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En Ciudad de México todo es posible

Una de las cosas que más me fascina de Ciudad de México es que te puedes conectar a Internet vía WiFi en muchos lugares. Me ha salvado de muchas cosas. En verdad os digo que ya quisieran ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia tener la misma red que existe en el DF. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo estas palabras desde un parque público con conexión WiFi.

La verdad es que es curioso estar escribiendo mientras observo cómo un señor vestido de payaso intenta hacer las delicias de los niños y jóvenes, o cómo se desenvuelve un vendedor de pulseras, colgantes y pendientes para atraer a la gente. Y es que estar en un parque y observar es lo mejor para saber en qué ciudad te encuentras. En este caso podría decir que estoy en una ciudad en la que todo es posible.

Se acerca la Semana Santa. En el DF es fiesta el jueves y viernes santo. Hasta hace poco pensaba que serían unos días que no pasarían a la historia. Pero recibí la noticia de que mi hermana vendrá a verme. Una gran alegría. Trataré de ir con ella a algún lugar de la República y le enseñaré la ciudad (la plaza del Zócalo, Coyoacán, el Bosque de Chapultepec, pasear por La Condesa y La Roma o ir a las pirámides de Teotihuacán). Lo importante es que no me sentiré sólo por unos días.

Y no os creáis que, a pesar de llevar casi 7 meses por aquí, no me siguen sorprendiendo cosas. Lo primero que me viene a la cabeza es estar sentado en un banco enfrente de un antro (aquí el antro es una discoteca o un pub) o de un restaurante y ver cómo se las ingenian los encargados de guardar los coches que llegan. A lo mejor es una calle o avenida de una sola dirección, pero ellos no tienen inconveniente en dar marcha atrás metros y metros para buscar un lugar. Que vengan coches no es un problema. Tampoco pasa nada si la gente sale de los estacionamientos sin mirar. Y tampoco es de extrañar que la gran mayoría de los coches que van a esos antros o restaurantes sean de gama alta. Es todo un espectáculo.

Y, sí, me sigue sorprendiendo que en México las cosas siempre estén abiertas a la interpretación. Es decir, es muy difícil cerrar cosas, quedar con alguien de un día para otro. Todo queda abierto. El problema es que si te decides a interpretar las palabras, posiblemente haya días que no recibas respuesta o te quedes esperando de pie en algún lugar.

En cuanto a la comida, voy comiendo cosas mexicanas pero sin volverme loco. Mi estómago todavía no está preparado para lo picante. Lo curioso de ciertos bares es lo que aquí se llama como comida corrida (el tradicional menú en España). Normalmente se compone de una sopa y de otros dos platos. Hasta el momento, me han gustado todas las sopas que he probado porque, fundamentalmente, no pican. En los que se refiere a los otros dos platos, tienes mucho para elegir y siempre puedo evitar lo picante.

No me puedo quejar de la primavera en el DF. Donde vivo hay muchos árboles y es una imagen bonita. Lo malo es que es un clima seco y los mocos van en aumento. El pañuelo es parte fundamental desde hace tiempo y cuando corro lo que hago es sacarlo fuera como puedo, siendo consciente de que la gente que me vea tendrá una mala concepción de mí. Y ya que hablo de correr, ayer tuve una gran alegría cuando una señora que iba en bici me soltó de repente: "ya era hora que hubiera un chico guapo corriendo". Me la quedé mirando y le dije: "ya me ha alegrado el día". Al menos, me sirvió para reír y para pensar que Berlín está más cerca de lo que me pienso.
Y puede ser que no sea la única maratón que corra este año, puesto que en el trabajo me dijeron que quieren que vaya también a la Maratón de Chicago para hacer un reportaje para Gatorade. Es en octubre, pero la pregunta es: ¿seré capaz de aguantar en México hasta esa fecha? Gran pregunta de difícil respuesta. De momento, me quedo con el día a día y con contaros lo que me pasa por aquí. Seguiremos informando.

¿Qué significa ser emigrante?

No miento si digo que la emigración es uno de los temas de moda. Tampoco miento si afirmo que desde que he emigrado muchos ojos se han fijado en mi particular aventura. Me han dicho de todo: que si soy un valiente, que si soy un ejemplo para muchas personas, que no todos están dispuestos a hacer ese sacrificio...

La verdad es que cuando tomé la decisión, no pensé en nada de eso. Simplemente me decidí a cambiar mi rumbo, a romper con una dinámica que era muy negativa, a desahogarme porque no aguantaba más. Por eso no me considero ningún valiente y no creo que sea ejemplo para nadie. Sin embargo, me alegro de que haya personas que se interesen por mi historia, que me hagan preguntas y que les guste leer lo que escribo por aquí.

Ser emigrante supone muchas cosas. Significa que eres extranjero y que no te van a facilitar las cosas por el simple hecho de serlo. Ser emigrante significa que vienes a un país nuevo por necesidad (la mayoría de las veces es así) y que, efectivamente, si hubieses podido evitar serlo lo hubieras hecho. Y ser emigrante también quiere decir que por mucho que te esfuerces por adaptarte al nuevo país, siempre serás un extranjero y tienes todas las de perder.

