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Saber esperar

Siempre he tenido envidia de las personas que saben esperar. Para mí siempre ha sido un suplicio porque habitualmente he sido puntual. Lo curioso es que cuando decidí venir a México no pensé en estas cosas. Un mes y tres semanas después me he dado cuenta de que ahora, más que nunca, debo aprender a saber esperar.

Hay diferentes formas de esperar. Desde la de estar de pie en un sitio porque has quedado a una hora determinada y la persona en cuestión tarda en llegar, hasta la de estar delante de un ordenador porque esperas la contestación de un correo electrónico importante. En todos los casos, la paciencia es fundamental. A base de esperar me he armado de ella.

El otro día tuve una entrevista en un canal de televisión. Me comentaron que necesitaban un reportero para temas culturales y me presentaron a la coordinadora. Me explicó que querían a alguien nuevo, alguien que pudiese hacer reportajes en profundidad desde otra perspectiva. Me dijo que le escribiera una serie de propuestas para empezar lo más pronto posible. De esto hace una semana y todavía no he recibido ninguna respuesta. Lo curioso es que andan necesitados.

Este es uno de los muchos ejemplos que me he ido encontrando en Ciudad de México. Y no sólo tienen que ver con cuestiones de trabajo. También en el día a día. Un fin de semana me fui a Cuernavaca para pasar el domingo con mi familia mexicana, Eduardo y María Luisa. Ellos se habían marchado el día anterior y yo me fui en autobús. Era la primera vez que salía de la ciudad en transporte público. Se trataba de un autobús moderno, nuevo y muy cómodo. Al poco rato noto que se para. No le di mucha importancia porque creía que había algún control de policía. Al cabo de 10 minutos decido mirar por la ventanilla y veo al conductor haciendo una serie de señas. No entendía lo que quería decir. 5 minutos después veo que un señor baja del autobús pero los demás siguen en sus asientos. Al final decido bajar para preguntar y el conductor me indica que se ha estropeado el motor y que tendré que subir a otro autobús. Es decir, si no llego a bajar y preguntar creo que todavía seguiría allí sentado.

También existe la posibilidad de que quieras ir a correr y no puedas porque se trata de una hora complicada por el tema de la contaminación, sobre todo si se trata de gente como yo que acaba de llegar y tiene problemas para respirar por la altura. En ese caso también toca esperar.

Y es muy divertido tratar de esquivar las horas punta de la ciudad. Es decir, también es importante esperar una hora prudente para tomar un metro, un metrobús o un pesero. En cualquier caso, muchas veces puedes equivocarte porque no existe una ciencia exacta en DF para decir que a tal hora habrá más o menos tráfico.

A través de estas historias trato de esperar, de ser paciente, de recordar lo que he pasado los dos últimos años en España, de pensar que se trata de una inversión y que más pronto o más tarde tiene que dar sus frutos. Es de agradecer que haya españoles que traten de ayudarte, ya sea con una palabra de ánimo, ya sea porque conocen a alguien del mundo de la comunicación o en cuestiones relacionadas con la tramitación de los papeles. A todos ellos, muchas gracias.

Desgraciadamente, llevo demasiado tiempo en el lado de que necesito ayuda. Lo que más deseo en este mundo es estar pronto en el lado de los que puedo ayudar. Por eso vine a México, para sentir que puedo ayudar a otras personas. Seguiremos informando.




¿A qué jugamos?


La verdad es que no esperaba que mi decisión de venir a México interesara a la gente o, mejor dicho, a los medios de comunicación españoles. Ahora que lo pienso, puedo entender que sea el tema del momento, puesto que es una consecuencia directa de la crisis que vive España.

Si ya comenté que no me siento un valiente por haber emigrado, tampoco creo que mi situación sea peor que la de alguien que no tiene la oportunidad de probar fortuna en otro país y malvive en España. Todo mi ánimo y mi apoyo.

Mientras espero que se solucione el tema de los papeles, me siguen sorprendiendo muchas cosas. Por ejemplo, que antes de salir de casa tienes que mirar bien la dirección a la que quieres ir porque hay nombres de calles que se repiten, y no precisamente están cerca. Puede ocurrir que exista más de una calle con el nombre de Benito Juárez, pero una puede estar en el sur y la otra en el norte.

