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RTVV muere matando

Finalmente ha caído. No ha muerto, la han matado. Pero, sí,  RTVV ha muerto matando. Lo ha hecho porque ha demostrado que puede ser un medio de comunicación público, de calidad, plural y sin manipulaciones. Como bien se ha dicho a lo largo de la noche, RTVV no se funde a negro sino que son los políticos que han tomado tan macabra decisión los que se han ido a negro. 

Durante todo el tiempo que se supo que el gobierno de Alberto Fabra, un presidente no electo por los valencianos, tomó la decisión de cerrar unilateralmente RTVV, he tratado de dar mi opinión al respecto en redes sociales. No quería ni quiero que se cierre el único medio de comunicación que tenemos en el País Valencià en valenciano. No lo quiero por esto que acabo de decir, porque forma parte de nuestra cultura, forma parte de nuestro sentimiento como pueblo. 

Tampoco quería ni quiero que la cierren no por aquellos trabajadores que callaron durante años y años y que contribuyeron a la manipulación de RTVV. En concreto, no quiero que la cierren por muchos trabajadores que NO callaron, que decidieron no hacerlo y asumir las consecuencias. Como yo. No quiero que la cierren porque hay buenos profesionales que fueron silenciados, que denunciaron en numerosas ocasiones lo que estaba ocurriendo en RTVV. 

La decisión que ha tomado Alberto Fabra es un suicidio para él y para su partido, pero también para el País Valencià en términos económicos. Yo le diría a este señor que si se quiere suicidar, que lo haga él sólo, pero que no nos lleve con él. Lo tenía muy fácil: acatar la sentencia judicial que obligaba a readmitir a los trabajadores afectados por el ERE, negociar con el Comité de Empresa una salida viable (que la hay) y empezar a hacer las cosas bien, es decir, que RTVV fuera pública, en valenciano, plural, sin mordazas, sin manipulación, sin censura.  

Con esta decisión, Alberto Fabra no es consciente que ha matado un sector, el audiovisual, que ya lo estaba pasando muy mal por la crisis. Se escuda en que no puede mantener una televisión y una radio públicas por motivos económicos cuando él ha aumentado el número de asesores, sigue manteniendo un aeropuerto sin aviones, seguimos pagando el sobrecoste de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, seguimos esperando responsabilidades por los casos de corrupción en los que se ha robado mucho, mucho dinero, seguimos pagando los desmanes de la Fórmula 1 y seguimos aguantando que se gasten el dinero en chorradas y tonterías. Y, efectivamente, Alberto Fabra sabe que miente cuando dice que cerrando Canal 9 y Ràdio 9 podrá mantener la Sanidad y la Educación, puesto que también se lo están cargando con las privatizaciones y con los recortes. 

Nunca creí que volvería a ver la imagen de unos policías entrando en una televisión pública. Lo he visto cientos de veces con el 23F y ayer lo volví a ver. Y ha sucedido en mi tierra. Por mucho que el PP valenciano intente justificar lo injustificable, lo que está claro es que la democracia no existe desde hace tiempo en el País Valencià.

La RTVV que yo he conocido

Esta vez no voy a hablar de mis aventuras en México ni de lo que significa ser emigrante. Hoy tengo ganas de escribir sobre Canal 9 y RTVV. Si no lo sabéis, el gobierno valenciano del PP decidió el martes 5 de noviembre de 2013 cerrar este medio de comunicación. Se trata de un momento difícil de digerir teniendo en cuenta que trabajé allí 8 años y me formé profesionalmente al lado de grandes compañeros, excelentes trabajadores y profesionales que me enseñaron cómo afrontar un momento tan excitante como ponerse delante de una cámara en un directo, cómo leer una noticia con una entonación correcta y creíble o darme la oportunidad de hacer retransmisiones deportivas.

A mí no me tocó el cruel ERE que afectó a más de mil trabajadores de RTVV, puesto que a mí me echaron antes en un movimiento también muy oscuro, sin argumentos profesionales. Un día me dijeron: "Toni, queremos que sigas pero la empresa cree que sobras porque eres un número y no eres de los suyos". Tras 8 años me quedé sin reacción y sin palabras. Desde ese momento he tratado de construir un futuro.

Independientemente de mi situación personal, la decisión de cerrar RTVV es un golpe a la democracia. Pero lo más duro y lo más triste es cómo se ha hecho. Para alguien como yo que ha trabajado allí y ha visto lo que sucedía, no me sorprende hablar de manipulación, de mala gestión, de saqueo de dinero, de decisiones políticas que nada tenían que ver con una televisión pública. Para el PP valenciano la excusa de cerrar RTVV es económica porque no es viable, pero no explica por qué tiene el déficit que arrastra (más de 1.000 millones de euros).

¿Será capaz algún dirigente del PP de dar la cara y decir que el déficit se produjo por dar mucho dinero a los clubs de fútbol, por robar en la visita del Papa o por contratar programas de televisión carísimos a productoras amigas? ¿Cuál ha sido el resultado? Ninguno de los responsables está enjuiciado en la cárcel, mientras que más de 1.500 personas se quedan sin trabajo y la sociedad valenciana dejará de tener un medio de comunicación en lengua propia, en valenciano.

Este sistema no puede funcionar cuando los culpables están en la calle y las víctimas siempre somos los de siempre. Como periodista estoy muy triste porque la desaparición de un medio de comunicación es un síntoma de debilidad de nuestra democracia. Como periodista estoy triste porque nuestra profesión cada vez está más tocada. Como periodista estoy triste porque no he podido hacer más por evitar el cierre. Como periodista estoy triste porque he visto a compañeros callar en momentos que se tenía que hablar. Sin embargo nadie me quitará la ilusión de poder tener algún día una televisión pública, de calidad y en valenciano.

El descalabro de RTVV es un ejemplo de la situación que vive el País Valencià, expoliado por un partido, el PP, que ha permitido que no solo se cierre un medio de comunicación básico y fundamental para la sociedad valenciana, sino que también ha dejado caer el sistema financiero valenciano, ha permitido que pudiera venir cualquiera a robar, ha permitido que unos pocos se enriquecieran a nuestra costa y ha consentido el despilfarro en grandes eventos y chorradas varias.

Sin embargo, por mucho que señores como el Vicepresidente del Gobierno Valenciano, José Ciscar, digan que se cierra porque era insostenible y es necesario mantener la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales, nadie los va a creer. Precisamente también se están cargando la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales y siguen despilfarrando. Que me explique el señor Císcar cómo se sostiene que cierren RTVV mientras mantienen un aeropuerto sin aviones, mientras han pagado al señor Ecclestone hasta el último céntimo para celebrar la F1 en Valencia, mientras el señor Alberto Fabra, presidente de la Generalitat, sigue aumentando su número de asesores o mientras algunos siguen cobrando sueldos altísimos por no hacer nada.

