido 30-40 años en el tiempo. Se trata de un edificio con una estética desangelada, fría, de líneas rectas y decorada como si estuviéramos en los años 70-80. Me dio miedo.

El mismo miedo que cuando corro cerca de algún parque y los perros andan sueltos, o cuando decido entrenar en el Paseo de la Reforma y me encuentro una manifestación de miles y miles de personas, o cuando decido salir a la calle y, de repente, el cielo se pone muy negro porque es sinónimo de que en breves segundos va a llover muy fuerte. De hecho, llegué el 1 de septiembre y desde que estoy aquí solo NO ha llovido un día.

La verdad es que en mi segunda etapa en México me está costando más la adaptación que cuando vine por primera vez. Y yo creí que no sería así. No sé a que puede deberse, pero estoy notando más mi soledad. Espero poder sentirme de otra forma en breve porque no me gustaría pasarlo mal. Trato de combatirlo con el deporte, paseando o quedando, de vez en cuando, con gente que conozco. Sin embargo, la sensación es que algo me falta, algo falla. Seguiremos informando.

Nada es lo que parece en Ciudad de México

En México muchas cosas no son lo que parecen. Por ejemplo, cuando crees que por ser sábado irá el metrobús vacío, te encuentras con la sorpresa de que va lleno. Si piensas que por llover todos los días por la tarde no va a hacerlo por la mañana, también te puedes llevar una sorpresa. Si crees que por ser el único que está en un establecimiento te van a atender rápido, puede ocurrir que no sea así y tengas que esperar.

Al fin y al cabo México tiene sus contradicciones. Siempre digo que mi relación con este país es de amor-odio, pero no sabría decir que gana más, si el amor o el odio. Lo que está claro es que el día a día en el DF es una aventura. La imagen de la semana fue, sin duda, la de un chico que tuve al lado del metrobús. Estaba estudiando chino en voz alta, pronunciando las palabras muy, muy concentrado. Lo que consiguió fue que los que estábamos allí lo miráramos y después aplaudiéramos.

Mientras escribo estas palabras, por la ciudad pasan miles y miles de coches, taxis y camiones con la bandera de México. El día 15 de septiembre se celebra el Día de la Independencia y, huelga decirlo, los mexicanos lo aprovechan para mostrar su fervor patriótico. La verdad es que me da envidia sana de verlo puesto que a mí no me ocurre con respecto a España. Lo más importante de ese día es que en las diferentes plazas del país se celebra el llamado "Grito". Su nombre tiene que ver con la siguiente frase: "fuera gachupines". Los gachupines son los españoles. Así de directo. Es una forma de reivindicar su independencia de un país, España, acostumbrado a colonizar y a mandar porque sí.

Sí que es cierto que últimamente solo me doy cuenta de que estoy en la segunda ciudad más grande del mundo cuando cruzo la Avenida Insurgentes, la que dicen que es la avenida más larga del mundo. Mi vida se reduce en estar entre dos colonias, pero cuando cruzo Insurgentes entonces me doy cuenta de que estoy en el DF: coches, gente, ambulancias, policías...Cuando desaparece la avenida de mi vista me vuelvo a sumergir en mi propio mundo.

El mundo del cuál hablo es La Roma, que es donde vivo. Puedo decir que es la colonia que más me gusta de la ciudad. Por varios motivos. El primero, y más importante, porque me recuerda al barrio de Benimaclet de Valencia: casas bonitas, tiendas de barrio, ambiente joven...El segundo motivo es porque está muy bien comunicada. Y en tercer lugar me gusta mucho la Roma porque tiene un ambiente bohemio que me seduce. Me gusta pasear por las calles, ver las tiendas, peluquerías, cafés, quedarme parado mirando la fachada de una casa...Lo malo es que es la zona más frágil de la ciudad y donde se notan más los temblores.

Mi segunda etapa en México ha durado, de momento, 15 días. Todavía no he cogido un taxi y lo necesito. Necesito escuchar alguna historia rara, diferente del taxista de turno. Mientras tanto, sigo corriendo y entrenando, aunque a menor ritmo porque vuelvo a notar la altura de la ciudad. No he cambiado de lugar de entrenamiento, lo que significa que los coches son mi acompañante. Los echaba de menos. Seguiremos informando.

Visto y no visto

Después de mi último post han pasado bastantes cosas en mi vida. La primera y más importante es que estuve un mes en mi tierra. Lo que recuerdo ahora fue cuando llegué a Barajas. Allí me sucedieron dos cosas muy curiosas. La primera fue lo corto que llevaban los pantalones las chicas (ahora se lleva tan corto que es preciso que se vea algo de la nalga); lo segundo fue que ahora hay billetes de 5 euros nuevos y que yo desconocía.

Mi estancia en mi pueblo en Ondara fue increíble. Fue una mezcla de alegría y de extrañeza. Lo que más me gustó fue notar la alegría de la gente al verme, fueran o no amigos. Por un momento me sentí el chico más importante del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, me sentía desubicado, raro...a pesar de que nada había cambiado, a pesar de que pareciera que nunca me hubiera marchado.

El mes en Valencia y en Ondara se resume en lo siguiente: playa, relax, comer, beber y entrenar. También tuve de tiempo de ir a Madrid a tramitar mi visa para volver a México y de ver a bastante gente. Fue corto pero intenso.

Y vosotros diréis, ¿finalmente conseguiste la visa? Siempre he dicho que en México me suceden cosas surrealistas. Y una de ellas fue que me hicieron una oferta de trabajo justo el día que me iba a Valencia. La empresa me dijo que me harían los papeles y que aprovecharían mi viaje para tramitar mi visa en un consulado de México en España. Y así fue. El tiempo que tardé en que me dieran la visa fue el tiempo que estuve en mi tierra.

El regreso al DF fue muy diferente al de la primera vez. Ya conoces la ciudad, ya te ubicas, ya conoces a gente. Nada que ver con el 6 de septiembre de 2012, una fecha que tengo guardada en mi memoria para siempre. Llevo una semana aquí y se resume en lo siguiente: empezar en el nuevo trabajo y comenzar a vivir en una nueva casa. Ahora estoy en la Colonia Roma, cerca de donde vivía anteriormente. Siempre ha sido la colonia que más me ha gustado, no solo por el ambiente, sino también por la arquitectura de las casas. Lo único malo es que es la zona donde más se sienten los temblores. Vivo en una planta baja.

De nuevo he vuelto a oler comida en la calle, a cruzar las calles en plan kamikaze y a correr en altura. Pero, sobre todo, he vuelto a mojarme cada tarde con la lluvia. Por cierto, finalmente no puedo correr el Maratón de Berlín por el trabajo, pero lo más seguro es que me apunte para correr el de Roma en marzo. Yo, de momento, sigo entrenando por las calles de una ciudad, México DF, con tantos contrastes que no solo son difíciles de explicar, sino también en algunos momentos te atrapan. Seguiremos informando.