El momento más divertido del día es cuando quiero cruzar un paso de cebra. Se produce un juego de miradas muy interesante entre los conductores y yo. Puesto que normalmente los coches no paran para que el peatón pase, eres tú el que inicia el juego para hacer ver al conductor que quieres atravesar la calle. Algunos lo entienden al momento y frenan, pero la gran mayoría no lo hace. La solución es que si tienes una cierta distancia, seas tú el que dé el paso de empezar a cuzar la calle para que ellos paren. Si no es así, puedes estar horas y horas esperando.

También resulta curioso que para concretar una entrevista no sólo tienes que haber quedado con la persona en una hora y lugar determinados, sino que ese mismo día, antes de la hora convenida, vuelvas a llamar para confirmar. Si no es así, posiblemente te quedes solo.

Mientras tanto, intento aprender cómo actuar cuando necesitas un taxi por la noche. La cuestión es que a partir de las 12 de la noche el taxímetro ya no existe y tienes que concretar un precio. Aquí también se establece un juego interesante. Al final algunos aceptan que sea mediante taxímetro, otros tratan de timarte y la gran mayoría aceptan un precio.

Trato de pensar en todo esto mientras, de reojo, escucho las nuevas declaraciones de la Ministra de Trabajo, Fátima Báñez. Según esta señora, España ya está saliendo de la crisis. No sé si lo dice porque lo tiene que decir, porque es una ignorante o porque simplemente no sabe más. Pero para los que hemos tenido que emigrar y para los casi 6 millones de parados esas declaraciones son un insulto. Seguiremos informando.





No me considero un valiente por tener que emigrar

En la última semana he recibido tres invitaciones de medios para contar mi experiencia como emigrante en México, sobre todo que explique por qué he tomado la decisión de salir de Valencia. La cuestión es que el tema de la migración está de moda, aunque preferiría que no lo fuera.

Cada uno tiene sus propios motivos, pero en gran medida se trata de personas que no tienen posibilidades de trabajar en España, ya sea porque terminaron sus estudios y no hay hueco, ya sea porque perdieron su trabajo y no tienen otra oportunidad. Yo soy de estos últimos.

Sinceramente, no me considero un valiente. Cuando existe una necesidad las personas estamos obligadas a hacer cosas que de otra manera no se harían. También es cierto que no todos podrían marcharse porque también existen circunstancias personales que te obligan a quedarte. Pero no creo que se trate de valentía; más bien de necesidad, ansiedad o desesperación.

Lo cierto es que hoy, 28 de octubre, me encuentro en Ciudad de México pensando en estas cosas y en los "problemas" que me han surgido con respecto a los papeles. Los tiempos son diferentes y, además, la ley de migración va a cambiar el próximo 9 de noviembre y lo conveniente es tramitarlo antes de ese día. Si no es así, lo más probable es que tenga que tramitar mi permiso desde un consulado de México en el extranjero.

Pero ya que últimamente estoy hablando de mi experiencia en esta gran urbe, hoy no voy a dejar de hacerlo. Ya me advirtieron que la telefonía en Ciudad de México no funciona demasiado bien. Yo creía que tenía que ver con los fallos de cobertura, pero resulta que muchas veces te dan un número de teléfono, lo compruebas muchas veces, y te contesta otra persona. Siempre piensas que lo has escrito mal, pero no.

Ojalá todo fuera como lo que acabo de explicar. Lo peor que me ha pasado en este mes y medio de estancia en México es que te dejen tirado en una entrevista de trabajo. Me dieron una dirección concreta y, cuando llegué, me encontré con un banco. Pensé que era una equivocación. Traté de preguntar, de ir a otros números. Llamé por teléfono, envié un correo electrónico y no obtuve respuesta. Tras más de una hora me volví a casa. Más tarde, ya de noche, se dignaron a contestarme y me reconocieron que era el 263 y no el 163.