Escribo estas palabras horas antes de que Fabra comparezca para explicar por qué ha tomado la decisión de cerrar RTVV. Es curioso, un señor que no se presentó como candidato a las elecciones, que no sabe hablar en valenciano y que la lengua le importa lo mismo que a mí la física cuántica. Sin embargo, hoy digo que pronto volverá la RTVV, pero la que queremos, la buena, hecha por buenos profesionales, independiente del poder político y de calidad.

Con el permiso ya no eres un cero a la izquierda en Ciudad de México

Nunca hubiese imaginado que un solo papel te pueda ayudar a ver las cosas de otra manera. Pero es así. No sé por qué, pero los que hemos emigrado le damos mucha importancia a los papeles. Supongo que será porque la burocracia se rige mediante el papel. Hoy estoy escribiendo estas palabras con una sonrisa en la cara porque por fin ya tengo el permiso temporal de trabajo. No sé si con él se me abrirán más puertas, pero me siento más tranquilo y relajado.

No puedo decir lo mismo -estar relajado- cuando sobre las 15:30 horas de la tarde escucho un grito que dice: "¡Gaaaaaaaassssss!". Los del gas van casa por casa para que contraten una determinada cantidad de dinero. Cuando se te acaba puede ocurrir que sea por la tarde y ya tengas que esperarte hasta el día siguiente. También puede ocurrir que haya una obra al lado de tu casa y te quedes sin agua porque ellos la están utilizando.

Sin embargo, sí que te relaja cuando voy a comprar algunas cosas en la tienda de abarrotes que está a unos 100 metros de mi casa. Cuando entro, se para el tiempo. Me quedo mirando y mirando mientras la dependienta me mira con una sonrisa. Podría estar allí 3-4 horas y la mujer no me diría nada. El otro día me preguntó si era extranjero. Le dije que sí y entonces me contestó: "Ah, últimamente hay muchos por aquí, sobre todo españoles".

Los mexicanos siempre me dicen que una cosa es el DF y otra la provincia. La verdad es que no he tenido la suerte de viajar lo que me hubiese gustado. Mi objetivo es hacerlo siempre que pueda. Mientras tanto, trato de vivir la ciudad lo máximo posible, sobre todo a nivel musical y cultural. Tuve la suerte de poder asistir al Corona Capital, un festival de música independiente. Me lo pasé muy bien porque pude disfrutar de grupos que nunca han ido a España hasta el momento. Fue una sensación de libertad, de pasar de todo, de decir "ya me toca disfrutar, joder".

Ahora bien, tampoco tengo derecho a quejarme. Creo que desde que estoy en México he aprendido a no quejarme tanto. Sí que es cierto que, en general, los mexicanos no se quejan, tienen un carácter mucho más amable y son más cariñosos. Y también es verdad que a veces he tenido malentendidos por culpa de la diferencia cultural existente entre España y México. Lo que yo puedo entender como normal o como algo en concreto puede que no sea así para un mexicano, y viceversa.

También estoy de enhorabuena porque vuelvo a empezar a sentirme bien a la hora de correr. Mi adaptación a la altura ha sido rápida y puedo respirar mejor. Me siento más ligero y puedo llevar ritmos más alegres. Sin embargo, necesito marcarme un objetivo. En principio quiero correr el Maratón de Roma o cualquiera de Europa durante el 2014, pero tengo que decidirme. Seguiremos informando.

Soy inmigrante, ¿y qué?


Me permitiréis que en este post no hable de las aventuras y curiosidades que me ocurren por México. Hoy quiero escribir sobre el hecho de que soy inmigrante. Hace unos días un joven valenciano explicó, con rabia, que está teniendo dificultades para encontrar un trabajo relacionado con sus estudios y que ahora está en Londres trabajando de lo que puede. Sus comentarios tuvieron mucha repercusión en las redes sociales, hasta el punto de que fue entrevistado por diferentes medios de comunicación y, también, fue motivo de crítica por parte de ciertas personas.

Esas críticas, de manera indirecta, también me afectan. Fueron palabras muy fuertes para alguien que, simplemente, trata de trabajar en aquello en lo que se ha preparado durante unos años de estudios. Desde aquí, desde México, quiero defender a este chico porque yo me siento representado por él. Es cierto que tengo unos años más que él (tengo 37 años); es cierto que he tenido la oportunidad de trabajar en España en mi profesión, el periodismo; es cierto que ahora tengo un trabajo relacionado con lo mío (no del todo, pero casi). Pero, a pesar de todo, me he tenido que ir de mi tierra para poder trabajar en lo que me gusta, en lo que estudié, en lo que trabajé durante más de 10 años.

Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a criticar a alguien que quiera buscar su sueño, que quiera trabajar en lo que ha estudiado, en lo que le gusta. Recuerdo que antes de decidir marcharme a más de11 horas de distancia, hubo gente que me comentó que por qué no buscaba un trabajo de lo que fuera mientras se solucionaba la situación. Mi contestación fue: "¿Por qué debo renunciar a mi profesión por la crisis? ¿Por qué no puedo luchar por seguir desarrollándome como periodista? ¿Por qué tengo que quedarme de brazos cruzados, trabajar de lo que sea, amargarme, deprimirme más de lo que estoy?"

Sí, soy inmigrante, ¿y qué? Sí, no quise trabajar de lo que fuera en España y decidí probar suerte en otro país para trabajar de lo que sé, de lo que me gusta. ¿Y qué? ¿Acaso una persona no es libre de buscar su felicidad, de buscar su sueño, de tener un objetivo y conseguirlo? No pasa nada si digo que soy inmigrante, porque lo soy. Y no lo digo en el mal sentido, sino todo lo contrario. Ser inmigrante me ha permitido desdramatizar muchas cosas, he podido conocer otra cultura, he vivido situaciones surrealistas que no olvidaré en mi vida, he notado la solidaridad de la gente que realmente te quiere, he podido comprobar la alegría de personas cuando me han vuelto a ver...Sí, soy un inmigrante porque vine a trabajar a otro país, porque vine a seguir con mi profesión, porque vine a buscar un sueño.

Este post va dedicado a todos los jóvenes y no tan jóvenes que han decidido ser valientes, que han preferido trabajar de lo que sea a estar en casa sin hacer nada, que han preferido buscar su sueño o que han querido seguir con su profesión en otro país porque España no les da esa oportunidad. Nosotros no somos los culpables y tampoco queremos que se nos criminalice por una decisión personal. Ánimo a todos porque el futuro es nuestro.

Cuando la gente me pregunta si quiero volver, esto es lo contesto: "Claro que quiero volver. Es mi mayor deseo. Daría lo que fuera por encontrar un trabajo en España y estar cerca de los míos". No puedo negar que en México he pasado momentos malos, momentos de soledad, de nostalgia, de no poder solucionar los trámites migratorios, de pensar, pensar y pensar. Pero sigo aquí porque mi máxima ilusión es trabajar como periodista y no quiero estar en mi casa de Valencia mirando a la pared, deprimido, que mi familia se preocupe, que mis amigos me consuelen. Sé que todo depende de mi situación personal, porque hay momentos en los que lo enviarías todo a la mierda, pero voy a seguir intentando estar bien, voy a seguir buscando lo que quiero hasta que no tenga más fuerzas. Espero y deseo poder estar pronto en mi tierra. Eso significaría que vuelvo a sentirme periodista en España.

