En la última semana he recibido tres invitaciones de medios para contar mi experiencia como emigrante en México, sobre todo que explique por qué he tomado la decisión de salir de Valencia. La cuestión es que el tema de la migración está de moda, aunque preferiría que no lo fuera.
Cada uno tiene sus propios motivos, pero en gran medida se trata de personas que no tienen posibilidades de trabajar en España, ya sea porque terminaron sus estudios y no hay hueco, ya sea porque perdieron su trabajo y no tienen otra oportunidad. Yo soy de estos últimos.
Sinceramente, no me considero un valiente. Cuando existe una necesidad las personas estamos obligadas a hacer cosas que de otra manera no se harían. También es cierto que no todos podrían marcharse porque también existen circunstancias personales que te obligan a quedarte. Pero no creo que se trate de valentía; más bien de necesidad, ansiedad o desesperación.
Lo cierto es que hoy, 28 de octubre, me encuentro en Ciudad de México pensando en estas cosas y en los "problemas" que me han surgido con respecto a los papeles. Los tiempos son diferentes y, además, la ley de migración va a cambiar el próximo 9 de noviembre y lo conveniente es tramitarlo antes de ese día. Si no es así, lo más probable es que tenga que tramitar mi permiso desde un consulado de México en el extranjero.
Pero ya que últimamente estoy hablando de mi experiencia en esta gran urbe, hoy no voy a dejar de hacerlo. Ya me advirtieron que la telefonía en Ciudad de México no funciona demasiado bien. Yo creía que tenía que ver con los fallos de cobertura, pero resulta que muchas veces te dan un número de teléfono, lo compruebas muchas veces, y te contesta otra persona. Siempre piensas que lo has escrito mal, pero no.
Ojalá todo fuera como lo que acabo de explicar. Lo peor que me ha pasado en este mes y medio de estancia en México es que te dejen tirado en una entrevista de trabajo. Me dieron una dirección concreta y, cuando llegué, me encontré con un banco. Pensé que era una equivocación. Traté de preguntar, de ir a otros números. Llamé por teléfono, envié un correo electrónico y no obtuve respuesta. Tras más de una hora me volví a casa. Más tarde, ya de noche, se dignaron a contestarme y me reconocieron que era el 263 y no el 163.
Hoy es domingo y Ciudad de México parece distinta. Hay menos ruido, menos coches, menos personas. No ha llovido durante todo el mes de octubre y hay buena temperatura. A primera hora de la mañana y por la noche refresca. En las horas centrales del día hace calor, pero se puede aguantar perfectamente. La gente me pregunta si ya he podido ver lo más importante. Es imposible. Todavía no he visto el Museo de Antropología, la gran joya de la corona mexicana, ni tampoco he podido visitar otras ciudades (sólo Cuernavaca y Tepoztlán). Una vez que resuelva mis papeles y pueda tener un trabajo estable, me lanzaré a conocer mejor la ciudad y el país.
Por cierto, ayer sí que pude correr por los Viveros de Coyoacán. Era el primer día que pude hacerlo entre árboles, sin coches, en un jardín. Fue una sensación maravillosa porque, a pesar de que todavía no respiro de manera perfecta, pude comprobar que no inhalaba humo y que era un aire más puro. Eso sí, si me descuido me dejan allí encerrado puesto que se estaba haciendo de noche y un vigilante ya tenía cerrada una de las puertas de acceso cuando pasé por delante.
Por otro lado, este fin de semana también ha sido la primera vez que un mexicano me ha dicho que una comida no picaba y no picaba. Le di la enhorabuena porque estaba en lo cierto. También he podido comprobar (una vez más) que los mexicanos prefieren mentirte o decirte cualquier cosa antes que decirte que NO. Esto supone que los tiempos se atrasen. Y agota.
A pesar de todo, de que todavía no he empezado a trabajar, no me he arrepiento de la decisión que he tomado. El tiempo dirá, pero la experiencia no me la quita nadie. Seguiremos informando.
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