Hoy es domingo y Ciudad de México parece distinta. Hay menos ruido, menos coches, menos personas. No ha llovido durante todo el mes de octubre y hay buena temperatura. A primera hora de la mañana y por la noche refresca. En las horas centrales del día hace calor, pero se puede aguantar perfectamente. La gente me pregunta si ya he podido ver lo más importante. Es imposible. Todavía no he visto el Museo de Antropología, la gran joya de la corona mexicana, ni tampoco he podido visitar otras ciudades (sólo Cuernavaca y Tepoztlán). Una vez que resuelva mis papeles y pueda tener un trabajo estable, me lanzaré a conocer mejor la ciudad y el país.

Por cierto, ayer sí que pude correr por los Viveros de Coyoacán. Era el primer día que pude hacerlo entre árboles, sin coches, en un jardín. Fue una sensación maravillosa porque, a pesar de que todavía no respiro de manera perfecta, pude comprobar que no inhalaba humo y que era un aire más puro. Eso sí, si me descuido me dejan allí encerrado puesto que se estaba haciendo de noche y un vigilante ya tenía cerrada una de las puertas de acceso cuando pasé por delante.

Por otro lado, este fin de semana también ha sido la primera vez que un mexicano me ha dicho que una comida no picaba y no picaba. Le di la enhorabuena porque estaba en lo cierto. También he podido comprobar (una vez más) que los mexicanos prefieren mentirte o decirte cualquier cosa antes que decirte que NO. Esto supone que los tiempos se atrasen. Y agota.

A pesar de todo, de que todavía no he empezado a trabajar, no me he arrepiento de la decisión que he tomado. El tiempo dirá, pero la experiencia no me la quita nadie. Seguiremos informando.










La migración es sinónimo de pobreza

El otro día leí la siguiente frase: "la migración es un sinónimo de pobreza". No sé si la podemos aplicar a todos los ejemplos, pero sí que es cierto que el aumento de españoles que han marchado a otros países tiene que ver con esa "pobreza".

El fenómeno de la migración siempre la vi desde la distancia, hasta que mis circunstancias personales han provocado que yo también migre. Lo he hecho con la cabeza bien alta, porque sé que mientras he trabajado en España lo he hecho de la mejor forma posible. Y creo, sinceramente, que mi situación no tiene nada que ver con mi profesionalidad y sí con una estructura de país equivocada.

Independientemente de cómo me vaya en México, creo que tenía que venir. Hoy me he desayunado con un dato terrible: España supera el 25% de paro. Es decir, uno de cada cuatro españoles está en el paro y, lo que es peor, el dato se acerca a los 6 millones. Para un país, esta situación es más que dramática puesto que demuestra que no es tan desarrollado como se creía, no hay oportunidades para la gente, sobre todo para los jóvenes que están formados. Pero tampoco para personas que se han quedado sin trabajo y que ahora no pueden encontrar nada.

Lo realmente triste ya no son los datos que he expuesto más arriba, que también, sino la actitud de los gobernantes a la hora de afrontarlos o de justificar sus decisiones. Nada es justificable desde el momento en que casi 6 millones de personas no pueden trabajar. Mariano Rajoy afirmó antes de ganar las elecciones que con él el paro bajaría. Lleva casi un año en el gobierno y los datos son peores que cuando llegó. ¿Alguna responsabilidad? Por supuesto. Él es el responsable de llevar a cabo una reforma laboral ineficaz y de medidas que están contrayendo todavía más la economía española. No sólo eso. Está tomando decisiones contrarias a las que prometió durante la campaña electoral. Por lo tanto, para mí, el señor Rajoy está cometiendo un fraude y debe convocar elecciones ya que ha mentido.

Tampoco es concebible que Fátima Báñez, Ministra de Trabajo, trate de maquillar los datos con frases como "hay una desaceleración en el incremento del paro". Teniendo en cuenta que esta señora nunca ha trabajado y que, por lo tanto, no puede ni debe ser ministra de trabajo, sus palabras no sólo son un insulto sino también una arrogancia y una falta de sensibilidad que no se puede aceptar por parte de alguien que ostenta un cargo público.