Escuchar el himno de México antes de correr

Sin duda el momento más extraño de la última semana en Ciudad de México se ha producido hoy. Me he levantado pronto para participar en una carrera de 10 kms. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, cuando ya estaba en la línea de salida, junto con 6.000 personas más, el speaker ha dicho lo siguiente: "antes de dar la salida cantaremos todos juntos el himno de México". He mirado a la chica que tenía al lado y le he preguntado: "¿es en serio lo del himno?" Su respuesta: "Sí, es lo que hay. Por cierto, pareces profesional. ¿Por qué no te pones más hacia adelante?". Por supuesto, no he sabido qué decirle.

Y es que hay veces que no solo se piensan que eres un atleta profesional, sino que también creen que te pareces a alguien como Alejandro Sanz (así me lo dijo un mendigo tras pasar por su lado). Son momentos que te provocan una sonrisa, momentos en los que olvidas si vale la pena seguir haciendo lo que haces. Ese momento también se produce cada vez que realizo el tramo de casa al trabajo o del trabajo a casa en bicicleta, puesto que suelo pasar por zonas de bares, restaurantes, con gente caminando, comiendo, hablando, riendo. Es un momento de no pensar, de solo mirar y observar.

Justo hoy, cumplo 4 semanas en el DF en mi segunda etapa. Es sorprendente, pero todavía no he cogido un taxi. Lo he sustituido por el metrobús donde te encuentras de todo. Lo último fue que un señor que estaba a mi lado se enfadó porque no le dejaban pasar para salir y bajarse a la parada que él quería. Yo le dije que si sabía que en la próxima iba a bajar que por qué no se iba acercando hacia la puerta. El señor me contestó: "es que no me conozco las paradas y, además, estaba medio dormido". Lo de estar medio dormido me lo creo porque la gran mayoría de la gente aprovecha los trayectos en transporte público para dormir. Supongo que es porque viven lejos.

La suerte de tener un cine cerca es que puedo ir las veces que quiero. Ya me he acostumbrado a ir solo y no está tan mal. Lo que hago es esperar que empiece la película (porque suelen poner unos 20 minutos de publicidad antes) y concentrarme. Sí que suelen haber situaciones un poco embarazosas como la del otro día que me tocó sentarme al lado de una pareja que se estaba besando de tal forma como si se acabara el mundo y tuve que molestarlos un momento para pasar y sentarme. Al final de la película me hubiese gustado preguntarles si se enteraron de algo. Lo más curioso de los cines mexicanos es que la gente es muy respetuosa con la basura puesto que cogen todo lo que se han comido y lo tiran en las papeleras que hay fuera de la sala. Eso en España no lo he visto nunca.

Por cierto, no sé si he contado que, además de los coches, los peatones también son anárquicos a la hora de caminar. Lo he comprobado mientras corro. Ellos nunca miran, solo hacia adelante, y tienes que sortearlos de vez en cuando. También suele ocurrir que antes de hacer un movimiento no miran; puede suceder que te pisen sin querer, que abran la puerta de un taxi cuando estás a punto de pasar por allí o que te empujen para salir del metro sin importar que tú también vas a salir y que hay tiempo.

A pesar de todo, esta ciudad tiene una vida increíble. Yo creo que nunca duerme del todo. Sea a la hora que sea hay gente por todos los lugares y mucha vida en la calle. Seguiremos informando.






Las sorpresas del metrobús de Ciudad de México

Desde que he llegado de nuevo a Ciudad de México, las mejores historias me las encuentro en el metrobús. El otro día iba de pie tan tranquilo, sin estar apretado y sin preocuparme por nada. De repente subió un señor que iba de un lado a otro, borracho. La casualidad hizo que se pusiera a mi lado.  A los 30 segundos me miró y me indicó con su mano si la dirección era la correcta para ir a una determinada estación. Empecé a hablarle, pero no me entendía. Al poco me di cuenta que era sordomudo. Ya os podéis imaginar el cuadro: explicar a una persona borracha y sordomuda que íbamos bien, que le quedaban X paradas y que estuviera tranquilo.

También es sorprendente, ahora menos, que cuando compras algo en un lugar el chico o la chica que te atiende siempre dice lo siguiente en voz alta: "recibo XXX". Recuerdo el primer día que lo escuché y lo que dije: "Ya sé que te doy 100". Su contestación fue: "es para asegurarnos que, efectivamente, usted me ha dado ese dinero".

Y es que, a pesar de que lleve un año en el DF, cada día me sorprendo de muchas cosas. Por ejemplo, en esta ciudad no suelen haber contenedores y la forma de tirar la basura es esperar a que por la mañana pase el camión de la basura. Para enterarte solo tienes que esperar que suene una campanita, salir con tu basura y entregarla. Así de sencillo.

Sé que no hablo mucho de mi nuevo trabajo pero, de momento, no ha pasado nada extraordinario. Bueno, sí. Puesto que reviso el contenido que aparece en redes sociales sobre Telmex (Teléfonos Mexicanos), de vez en cuando tengo que ir a la sede de esta empresa a alguna reunión. Os prometo que el primer día que fui pensé que había retrocedido 30-40 años en el tiempo. Se trata de un edificio con una estética desangelada, fría, de líneas rectas y decorada como si estuviéramos en los años 70-80. Me dio miedo.

El mismo miedo que cuando corro cerca de algún parque y los perros andan sueltos, o cuando decido entrenar en el Paseo de la Reforma y me encuentro una manifestación de miles y miles de personas, o cuando decido salir a la calle y, de repente, el cielo se pone muy negro porque es sinónimo de que en breves segundos va a llover muy fuerte. De hecho, llegué el 1 de septiembre y desde que estoy aquí solo NO ha llovido un día.

La verdad es que en mi segunda etapa en México me está costando más la adaptación que cuando vine por primera vez. Y yo creí que no sería así. No sé a que puede deberse, pero estoy notando más mi soledad. Espero poder sentirme de otra forma en breve porque no me gustaría pasarlo mal. Trato de combatirlo con el deporte, paseando o quedando, de vez en cuando, con gente que conozco. Sin embargo, la sensación es que algo me falta, algo falla. Seguiremos informando.

Nada es lo que parece en Ciudad de México

En México muchas cosas no son lo que parecen. Por ejemplo, cuando crees que por ser sábado irá el metrobús vacío, te encuentras con la sorpresa de que va lleno. Si piensas que por llover todos los días por la tarde no va a hacerlo por la mañana, también te puedes llevar una sorpresa. Si crees que por ser el único que está en un establecimiento te van a atender rápido, puede ocurrir que no sea así y tengas que esperar.