Tras medio año en México puedo decir que mi adaptación no es total. Me sigue poniendo nervioso la informalidad y me cuesta aceptar que en este país las diferencias sociales están muy, muy marcadas. Sin embargo, lo acepto y trato de que forme parte de mi día a día. Sí que es cierto que ya me muevo por el DF con una cierta facilidad, hasta el punto de que he empezado a utilizar el servicio de Ecobici que existe y que funciona bastante bien. Y también me he podido adaptar ( a marchas forzadas) a ciertos comportamientos como, por ejemplo, saber que si no confirmas el día de antes de la cita, lo mejor es no ir porque te vas a quedar sólo esperando.

Lo que sí he conseguido es que en el trabajo la gente se lo pase bien con mis insultos españoles. Les hace gracia. Se ríen cuando me cago en algo o cuando utilizo las palabras hostia, gilipollas, que te den...hasta el punto que alguno de ellos ya las usan sin darse cuenta como, por ejemplo, joder. Sí, lo reconozco, soy mal hablado, pero les encanta.

No vayáis a creer que dejé de utilizar el taxi. Para nada. Os voy a contar un secreto. Necesito agarrarlo por lo menos una vez a la semana para sentirme con más libertad, para escuchar historias para no dormir como la de un señor que me contó que hasta hace poco trabajaba en el gobierno de Felipe Calderón y que con el cambio que se produjo en México tuvo que empezar a hacer de taxista para ganar dinero. Y es que una de las cosas más sorprendentes de este país es que tú puedes haber estudiado una determinada carrera, puedes ser profesional de algún ámbito concreto y puedes llegar a trabajar en algo que no tenga nada que ver y que nunca hubieses imaginado que lo podrías hacer.

Y, para variar, acabaré hablando de correr. Sé que soy aburrido pero me gusta compartir con vosotros todo lo que me ocurre. La novedad es que tras una semana fuera del DF (la que estuve en Acapulco por el Open de Tenis), he vuelto a tener problemas para respirar. El domingo hice 13'5 km y acabé vacío. La cuestión será tener paciencia y tranquilidad. Me despido a ritmo de música y recordando la gran victoria de hoy del Barça en la Liga de Campeones. Ah! Sigo sin adaptarme a ver los partidos a mediodía. Seguiremos informando.

Los emigrantes tenemos dos fechas de nacimiento

El 6 de marzo cumplí 6 meses en México. El tiempo pasa demasiado rápido como para darme cuenta de todo lo que me ha ocurrido durante tantos días. Lo curioso es que cuando eres emigrante te da la sensación de que tienes dos fechas de nacimiento: la tuya real y la que entraste al nuevo país. Digo esto porque una de las tónicas habituales cuando hablas con algún emigrante como yo, es preguntar cuándo llegó. Diría que es como tu matrícula, como tu nuevo DNI y, en este caso, mi fecha clave ya no sólo es el 11 de febrero, mi cumpleaños, sino también el 6 de septiembre.

Las últimas semanas han sido muy ajetreadas. Se me juntó todo: tener que salir del país porque expiraba mi visa de turista, buscar una nueva habitación puesto que tenía que irme de donde estaba e ir a cubrir el Abierto Mexicano de Tenis en Acapulco. Vayamos por partes. Lo más agobiante era saber si, efectivamente, ahora están poniendo más trabas para que los extranjeros entren a México. Nada más lejos de la realidad. Salí un viernes hacia San Antonio, Texas, y regresé dos días después a Ciudad de México sin problemas con Migración. De hecho me hicieron menos preguntas que cuando entré por primera vez en septiembre.

Lo que hice en San Antonio no pasará a la historia de la humanidad. Simplemente fui allí porque era el billete de avión más barato que encontré. Principalmente estuve por el Downtown y anduve por el Riverwalk, que es una zona con muchos bares junto a un río. Lo curioso es que siempre que he ido a los Estados Unidos nunca he tenido la posibilidad de poder ir a ver un partido de la NBA puesto que el equipo local siempre ha jugado fuera. En San Antonio me pasó lo mismo.

Mi entrada de nuevo en México fue por todo lo alto. Sin tiempo para respirar, llegué a casa, hice de nuevo la maleta y me marché a Acapulco. Digo que fue por todo lo alto porque por primera vez en mucho tiempo volví a sentirme periodista. Tuve la posibilidad de realizar entrevistas a tenistas, aficionados y estar en una sala de prensa con todo lo que ello conlleva. Fue corto, una semana, pero lo suficiente como para tener de nuevo ilusión por una profesión que nunca voy a intentar abandonar. Eso sí, siempre me acordaré de Acapulco por el calor y por los mosquitos que me dejaron las piernas llenas de picaduras.

Y hoy, 7 de marzo, estoy a un día de mudarme a la nueva casa. Me voy a una colonia que se llama La Condesa. Diría que es una de las zonas más europeas de Ciudad de México junto con la Roma, llena de bares, restaurantes, lugares de copas y un gran ambiente. Lo mejor de todo es que el piso a dónde voy es tan grande que si jugamos al escondite mis futuros compañeros (5) y yo no nos vamos a encontrar. Será una nueva experiencia para mí puesto que nunca he convivido con tanta gente en una misma casa. Por allí  hay franceses, españoles y mexicanos.

Y, sí, el running lo llevo regular. Entre tantas cosas, no he podido entrenar lo que quisiera. Pero a partir de este fin de semana ya me centraré para prepararme la Maratón de Berlín. Quiero volver a tener la sensación de libertad, de desahogo, de dejarme llevar mientras corro. Como siempre, lo haré con música, como la que ahora está sonando mientras escribo estas palabras. Seguiremos informando.