Y no es de recibo que el Rey de España hable de que se ven brotes verdes cuando la realidad es muy distinta. ¿Hasta qué punto usted tiene derecho a hablar cuando lo único que hace es cobrar de todos sin hacer nada y sin enterarse realmente de cómo está la situación? ¿Cree este señor que con estas palabras ayuda a dar una mejor imagen de España en el exterior? Todos, absolutamente todos, saben lo que está ocurriendo en su país y no es momento de frivolizar y de ment

Lo que está claro es que la sangría de personas que se han marchado a otro país (yo soy un ejemplo) no lo arregla nadie. Ni con buenas palabras, ni con manipulaciones, ni justificando las decisiones. La desafección hacia la clase política cada vez es mayor y ellos siguen sin darse cuenta. ¿No creéis que con casi 6 millones de parados no hay motivo para hacer algo?





El metro de Ciudad de México y otras historias

El metro de Ciudad de México es un mundo muy peculiar. Allí he visto de todo. Desde la chica que llora en soledad, hasta el señor que habla a la pared o el joven con auriculares que canta en voz alta.

Pero no me quiero olvidar de los muchos y muchas mexicanas que aprovechan el recorrido del metro para dormir. Seguramente viven muy lejos de su lugar de trabajo y utilizan el vagón del metro para cerrar los ojos y olvidarse de todo. Eso sí, siempre que tengas la suerte de sentarte. El otro día, un hombre que estaba a mi lado empezó a dar cabezadas y se movía hacia mí. Cuando me tocaba se despertaba y me pedía perdón. No me molestaba, pero tuve la suerte o la desgracia de que el trayecto se demoró porque el metro hizo muchas paradas entre estación y estación.

En las horas punta, lo normal es dejar pasar tres o cuatro trenes antes de poder subirte, si es que te atreves a hacerlo. Las estaciones más "problemáticas" son las de los trasbordos. Por ejemplo, la que más utilizo es Tacubaya. Cuando llega un tren, es increíble la cantidad de personas que salen y entran a los vagones. Pero lo más sorprendente es que en el momento en que ha desaparecido el tren, miras a izquierda y derecha y vuelve a haber muchísima gente esperando al siguiente. Es como un bucle.

Ya he comentado ( y si no ha sido así lo hago ahora) que en México es imprescindible tener mucha paciencia. Diría que es fundamental para poder vivir aquí, sobre todo si estás pendiente, como yo, de poder tramitar el FM3, que es el permiso que necesito para poder trabajar. Aparte de los papeles que tienen que ver con tu situación personal, también debes poseer una carta de la empresa que te quiere contratar y una serie de documentos referentes a ella. Pues bien, a estas alturas todavía estoy esperando que la empresa que me realizó una oferta me envíe esa documentación que necesito. En este sentido tengo dos opciones: enfadarme o pensar que esta es la forma de actuar en un país como México. Evidentemente, he optado por la segunda. De hecho, es importante tener en cuenta que quién está viviendo como extranjero soy yo, que soy yo la persona que debo adaptarme a las formas mexicanas y a su cultura, y soy yo el que debo pensar que, en realidad, van a hacerme un favor.

Por lo demás, sigo con mi entrenamiento a más de 2.000 metros de altura. No debería preocuparme por el tema de la respiración, puesto que el pasado domingo corrí por Cuernavaca, que está a una altura mucho menor, y pude correr con tranquilidad, con buena respiración y sin problemas. Tengo ganas de participar en alguna prueba, para saber si ya puedo ir a un ritmo normal de carrera. Y sí, quiero correr una maratón en el 2013, pero no sé cuál. Mi idea era participar en la de París, pero no va a ser posible. Si las cosas me van bien por aquí, lo normal sería correr alguna maratón en Latinoamérica o en Estados Unidos.

De momento he tenido la suerte no estar en un atasco. Es algo habitual en una ciudad de más de 20 millones de habitantes. Me hubiera podido pasar si estoy en un taxi, pero intento evitar tomarlo si creo que es una hora en la que la gente va o se marcha del trabajo. Eso sí, todavía tengo la sensación de ser un extranjero a pesar de que intento disimularlo. Seguiremos informando.