Al fin y al cabo México tiene sus contradicciones. Siempre digo que mi relación con este país es de amor-odio, pero no sabría decir que gana más, si el amor o el odio. Lo que está claro es que el día a día en el DF es una aventura. La imagen de la semana fue, sin duda, la de un chico que tuve al lado del metrobús. Estaba estudiando chino en voz alta, pronunciando las palabras muy, muy concentrado. Lo que consiguió fue que los que estábamos allí lo miráramos y después aplaudiéramos.

Mientras escribo estas palabras, por la ciudad pasan miles y miles de coches, taxis y camiones con la bandera de México. El día 15 de septiembre se celebra el Día de la Independencia y, huelga decirlo, los mexicanos lo aprovechan para mostrar su fervor patriótico. La verdad es que me da envidia sana de verlo puesto que a mí no me ocurre con respecto a España. Lo más importante de ese día es que en las diferentes plazas del país se celebra el llamado "Grito". Su nombre tiene que ver con la siguiente frase: "fuera gachupines". Los gachupines son los españoles. Así de directo. Es una forma de reivindicar su independencia de un país, España, acostumbrado a colonizar y a mandar porque sí.

Sí que es cierto que últimamente solo me doy cuenta de que estoy en la segunda ciudad más grande del mundo cuando cruzo la Avenida Insurgentes, la que dicen que es la avenida más larga del mundo. Mi vida se reduce en estar entre dos colonias, pero cuando cruzo Insurgentes entonces me doy cuenta de que estoy en el DF: coches, gente, ambulancias, policías...Cuando desaparece la avenida de mi vista me vuelvo a sumergir en mi propio mundo.

El mundo del cuál hablo es La Roma, que es donde vivo. Puedo decir que es la colonia que más me gusta de la ciudad. Por varios motivos. El primero, y más importante, porque me recuerda al barrio de Benimaclet de Valencia: casas bonitas, tiendas de barrio, ambiente joven...El segundo motivo es porque está muy bien comunicada. Y en tercer lugar me gusta mucho la Roma porque tiene un ambiente bohemio que me seduce. Me gusta pasear por las calles, ver las tiendas, peluquerías, cafés, quedarme parado mirando la fachada de una casa...Lo malo es que es la zona más frágil de la ciudad y donde se notan más los temblores.

Mi segunda etapa en México ha durado, de momento, 15 días. Todavía no he cogido un taxi y lo necesito. Necesito escuchar alguna historia rara, diferente del taxista de turno. Mientras tanto, sigo corriendo y entrenando, aunque a menor ritmo porque vuelvo a notar la altura de la ciudad. No he cambiado de lugar de entrenamiento, lo que significa que los coches son mi acompañante. Los echaba de menos. Seguiremos informando.

Visto y no visto

Después de mi último post han pasado bastantes cosas en mi vida. La primera y más importante es que estuve un mes en mi tierra. Lo que recuerdo ahora fue cuando llegué a Barajas. Allí me sucedieron dos cosas muy curiosas. La primera fue lo corto que llevaban los pantalones las chicas (ahora se lleva tan corto que es preciso que se vea algo de la nalga); lo segundo fue que ahora hay billetes de 5 euros nuevos y que yo desconocía.

Mi estancia en mi pueblo en Ondara fue increíble. Fue una mezcla de alegría y de extrañeza. Lo que más me gustó fue notar la alegría de la gente al verme, fueran o no amigos. Por un momento me sentí el chico más importante del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, me sentía desubicado, raro...a pesar de que nada había cambiado, a pesar de que pareciera que nunca me hubiera marchado.

El mes en Valencia y en Ondara se resume en lo siguiente: playa, relax, comer, beber y entrenar. También tuve de tiempo de ir a Madrid a tramitar mi visa para volver a México y de ver a bastante gente. Fue corto pero intenso.

Y vosotros diréis, ¿finalmente conseguiste la visa? Siempre he dicho que en México me suceden cosas surrealistas. Y una de ellas fue que me hicieron una oferta de trabajo justo el día que me iba a Valencia. La empresa me dijo que me harían los papeles y que aprovecharían mi viaje para tramitar mi visa en un consulado de México en España. Y así fue. El tiempo que tardé en que me dieran la visa fue el tiempo que estuve en mi tierra.

El regreso al DF fue muy diferente al de la primera vez. Ya conoces la ciudad, ya te ubicas, ya conoces a gente. Nada que ver con el 6 de septiembre de 2012, una fecha que tengo guardada en mi memoria para siempre. Llevo una semana aquí y se resume en lo siguiente: empezar en el nuevo trabajo y comenzar a vivir en una nueva casa. Ahora estoy en la Colonia Roma, cerca de donde vivía anteriormente. Siempre ha sido la colonia que más me ha gustado, no solo por el ambiente, sino también por la arquitectura de las casas. Lo único malo es que es la zona donde más se sienten los temblores. Vivo en una planta baja.

De nuevo he vuelto a oler comida en la calle, a cruzar las calles en plan kamikaze y a correr en altura. Pero, sobre todo, he vuelto a mojarme cada tarde con la lluvia. Por cierto, finalmente no puedo correr el Maratón de Berlín por el trabajo, pero lo más seguro es que me apunte para correr el de Roma en marzo. Yo, de momento, sigo entrenando por las calles de una ciudad, México DF, con tantos contrastes que no solo son difíciles de explicar, sino también en algunos momentos te atrapan. Seguiremos informando.

Un hasta luego

El otro día leí que México es actualmente el país con mayor índice de obesidad. No sé si sorprenderme o no. Lo que sí me sorprende (y mira que ya llevo 10 meses en el país) es que nadie bebe agua. Cuando en un restaurante o en un bar de comida corrida te dicen si quieres agua, lo más normal es que ellos entiendan que sea agua con sabores.

Tampoco sé si sorprenderme cuando veo a un chico que le dice a su novia que cruce sus piernas cuando está sentada o que un señor que conduce un coche me saque el dedo porque estoy cruzando por el paso de peatones. Son situaciones y momentos que me dejan sin palabras.

Al principio también me sorprendió que en las paradas en las que venden dulces, revistas y periódicos uno puede comprar un solo cigarro y fumárselo, o encontrarme árboles con su tronco lleno de chicles masticados. Y no me pasó desapercibido el hecho de que alguien me parara y me dijera si realmente no soy Alejandro Sanz.

Son historias que echaré de menos a partir del 22 de julio. Ese día regreso a Valencia y no sé qué haré con mi vida. No tuve suerte en mi primer intento en México, pero quiero persistir y posiblemente esté de nuevo por aquí. No mentiré si digo que lo he pasado mal en ciertos momentos, sobre todo cuando ves que nada sale bien, que parece que alguien la tenga tomada contigo para que no seas feliz. A esto se suma la nostalgia. La verdad es que no sé cómo he podido aguantar 10 meses. Posiblemente sea porque soy cabezón. Lo que sí es cierto es que ha sido y es una experiencia personal increíble.

