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Distintas formas de ver Ciudad de México

Por mucho que mire y mire, no he encontrado ningún edificio ni ninguna casa en el DF que tenga persianas. La verdad es que me sorprende porque aquí hace mucho sol. Cuando he estado en países como Suecia, Alemania o Inglaterra puedo entender que no las utilicen puesto que allí el sol casi ni existe, pero en México me trastoca. Cuando voy por la calle veo que las casas están como desnudas, porque lo ves todo.

También puedo ver muchas cosas cuando voy con la bicicleta. Por ejemplo, veo al barrendero que no se inmuta cuando paso por su lado, o a la señora que cruza con prisa antes de que llegue a su altura, o al taxista que me mira con cara de pocos amigos puesto que no me puede adelantar, o al policía que hace su espectáculo con gestos y silbando sin parar mientras espero en un cruce. Es otra forma de ver Ciudad de México.

Observar el DF en domingo también es otra forma de verla de forma diferente. Porque sí que es cierto que parece otra ciudad. Es un día que aprovecho para correr una distancia larga, pero el resto del día lo suelo dedicar a pasear y me fijo en muchas cosas. La gente está relajada, no tienen horario para comer, aprovechan para ir al parque o para no hacer nada. Lo entiendo perfectamente puesto que el ritmo del DF es absorbente.

También es absorbente el olor de las calles. Me recuerda mucho a Estambul. A lo mejor exagero, pero en una misma calle puedes encontrarte 4, 5 o 6 olores diferentes. Creo que ya forman parte de mí. Al igual que la señora que cada día quiere que le compre algo dulce o al chico del establecimiento donde suelo comprar un zumo de naranja. Hoy me dijo lo siguiente: "oye, ¿qué te parece el fichaje de Neymar por el Barça?". Le contesté: "¿Y cómo sabes que soy del Barça?" Lo mejor es su respuesta: "Ándele, ¿de qué equipo se puede ser?". Cada día hablamos de una cosa diferente mientras espero que me dé el zumo: de fútbol, de las distancias existentes en el DF, de cómo me adapto a la ciudad...Es un buen tipo y...¡no sé cómo se llama!

Es divertido ver Ciudad de México de noche, sobre todo en fin de semana. Un día salí a tomar algo y lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de chicos que se dedican a aparcar los coches de los que van a los bares, a los restaurantes o a los pubs. Había momentos que no sabían dónde aparcarlos, pero se las apañaban para que la calle no estuviera cortada y para que no hubiera ningún accidente. Fue curioso ver, por ejemplo, cómo van vestidas las chicas, con tacones de más de un palmo y con vestidos como si fueran de moda. Y también tuve tiempo de observar cómo un chico bastante joven llegaba con un coche y esperaba hasta que le abrieran la puerta. Me dieron ganas de decirle: "chaval, ¿no sabes abrírtela tú?"

Sin embargo, la imagen de la última semana ha sido, sin duda, la de un chico que no dejaba de mirarme en el metrobús y al final me preguntó: "oye, yo el otro día te vi corriendo por Insurgentes, al lado de los coches. Estás loco". Me reí y le dije: "lo que más me sorprende es que te acuerdes de mí cuando por esa avenida pasan miles y miles de coches y personas". Me contestó: "es que me fijo mucho cuando voy en el autobús y te vi. Algún día probaré lo mismo que haces tú". Y se marchó. Seguiremos informando.




De todo un poco en Ciudad de México, una ciudad que nunca duerme

El otro día me atreví a correr por Insurgentes, que es la avenida más larga de Ciudad de México. Pensaba que tendría problemas con los coches, pero no fue así. Los conductores me respetaron. Era una forma más de buscar sentirme libre en una ciudad que nunca duerme.

Si digo que nunca duerme es que sea a la hora que sea siempre hay coches circulando por el DF y personas y hay un movimiento cultural y musical impresionante. Ya he dicho en más de una ocasión que el coche tiene más preferencia que las personas y que en Ciudad de México el tiempo es oro. Tanto es así que hay personas que tardan dos y tres horas en llegar a su lugar de trabajo. Para mí son unos héroes.

Estamos en junio y, en teoría, ya tendría que haber empezado la temporada de lluvias. Sin embargo, durante los días que llevamos de mes, sigue sin llover y han subido las temperaturas. Dicen que durante ese tiempo, cuando llueve, las tormentas son muy grandes. Si os soy sincero, quiero que me pille una de esas tormentas corriendo.

Hace dos semanas salí de la ciudad para visitar Tequisquiapan y La Peña de Bernal, cerca de una ciudad que se llama Querétaro. En la primera ciudad fui porque hacían un festival de la paella en unas cavas (allí es una zona propicia para el cultivo del vino), y en la segunda ciudad porque es uno de los llamados "Pueblos Mágicos". Lo más interesante de ese viaje fue que para trasladarnos de un lugar a otro utilizamos taxis colectivos. Ya me advirtieron que en esa zona son así. Tenía mucha curiosidad por saber cómo eran. Pues son como un taxi normal pero subes con otras personas que no conoces de nada y pagas tu recorrido. Lo segundo más interesante es que pude comer "socarrat". Habrían unos 30 o 40 expositores de paella; podías probar las que quisieras y luego elegir cuál querías comer. Me decidí por una que tenía poco arroz y que sólo le quedaba el "socarrat". Cuando lo pedí, el señor que hizo esa paella me dijo: "tú sí que sabes. A los mexicanos eso no les gusta". Yo contesté: "pues se pierden lo mejor".

Y sí, lo reconozco, echo mucho de menos la comida que hace mi madre. Solo deseo probar nuevamente una fideuà, un arroz a banda, un arroz meloso o un arroz al horno. Cierto, sin arroz no soy persona. Me miro al espejo y pienso: "Toni, estás más delgado". Y, sí, lo estoy. Pero sigo comiendo las mismas cantidades de siempre. Creo, sinceramente, que el tipo de comida mexicana es más digerible porque siempre o casi siempre tengo hambre.

Por lo que respecta a mi día a día, sigo sin poder tener los papeles en regla y sigo aprendiendo expresiones mexicanas. Una de las que más me gusta es "qué pedo". Sería como decir "hostia, no?", o "qué bueno", o "qué mierda" según el contexto. También me sigue sorprendiendo la capacidad que tienen los mexicanos para superarse a sí mismos. Si voy a un bar y pregunto a qué hora se levantó para venir al trabajo me contesta que a las 4 de la madrugada. Si estoy parado en un semáforo con la bici es normal tener a un chico con su carrito de comida que arrastra desde no se sabe dónde. Si subo a un taxi y le pregunto al taxista desde qué hora va con el coche, me puede decir que suele hacer 13 y 14 horas y que solo descansa un día a la semana. Si salgo de casa y me cruzo con el portero posiblemente me diga que no ha podido dormir mucho por la noche y que ahora se marcha a su casa que está a casi dos horas de allí.

Y acabo con una de las imágenes de la última semana: estar en una parada de autobuses, sentarme para comer algo y coincidir en la mesa con un chico que se está comiendo un bocadillo y sudando sin parar. Le pregunté qué le ocurría. Me contestó: "Me enchilé". Eso significa que lo que se está comiendo le pica tanto que por eso suda. Le dije que dejara de comérselo para no sufrir más. Su respuesta fue: "¿Qué dices? Eso es lo que quiero, estar sufriendo". Seguiremos informando.