La música es mi fiel compañera en Ciudad de México

La música es mi fiel compañera. Gracias a ella puedo soportar mejor los días. A lo mejor es difícil de entenderlo, pero es así. Intentaré explicarlo.

Con ella voy a todas partes. Si tengo un día malo, de bajón como se suele decir, siempre aparece esa canción que me pone las pilas y me ayuda a intentar ver las cosas de otra manera. Ayer, por ejemplo, quedé con un señor para que me enseñara dos habitaciones que tenía disponibles en Coyoacán. Cuando llegué me encontré con la sorpresa de que ya las había alquilado. Lo mejor fue su respuesta: "No te avisé, lo siento. En México somos así".

Tenía dos opciones: decirle de todo o darme media vuelta y marcharme como si nada. Opté por la segunda opción. Menos mal que, en el momento de ponerme de nuevo los auriculares sonó la canción "Uglier" de Redd Kross. Miré a mi alrededor para que no me viera nadie y empecé a cantar como si estuviera poseído.

El otro día leí una frase que me gustó: "La música te permite no estar triste". Y así es. Puesto que llevo poco tiempo en Ciudad de México, tengo muchos momentos de soledad. Puede ser que mi originalidad no sea mi fuerte y combata esos momentos con música. Pero es así. Con ella también me permite interpretar lo que estoy viendo cuando estoy por la calle, en el metro, en el metrobús o en un pesero ( que es un tipo de furgoneta con un ruido ensordecedor. En muchos casos la gente lo toma sin estar en una parada fija, sino que pueden pararlo allá donde se encuentren).

La Ciudad de México está dividida en delegaciones que, a su vez, están divididas en colonias. En estos momentos os estoy escribiendo desde la Colonia San José Insurgentes que pertenece a la Delegación Benito Juárez. O sea que, para que os podáis hacer una idea, vivo en la zona suroeste. Pero estoy de manera temporal.

Por lo general, la gente me dice que lo mejor sería que viviera en colonias como La Condesa o Roma, más al norte. Las dos primeras son bastante europeas puesto la gran mayoría de emigrantes europeos viven allí. También es la zona en la que viven artistas y gente bohemia. Personalmente me gusta más Coyoacán, que está en el sur. Me recuerda a un pueblo y no la veo tan agobiada de gente y de coches como en las otras colonias. Pero el problema de esta ciudad es que conviene que vivas cerca del lugar de trabajo para no tener que pasarte media vida yendo y viniendo de casa al trabajo. Así que seguramente tendré que jugármela y elegir una colonia sin saber cuándo y dónde voy a trabajar.

Por lo demás, cada día aparecen anécdotas y curiosidades. Por ejemplo, he aprendido una cosa muy importante: cuando vuelva a quedar con un mexicano, antes de salir de casa llamaré para asegurarme que no me van a dejar plantado. El pasado domingo había quedado con un chico para que me vendiera una entrada del Corona Capital, un festival de música independiente que se celebró el fin de semana anterior. El lugar del encuentro era una parada de metro. Llegué, me esperé una hora y el chico no apareció. La música que llevaba puesta en mis oídos ayudó a contenerme.

Otra de las curiosidades es que los coches tienen más derechos que los peatones. Si el peatón está corriendo, todavía es peor. Es curioso que esto sea así si tenemos en cuenta el carácter del mexicano. Por cierto, hoy probé un taco, de nombre cochinita pivil o algo así, y me gustó. Seguiremos informando desde Ciudad de México.

No me adapto a la comida mexicana

Hablar de México y no hablar de su comida es un pecado. Si he de ser sincero es de lo que más me está costando. No es que yo sea una persona especial, pero mi estómago se resiente cada vez que cambio de hábitos y de comidas.

Lo primero que tuve que hacer fue aprenderme lo que es un taco, una quesadilla, unas flautas o unos tamales, entre otras muchas cosas. La primera semana fue tremenda porque no sabía qué comer. Lo primero que preguntaba era si picaba. Pero claro, no tenemos el mismo paladar. La consecuencia fue que el primer taco que me comí me sentó muy, muy mal. A estas alturas sigo evitando lo que pica.