Lo bueno de todo es que cuando esté en Valencia voy a desdramatizar muchas cosas. Estoy seguro que me harán gracia muchas cosas que antes les daba importancia. Por ejemplo: tener un coche. En 10 meses no he conducido y no me he muerto. Veré el mundo de otra manera y apreciaré aspectos y cosas que antes no hacía. Lo dije un día a mis amigos: no seré la misma persona que cuando me marché.

La idea es volver porque sé que en Valencia no voy a encontrar nada y no quiero estar en casa mirando a la pared. En México hay trabajo: podrá ser mejor o peor, pero lo hay. Así que primero disfrutaré del verano con mi gente, me seguiré preparando el Maratón de Berlín que se celebra a finales de septiembre y después, lo más probable es que vuelva al DF. Seguiremos informando.

La Condesa: un barrio de Ciudad de México con muchos perros

Hoy quiero hablar del barrio en el que vivo ahora en el DF: La Condesa. Una de las cosas que más me ha sorprendido en los últimos días ha sido ver un número importante de establecimientos cerrados por haberse producido un secuestro allí o un homicidio. La verdad es que no estoy acostumbrado a ver letreros de esas características, aunque yo, hasta ahora, no he visto nunca nada raro. Lo curioso es que, al lado, puedes ver a gente bebiendo y bailando como si no pasara nada. A mí me trastoca.

Tampoco es raro pasear por el barrio y encontrarte con una figura que había visto por la tele pero no en vivo y en directo: la del paseante de perros. Recuerdo una película de Cantinflas en la que aparecía haciendo este trabajo y cada vez que veo a alguien acompañado de perros y perros me acuerdo de esa imagen.

Y es que La Condesa es el barrio de los perros. Sea a la hora que sea siempre hay alguien paseando a un canino. Es comprensible si tenemos en cuenta que hay bastantes zonas para hacerlo: el Parque México, el Parque España, calles con paseos por el medio...Para mí no es que sea una gran alegría puesto que los perros me dan mucho miedo y he tenido malas experiencia con ellos mientras corría, pero lo llevo lo mejor que puedo.

También me cuesta correr por determinadas avenidas de La Condesa puesto que hay aparcados muchos coches en doble fila; por lo general se trata de furgonetas que van a dejar bebidas y comida a los numerosos bares que existen en calles como Tamaulipas o Nuevo León. Muchas veces prefiero ir a otra calle, Ámsterdam, y correr allí en círculo; es aburrido pero puedo correr con tranquilidad.

Cuando hablas que vives en La Condesa te dicen que eres un hipster, un gafapasta. Es cierto, en este barrio viven muchos "modernos", muchos extranjeros y gente bohemia (más en la Roma). Lo bueno de este barrio es que hay una gran vida en la calle. Siempre que salgo a dar una vuelta no estoy solo. Las terrazas, los bares, los restaurantes siempre o casi siempre están llenos de gente. Podría decir que es una de las zonas más europeas de Ciudad de México.

Y sí que es verdad que La Condesa es una de las zonas en las que más se notan los temblores. El último que se pudo sentir ocurrió hace unas semanas. Era un sábado por la noche y la sensación fue la siguiente: ruido como de explosión, empieza a moverse todo, primero de arriba a abajo y después de lado a lado. Lo más angustioso del caso es que en ese momento no sabes qué hacer, al menos yo no lo sé. Bajé del edificio en el que vivo (un edificio de 12 alturas) como si me hubieran puesto un cohete detrás. Lo bueno es que no fui el único, aunque luego me dijeron que no vuelva a hacerlo, que intente buscar algún marco de una puerta o acostarme en el suelo al lado de algún objeto, como ahora una cama.

Mientras tanto, sigo entrenando con alegría e ilusión para el Maratón de Berlín. El domingo participé en una carrera de 15 kms. Éramos 6.000 personas, el clima era perfecto para correr y el ambiente era muy bueno. Lo bueno de este tipo de carreras es que nunca estás solo, siempre corres con gente a tu alrededor. Y puedes hablar, dialogar. Yo lo hice con un señor mayor que me comentó que se estaba preparando el Maratón de Ciudad de México y que esa carrera le servía para hacer kms. Lo mismo que yo. Pero él sí que es un auténtico héroe. Me despedí de él y espero volvérmelo a encontrar, pero está difícil. Seguiremos informando.



Y con julio llegaron las lluvias en Ciudad de México

Llegados a julio las lluvias han hecho acto de presencia en Ciudad de México. Normalmente lo suele hacer por las tardes. Da igual que te levantes con sol, con el mejor día del año. Posiblemente, a partir de las 4 de la tarde, el cielo se hará oscuro y empezará a llover sin parar. Esto significa que he cambiado el horario de entrenamiento para el Maratón de Berlín. Ahora entreno por las mañanas, aunque he tenido que bajar la carga porque ando jodido de los isquiotibiales.

No puedo decir que julio haya empezado bien puesto que me largaron del trabajo porque no tenía papeles y por una falta grave que no he cometido. Cuando me lo dijeron no sabía qué responder puesto que llevo 7 meses reclamando que me tramiten mis papeles y puesto que esa falta grave que dicen que cometí es mentira (acordamos que desde junio ya no haría más cosas para la marca por la que trabajaba). Lo más fuerte de todo ya no es que no me hayan pagado la liquidación y su abogado me haya amenazado con deportarme; lo más fuerte es que la persona que ha hecho todo esto es español. Sin embargo, no creo que nadie consiga humillarme ni bajar los brazos. Tomé la decisión de venir a México y aquí estoy, luchando cada día por mejorar mi situación y por adaptarme a un país que no tiene la culpa de que haya malas personas.

Ahora bien, todo no es malo por aquí. Por ejemplo, uno de los momentos más relajados es cuando voy al supermercado. Cuando entro me siento libre. Suele ser un espacio grande, con mucha gente, con productos grandes, con mucho dónde elegir. Es un momento para olvidarme de todo, para observar lo que hace la gente mientras compra, para ver cómo la cajera prácticamente ni me mira a la cara y actúa como un robot, para comprobar que el queso manchego o el jamón serrano están siempre o casi siempre envasados...

También es momento para recordar que es difícil beberte un gin tonic en Ciudad de México, que es difícil entender por qué un chico tiene que abrir la puerta a una chica o que siempre encontrarás cola en los bancos. Tampoco hay que olvidar qué pienso cuando un taxista me dice que si soy de Valencia es que soy de la Madre Patria o del Primer Mundo o cuando me preguntan consternados si es verdad que la crisis es tan fuerte como parece.

Pero lo más sorprendente que me ha ocurrido en los últimos días fue que me dijeran que me parecía a Alejandro Sanz. No supe qué decir. Bueno, sí, que creía que no. Lo importante no es si me parezco a alguien o si tengo dobles por ahí; lo importante es saber que, a pesar de que haya gente que no te conozca te anima, te hace ver las cosas de otra manera, te hace sentir tranquilo contigo mismo. Por eso, a pesar de las dificultades, a pesar de que sigo sin papeles, a pesar de que me han tratado muy mal en mi anterior trabajo, digo en voz alta que siempre voy a tener la cabeza alta. Desde aquí quiero agradecer a tantos y tantos amigos, compañeros y conocidos que me animan día a día sin nada a cambio. Seguiremos informando.