Me resulta difícil entender que los mexicanos coman lo mismo todos los días. Pero es lo que veo, sobre todo en las paradas que existen en la calle. Miles y miles de puestos en los que puedes tomar comida mexicana a un precio muy barato. A estas alturas sigo sin adaptarme a ella, aunque me tranquiliza el hecho de saber que en el supermercado hay de todo.

El otro día, el profesor Eduardo, mi gran ángel de la guarda, me llevó al Club España. Me comentó que todos los domingos hay un bufet libre con comida española y mediterránea. Le sonreí de oreja a oreja porque quería comer algo parecido a lo que estoy acostumbrado. Y así fue, a pesar de que la paella que allí había no era paella y sí otra cosa. Fue un momento de reencuentro personal y de poder disfrutar de la comida.

Lo que sí que me gusta es la fruta. Hay una gran variedad y con muy buen sabor. Por ejemplo, los aguacates me parecen mucho más buenos que los que he comido en Valencia, mucho más sabrosos. El otro día fue a un mercado callejero y me volví loco mirando y mirando fruta. Pregunté qué nombre tenían esas figuras tan raras, pero ahora no lo recuerdo. Me dieron a probar y todas, absolutamente todas, me gustaron.

Puedo afirmar y afirmo que tras un mes en Ciudad de México, mi estómago sigue sin estar acostumbrado. Tampoco para tanto tequila, pero sí para cerveza. Ésta es otra historia interesante. El primer día que fui a un bar me preguntaron si la quería rubia o morena. Le dije que negra y empezó a hablarme de marcas y marcas. Le pedí el nombre que más me gustó: León. Y estaba buena.
Con el tema del tequila lo tengo más difícil porque no me gusta. También existe el metzal, que tiene un sabor parecido. Tampoco me gusta.

Otra de las sorpresas que me encontré durante los primeros días fue la variedad de aguas que existen. Yo pensaba que sólo existía la natural y la mineral, pero aquí tienes agua de horchata, de mango, de papaya...de mil historias. De momento sólo he probado la de horchata y está muy buena.

La verdad es que me enrollo bastante y tampoco es plan de aburrir. Sólo añadiré que, a pesar de las dificultades que me encuentro, sé que algún día empezará a gustarme estar aquí. Ah. Se me olvidaba. Sigo respirando con dificultad cuando corro, pero ya puedo aguantar una hora entre coches, humo, gente y oscuridad. Hasta pronto.

Ciudad de México y sus gentes

Es increíble la variedad cultural que existe en México, sobre todo en lo que respecta a las razas. Esa diversidad me sorprende porque, a pesar de haber estado en ciudades cosmopolitas como Londres o Nueva York, en nada se parece a lo que he visto en DF.

La anarquía que existe en esta ciudad desaparece los domingos. Parece otra. Incluso es muy fácil sentarse en el metrobús, cosa poco habitual. Comprenderán ustedes que para moverte por esta gran urbe es necesario el transporte público o el taxi. Hasta ayer no había podido probar lo que es sentarse en un metrobús, que es como un autobús de línea. Lo hice para ir a ver el Barça-Madrid en casa de otro valenciano emigrado a México. Estaba eufórico por poder mirar la ciudad desde la ventana sin estar incómodo.

Lo malo de los domingos en Ciudad de México no es que las tiendas estén cerradas, que no lo están, sino que algunos parques cierran públicos cierran por la tarde. No lo sabía. Había decidido ir a correr en los Viveros de Coyoacán para no tener que hacerlo entre coches y humo. Mi sorpresa fue que estaba cerrado. ¡No! Improvisé y decidí correr por la acera rodeando el parque. Una experiencia más.

Cuando me muevo intento tener paciencia. Aunque para mí el tiempo siempre ha sido oro, aquí es secundario porque nunca sabes cuánto tardarás en llegar a los sitios. Mientras que para un mexicano media hora en coche está cerca, para mí es un infierno saber que tardaré como mínimo una hora para llegar al destino.