Distintas formas de ver Ciudad de México

Por mucho que mire y mire, no he encontrado ningún edificio ni ninguna casa en el DF que tenga persianas. La verdad es que me sorprende porque aquí hace mucho sol. Cuando he estado en países como Suecia, Alemania o Inglaterra puedo entender que no las utilicen puesto que allí el sol casi ni existe, pero en México me trastoca. Cuando voy por la calle veo que las casas están como desnudas, porque lo ves todo.

También puedo ver muchas cosas cuando voy con la bicicleta. Por ejemplo, veo al barrendero que no se inmuta cuando paso por su lado, o a la señora que cruza con prisa antes de que llegue a su altura, o al taxista que me mira con cara de pocos amigos puesto que no me puede adelantar, o al policía que hace su espectáculo con gestos y silbando sin parar mientras espero en un cruce. Es otra forma de ver Ciudad de México.

Observar el DF en domingo también es otra forma de verla de forma diferente. Porque sí que es cierto que parece otra ciudad. Es un día que aprovecho para correr una distancia larga, pero el resto del día lo suelo dedicar a pasear y me fijo en muchas cosas. La gente está relajada, no tienen horario para comer, aprovechan para ir al parque o para no hacer nada. Lo entiendo perfectamente puesto que el ritmo del DF es absorbente.

También es absorbente el olor de las calles. Me recuerda mucho a Estambul. A lo mejor exagero, pero en una misma calle puedes encontrarte 4, 5 o 6 olores diferentes. Creo que ya forman parte de mí. Al igual que la señora que cada día quiere que le compre algo dulce o al chico del establecimiento donde suelo comprar un zumo de naranja. Hoy me dijo lo siguiente: "oye, ¿qué te parece el fichaje de Neymar por el Barça?". Le contesté: "¿Y cómo sabes que soy del Barça?" Lo mejor es su respuesta: "Ándele, ¿de qué equipo se puede ser?". Cada día hablamos de una cosa diferente mientras espero que me dé el zumo: de fútbol, de las distancias existentes en el DF, de cómo me adapto a la ciudad...Es un buen tipo y...¡no sé cómo se llama!

Es divertido ver Ciudad de México de noche, sobre todo en fin de semana. Un día salí a tomar algo y lo que más me llamó la atención fue ver la cantidad de chicos que se dedican a aparcar los coches de los que van a los bares, a los restaurantes o a los pubs. Había momentos que no sabían dónde aparcarlos, pero se las apañaban para que la calle no estuviera cortada y para que no hubiera ningún accidente. Fue curioso ver, por ejemplo, cómo van vestidas las chicas, con tacones de más de un palmo y con vestidos como si fueran de moda. Y también tuve tiempo de observar cómo un chico bastante joven llegaba con un coche y esperaba hasta que le abrieran la puerta. Me dieron ganas de decirle: "chaval, ¿no sabes abrírtela tú?"

Sin embargo, la imagen de la última semana ha sido, sin duda, la de un chico que no dejaba de mirarme en el metrobús y al final me preguntó: "oye, yo el otro día te vi corriendo por Insurgentes, al lado de los coches. Estás loco". Me reí y le dije: "lo que más me sorprende es que te acuerdes de mí cuando por esa avenida pasan miles y miles de coches y personas". Me contestó: "es que me fijo mucho cuando voy en el autobús y te vi. Algún día probaré lo mismo que haces tú". Y se marchó. Seguiremos informando.




De todo un poco en Ciudad de México, una ciudad que nunca duerme

El otro día me atreví a correr por Insurgentes, que es la avenida más larga de Ciudad de México. Pensaba que tendría problemas con los coches, pero no fue así. Los conductores me respetaron. Era una forma más de buscar sentirme libre en una ciudad que nunca duerme.

Si digo que nunca duerme es que sea a la hora que sea siempre hay coches circulando por el DF y personas y hay un movimiento cultural y musical impresionante. Ya he dicho en más de una ocasión que el coche tiene más preferencia que las personas y que en Ciudad de México el tiempo es oro. Tanto es así que hay personas que tardan dos y tres horas en llegar a su lugar de trabajo. Para mí son unos héroes.

Estamos en junio y, en teoría, ya tendría que haber empezado la temporada de lluvias. Sin embargo, durante los días que llevamos de mes, sigue sin llover y han subido las temperaturas. Dicen que durante ese tiempo, cuando llueve, las tormentas son muy grandes. Si os soy sincero, quiero que me pille una de esas tormentas corriendo.

Hace dos semanas salí de la ciudad para visitar Tequisquiapan y La Peña de Bernal, cerca de una ciudad que se llama Querétaro. En la primera ciudad fui porque hacían un festival de la paella en unas cavas (allí es una zona propicia para el cultivo del vino), y en la segunda ciudad porque es uno de los llamados "Pueblos Mágicos". Lo más interesante de ese viaje fue que para trasladarnos de un lugar a otro utilizamos taxis colectivos. Ya me advirtieron que en esa zona son así. Tenía mucha curiosidad por saber cómo eran. Pues son como un taxi normal pero subes con otras personas que no conoces de nada y pagas tu recorrido. Lo segundo más interesante es que pude comer "socarrat". Habrían unos 30 o 40 expositores de paella; podías probar las que quisieras y luego elegir cuál querías comer. Me decidí por una que tenía poco arroz y que sólo le quedaba el "socarrat". Cuando lo pedí, el señor que hizo esa paella me dijo: "tú sí que sabes. A los mexicanos eso no les gusta". Yo contesté: "pues se pierden lo mejor".

Y sí, lo reconozco, echo mucho de menos la comida que hace mi madre. Solo deseo probar nuevamente una fideuà, un arroz a banda, un arroz meloso o un arroz al horno. Cierto, sin arroz no soy persona. Me miro al espejo y pienso: "Toni, estás más delgado". Y, sí, lo estoy. Pero sigo comiendo las mismas cantidades de siempre. Creo, sinceramente, que el tipo de comida mexicana es más digerible porque siempre o casi siempre tengo hambre.

Por lo que respecta a mi día a día, sigo sin poder tener los papeles en regla y sigo aprendiendo expresiones mexicanas. Una de las que más me gusta es "qué pedo". Sería como decir "hostia, no?", o "qué bueno", o "qué mierda" según el contexto. También me sigue sorprendiendo la capacidad que tienen los mexicanos para superarse a sí mismos. Si voy a un bar y pregunto a qué hora se levantó para venir al trabajo me contesta que a las 4 de la madrugada. Si estoy parado en un semáforo con la bici es normal tener a un chico con su carrito de comida que arrastra desde no se sabe dónde. Si subo a un taxi y le pregunto al taxista desde qué hora va con el coche, me puede decir que suele hacer 13 y 14 horas y que solo descansa un día a la semana. Si salgo de casa y me cruzo con el portero posiblemente me diga que no ha podido dormir mucho por la noche y que ahora se marcha a su casa que está a casi dos horas de allí.