En ocasiones estoy obligado a tomar un taxi, sobre todo cuando es de noche. En general es gente amable, pero siempre soy yo el que empieza la conversación para romper el hielo y para que el viaje no se haga tan largo. Habitualmente les pregunto si les gusta el fútbol y de qué equipo son. No me pregunten por qué hago esta pregunta, pero es la que suelo hacer. Podría decir que el 90% de los taxistas son fanáticos del fútbol. Creo que hablar con ellos me ayuda a estar más tranquilo, a no pensar en tonterías tales como si me atracarán o me raptarán (no debería pensarlo, pero me han calentado tanto la cabeza con estas cosas que, al final, no puedo evitarlo).

La realidad es que llevo un mes en Ciudad de México. El tiempo pasa demasiado rápido. Algunos creerán que tras 30 días debería estar mejor adaptado, pero no es así. Me sigo despertando a las 5 de la madrugada, sigo respirando con cierta dificultad cuando corro, me impacta tanto tráfico y tanta gente y sigo sin entender el "ahorita" mexicano. Pero resistiré. Vine a trabajar y estoy empeñado en conseguirlo. Espero tener la suerte que me está faltando desde hace un tiempo. Seguiremos informando.

Si lo pienso dos veces no me marcho


Desde que dije que me iba a México, muchos me contestaron que era valiente por dar el paso. No sé si valiente es la palabrada adecuada, pero sí que es cierto que la necesidad te hace tomar decisiones arriesgadas. Sinceramente, creo que debía hacerlo.

Es la primera vez que vivo en otro país. La decisión de venir aquí fue meditada desde el punto de vista profesional, sin tener en cuenta qué me iba a encontrar a nivel personal. Es decir, no pensé en el cambio de comida, el cambio de vida o el hecho de ir a la ciudad más grande del mundo junto con Tokio. Simplemente tomé la decisión. Si me lo hubiera pensado dos veces, tal vez ahora no estaría en Ciudad de México.

Cada día aprendo cosas nuevas y me sorprendo de situaciones extrañas para mí. Por ejemplo, a estas alturas todavía no me he hecho un esguince. Las aceras son irregulares, cada trozo es de su padre y de su madre y hay muchos hoyos. Lo más curioso es ver las raíces de los árboles sobresaliendo del asfalto.

No sabría cómo definir la forma de conducir de los mexicanos. Aquí tienes que estar pendiente de tí pero también de los demás, coches y personas. Es decir, nunca sabes quién tiene preferencia. Para mí es una aventura cada vez que subo a un taxi.

Los primeros días fueron terribles desde el punto de vista de la concepción del tiempo. Empiezo a aceptar que el problema lo tengo yo  no los mexicanos. Si lo pienso, no vale la pena alarmarse ni preocuparte si quedas a una hora y no vienen, o llegan tarde (que suele ser siempre). Hoy, por  ejemplo, estoy esperando que un mensajero venga a por unos papeles para llevarlos a Inmigración. Quedé a las 9 de la mañana. Ya llega tarde. Le he llamado y me ha contestado que sí, que vendrá a lo largo de la mañana. ¿Cómo interpreto esta contestación? Creo que me tocará quedarme en casa durante bastantes horas.

Por lo demás, me está costando acostumbrarme a la comida mexicana. Tengo la suerte de que Eduardo y Maria Luisa, mi familia mexicana, comen de todo. El mejor momento del día es el desayuno. Creo que nunca había comido tanto después de levantarme: desde jugos hasta revueltos, pasando por dulces y leche. Un placer.

Hablando de comida, los primeros días no podía creer que los mexicanos coman a todas horas. En la calle existen muchas paradas y siempre hay alguien comiendo. No me lo explico. Bueno, sí, son tantos que siempre puede haber alguien con hambre. Eso sí, si decides comer en la calle tendrás un problema si te quedas con un papel o una servilleta porque será difícil encontrar una papelera.

A pesar de que la colonia española es muy grande en México, a día de hoy me he relacionado más con mexicanos. En líneas generales, conocen la situación de crisis que existe en España y entienden que ahora haya muchos españoles en la ciudad. Suelen decir que México también está en crisis, pero nada que ver con lo que he visto los dos últimos años en España. Lo interesante de este país es que cualquiera puede hacer lo que sea. Si eres periodista, puedes trabajar en un medio y al día siguiente estar vendiendo flores o revistas. Y al revés.