Y acabo con una de las imágenes de la última semana: estar en una parada de autobuses, sentarme para comer algo y coincidir en la mesa con un chico que se está comiendo un bocadillo y sudando sin parar. Le pregunté qué le ocurría. Me contestó: "Me enchilé". Eso significa que lo que se está comiendo le pica tanto que por eso suda. Le dije que dejara de comérselo para no sufrir más. Su respuesta fue: "¿Qué dices? Eso es lo que quiero, estar sufriendo". Seguiremos informando.


¿Qué haría sin la música en Ciudad de México?

El funk me inspiró para estar ahora delante del ordenador y escribir estas palabras. Ya he dicho muchas veces que la música es mi aliada para desahogarme, para ver las cosas de otra manera o, simplemente, para pensar que no estoy perdiendo el tiempo en México. Por ejemplo, mientras escucho a un grupo que se llama Funkadelic, desdramatizo todo lo que me ha pasado en las últimas semanas y llego a la conclusión de que no es para tanto, que siempre hay que tratar de tener una sonrisa en la cara y seguir hacia adelante.

Tras más de 8 meses en México puedo decir que todavía no he solucionado mis papeles. Es una situación bastante incómoda puesto que sin papeles no eres nadie. De momento no he encontrado ninguna vía para tenerlos, pero sigo empeñado en conseguirlo. El problema es que para tramitar tus papeles necesitas una oferta de trabajo, pero muchas empresas ya quieren que tú tengas los papeles. De hecho estoy trabajando en una empresa, pero ésta no me lo está solucionando (siempre tienen alguna excusa), así que busco alternativas que, de momento, no he encontrado.

He de reconocer que los papeles es un problema que me quita el sueño. El bálsamo es hacer cosas para olvidarlo, aunque sea por un corto período de tiempo. Por ejemplo, ya he empezado a entrenar con fuerza para el Maratón de Berlín y la cosa va bien. Es curioso, desde que estoy en el DF me sobrecargo menos. Ahora, con la época de lluvias, creo que iré todavía mejor puesto que la respiración será diferente. Siempre he dicho que correr con lluvia es una de las mejores sensaciones de un runner, al menos para mí porque me siento totalmente libre. Todavía no han llegado las lluvias, pero ya me han dicho que cuando llueve, llueve de verdad.

Participar en una carrera en Ciudad de México no es diferente a correr en Valencia. Sí que es cierto que antes de que den la salida, he visto a mucha gente con su móvil haciendo fotos. Y también es cierto que las carreras son mucho más temprano. El otro día corrí un medio maratón y empezó a las 7 de la mañana. Todavía era de noche. Pregunté por qué son tan temprano y me contestaron que tratan de que las calles estén cortadas el menor tiempo posible. Ya se sabe, en la segunda ciudad más grande del mundo cortar calles puede ser un caos.

Otra forma de olvidar los problemas es pasear. Vivo en un barrio que se llama La Condesa, caracterizada por la gran cantidad de bares y restaurantes y parques. Los fines de semana existe un gran ambiente y, la verdad, me lo paso bien cuando me siento y empiezo a observar a la gente que pasa a mi alrededor. El DF es una ciudad muy cosmopolita y puedes ver de todo. En La Condesa, por ejemplo, viven muchos extranjeros (sobre todo franceses). Pero si tuviera que quedarme con una colonia me quedaría con La Roma. Es parecida a La Condesa pero tiene un toque muy diferente. Ayer, por ejemplo, fui caminando por allí con mi música (estuve escuchando a un grupo que se llama Moon Boots) y me gustó el ambiente, las terrazas, las casas, la gente. Me salió una sonrisa y pensé: "algún día, si consigo tener estabilidad en México, quiero vivir aquí".

Y es que una de las cosas que más me ha sorprendido del DF es la gran cantidad de verde que existe en la ciudad. No creía que fuera algo seco, pero tampoco pensé que hubieran tantos bosques, parques, árboles...Lo único malo de la ciudad es la contaminación. La semana pasada, por ejemplo, hubo 3 días seguidos en los que se recomendaba no hacer ejercicio puesto que la tasa de contaminación era muy alta. Lo noto en el color del cielo y, sobre todo, en mi nariz.

Eso sí, al final uno se acostumbra a todo, también a que un taxista te esté contando durante todo el trayecto que es de sitio (significa que tienen un sitio y son más seguros) y que tienen mil y un servicios. O también te acostumbras a ir en bicicleta y hacer lo mismo que hacen los coches, es decir, a no parar en los pasos de peatones o a saltarte semáforos. En Ciudad de México el tiempo es oro. Seguiremos informando.

De temblores, lluvias y sirenas en Ciudad de México

La sensación fue la siguiente: es como si me hubiese mareado por una bajada de tensión. Así me sentí antes del concierto de The Cure en Ciudad de México mientras temblaba la tierra. Fue la segunda vez que noté un temblor desde que estoy en el DF. La verdad es que los capitalinos están acostumbrados, pero las caras que vi a mi alrededor daban la sensación de que, a pesar de la costumbre, no deja de dar miedo y preocupación. Por lo demás, el concierto duró 4 horas y para mí fue como volver a mi juventud, aquella en la que escuchaba Lullaby desde mi habitación mientras estudiaba para un examen de física en el instituto.

Desde hace dos días llueve por las tardes. Es una lluvia diferente, intensa y corta, como si hubiese alguien arriba que te lanzara el agua en cubos. Ayer, por ejemplo, me fui a correr y a los 30 minutos me pilló la lluvia. No crean que me paré, todo lo contrario. El agua me daba en la cara y era una sensación de frescura que todavía no había experimentado desde que estoy en México. Hasta las piernas me iban solas, a un ritmo muy alegre. No os lo creeréis, pero sentirme tan bien mientras corro me ayuda en mi carácter. Hoy estaba más contento.

Si la lluvia es diferente, las sirenas de las ambulancias y de los bomberos también lo son. Una es más corta que otra, pero el sonido es muy diferente. Creo que podríamos clasificar a los países según sus diferentes tipos de sirenas. Todos los días las oigo y todavía no acierto a saber de qué se trata si no lo veo. Algún día me lo enseñaré.

También me cuesta enseñarme los diferentes tipos de salsas que ves en las mesas de los bares y restaurantes. Pueden haber de 1 a 5 ó 6 terrones. Lo curioso es que nunca los utilizo porque todos pican (unos más que menos). El otro día un camarero se sorprendió porque le dije que no iba utilizar ninguna salsa. Me preguntó si nunca comía picante y le contesté que no. Él no supo qué decirme.