Y, sí, he hecho poco turismo. Todavía me quedan muchas cosas de México City y ver toda la  República. Tiempo al tiempo. Como dicen los mexicanos, tranquilidad y paciencia. Hasta pronto.



La gente sí que es solidaria

A pesar de que todavía no he encontrado un trabajo estable, cada día estoy más convencido de que he hecho bien en venir a México. Y lo estoy porque la experiencia me está resultando satisfactoria desde un punto de vista personal y, sobre todo, para darme cuenta de determinadas cosas.

Lo más importante es que la gente, en general, es solidaria. Son muchas las personas que están tratando de ayudarme sin nada a cambio. Ya os comenté el papel que están desempeñando Eduardo y Maria Luisa para que esté a gusto en Ciudad de México. En todo momento están pendientes de mí y me dan consejos. No sólo eso. Me proporcionan una casa hasta que encuentre algo decente.

Pero no me quiero olvidar de personas como Laura, que vive aquí y es de mi pueblo, o Alba, de un pueblo cercano al mío. También son mi guía para no ir acelerado, para pensar mejor las cosas. Sería injusto si no hablara también de personas que viven aquí y que, enseguida, han intentado darme una mano. Gracias Lleïr, Hugo, Adriana, Luis, Viviana, Diana, Estrella...

Los ánimos no sólo los encuentro en la gente de aquí. Las personas que más me importan están muy pendientes y no dejan de animarme. Mi familia, pareja y amigos son el sustento necesario para que siga aquí. Sin ellos no soy nada.

A nivel emocional, uno está tranquilo porque sabe que lo hace por un bien. Efectivamente, mi intención ha sido la de venir para trabajar. Pero de manera involuntaria, esta aventura me está sirviendo para valorar aspectos que no tenía en cuenta hasta ahora. Seguro que me ayudará en un futuro.

¿Y qué más puedo decir? Para alguien del mediterráneo como yo, le cuesta acostumbrarse a una época del año, la de ahora en México, en la que llueve todos los días. Ayer, por ejemplo, estaba tan tranquilo por la calle y, de repente, se puso a diluviar. Lo malo es que hay tanta gente que es casi imposible acceder a un transporte público. No tuve más remedio que esperar.

La imagen que se da del DF no es la que se corresponde con la realidad. Claro que hay violencia. ¿Cómo no va a haberla en una ciudad de más de 20 millones de personas? Pero sí que puedo decir que, en estos momentos, es la ciudad más segura de México. Y si no, que se lo pregunten a los ciudadanos cada vez que van a un supermercado o pasean por la calle. El número de polícias cargados hasta los dientes es muy grande.

 Por lo demás, sigo acostumbrándome al ritmo de esta ciudad. Ayer oí a una mujer que decía que desde que vive en DF le han salido más canas. Puedo entender que exista estrés. Yo trato de no tenerlo, trato de tener paciencia porque la burocracia mexicana es muy lenta y su carácter es muy diferente. Van a otro ritmo. El trámite de los papeles no va como yo quisiera, pero no me queda otra. A pesar de todo, una vez tenga un resguardo que acredite que se está tramitando mi permiso ya podré empezar a trabajar en un canal de televisión como freelance. Algo es algo.

De una cosa sí que estoy contento: ya puedo respirar bastante bien cuando salgo a correr. Ha sido un suplicio hasta ahora, porque no podía agarrar aire por la nariz y tenía que respirar por la boca. Además, por la contaminación, la nariz se me taponaba de mocos y los labios se me cortaban. Ahora es otra historia. Mi amigo Sergio ya me ha pasado un planning de entrenamiento para intentar tener de nuevo un buen ritmo. ¿Cuál será el siguiente objetivo? No lo sé, aunque me gustaría que fuera una maratón.

Mientras tanto, seguiré luchando para encontrar un futuro. No voy a bajar los brazos. Bienvenidos a DF.