Tampoco es fácil aprender los nombres de los diferentes tacos que existen y de las diferentes comidas mexicanas. Como tampoco es fácil entender por qué en los diferentes antros (discotecas) siempre tienes que estar esperando hasta que alguien que está dentro salga y diga que te conoce. Pregunté por qué hacían eso y me dijeron que habitualmente, en los sitios de moda, necesitas tener una invitación.

Por cierto, el fin de semana coincidí con un taxista que ya me llevó un día. El señor se acordó de mí. Era el que me dijo que me casara con una mexicana para solucionar lo de mis papeles. En esta ocasión me preguntó: "¿Qué, me hizo caso?" Cuando le dije que no, me contestó que ya estaba tardando. Sus palabras fueron: "Es un matrimonio falso...al año se separan y ya está, compadre". Me reí porque lo dijo con mucha gracia. La verdad es que el taxi sigue siendo un lugar de abandono, de relajación, de olvido, de surrealismo. Es una suma de muchas cosas. Seguiremos informando.

Las peluquerías de Ciudad de México

Uno de los momentos más divertidos es cuando tengo que ir a la peluquería. Me siento como alguien importante porque así te lo hacen sentir. Desde que estoy en Ciudad de México he ido a 3 peluquerías diferentes y no sabría decir cuál de ellas ha sido la mejor en cuanto al trato. El procedimiento suele ser el siguiente: llegas y de repente se levantan dos o tres personas para atenderte; enseguida te ayudan a quitarte la cazadora y te preguntan si quieres algo para beber y te acompañan al lugar donde te van a cortar el pelo; te sientas, te dan la bebida y a empezar.

Lo más sorprendente de todo es que en dos de las tres peluquerías la persona que se encargó de cortarme el cabello nunca habían trabajado como peluqueros sino que ahora lo hacían porque era un trabajo que encontraron. Lo malo es que siempre me lo dijeron cuando ya llevaban medio trabajo hecho. Eso sí, todos coinciden en cortártelo de manera más lenta, más pausada que cuando estaba en Valencia. Al final te enseñan el corte por detrás y si estás contento ya terminaste.

Normalmente todos suelen ser simpáticos, así como también los camareros. Pero siempre existen excepciones. El otro día, en el restaurante que está en la Torre Latinoamericana (fue el edificio más alto de México hasta hace unos años), llevé a mi padre y mi hermana para que vieran las vistas de la ciudad desde allí. Vino un camarero y le pedimos tres refrescos. El chico vino, nos las dejó y ya no volvimos a saber nada de él hasta que pedimos la cuenta. Puesto que en México es habitual dar propina, también puedes tener la libertad de no darla si crees que no te han tratado bien. En este caso pensé que el chico no había hecho nada extraordinario para que le diese la propina y no se la di. Inmediatamente vino detrás de mí y me dijo lo siguiente: "Usted no ha dejado propina y debe hacerlo". Mi contestación fue: "Bueno, creo que el servicio que has dado no ha sido extraordinario y he decidido no darte propina". El chico se enfadó y me recriminó que no había hecho nada malo. Al final le di la propina.

Reconozco que son situaciones incómodas porque nunca sé cómo actuar y porque me sigue costando aceptar que debo dar propina. Pero hay veces que no se la merecen. Sin embargo, en la gran mayoría de ocasiones, los camareros se exceden (para mi gusto) en el trato, así como también los taxistas cuando subes y empiezas a hablar con ellos. Lo curioso es que cuando llegas a tu destino y les pagas, te despiden rápidamente como si la conversación anterior no hubiese existido.

Esta semana tuve que viajar a Monterrey por cuestiones de trabajo. Era un día y no pude ver mucho de la ciudad, pero la conclusión que saqué fue: calor y feo. Se trataba de un calor sofocante, como si tuvieras una estufa cerca de tu cara en todo momento. Y las partes de la ciudad que pude ver no me dijeron nada: todo muy industrial y algo sucio. Pero me sirvió para sentirme de nuevo periodista puesto que entrevisté a un futbolista profesional mexicano. Esos momentos son los mejores y creo que se me nota cuando lo estoy realizando porque incluso cuando estoy preguntado al entrevistado, noto que levanto más la voz y lo vivo como si fuera mi primera entrevista.

Por lo demás, desde que cambiaron la hora en México, noto que respiro mejor cuando corro. Ya puedo hacer entrenamientos a un ritmo más alegre y no se me carga tanto el pecho. Ahora puedo disfrutar más a pesar de que mi lugar de entrenamiento es una calle que se llama Ámsterdam y que era un antiguo Hipódromo. Es una vuelta de 2 km. La sensación que tengo es la de que soy el pesado de turno que ya ha pasado 3 ó 4 veces mientras alguien está en una terraza tomándose una cerveza. Para mí, lo importante es que las piernas las noto sueltas, ligeras y mi respiración va mejor. Seguiremos informando.

Visita familiar y mucho más en Ciudad de México

La verdad es que no me puedo quejar. No he estado solo en Semana Santa y Pascua porque mi hermana y mi padre vinieron a visitarme. La presencia de mi padre no estaba prevista o, al menos, yo no lo sabía, pero me encontré con esa sorpresa cuando fui al aeropuerto para recoger a mi hermana. No supe cómo reaccionar, me quedé de piedra.

Lo malo es que no pude estar con ellos el tiempo que hubiese querido porque trabajaba. Sin embargo, ellos se movieron por la ciudad como pez en el agua. Y la conclusión es que les gustó México por sus contrastes. La primera opinión que tuvieron es la siguiente: "aquí siempre están comiendo". La segunda opinión fue: "el DF se parece mucho a Estambul; mucha gente come en la calle, el caos circulatorio es parecido..."

Una vista de Ciudad de México desde el Castillo de Chapultepec


Ahora que ya han vuelto a Valencia, mi preocupación es acabar de acostumbrarme a los tiempos, al ritmo y al carácter de los mexicanos. Sé que pasa por mí y hago todos los esfuerzos necesarios para estar lo mejor posible aquí. Precisamente hace dos días que cumplí 7 meses en Ciudad de México y han pasado muchas cosas. No sé cuándo volveré a ver a mi familia y a mis amigos, pero espero poder hacerlo en verano.

Mientras tanto, sigo utilizando la Ecobici para ir al trabajo y me siguen sorprendiendo las conversaciones que tengo con los taxistas. La última fue bastante surrealista porque el señor, cuando me oyó hablar, me preguntó qué hacia un español en México. Le dije que buscarme la vida como podía. Su respuesta fue: "¿estás de ilegal? Si es así lo tienes muy fácil, cásate con una mexicana y todo arreglado. Luego te separas y ya". Ya no sólo me lo dicen en Migración, también en los taxis. Posteriormente el señor me dijo que era químico y que ganaba más dinero como taxista. Todo muy surrealista.

También es bueno acostumbrarse a que te digan que prefieren no tener una novia o un novio que viva a la otra punta de la ciudad, que te recomienden que le pongas chile hasta en lo dulce o que te pregunten si México me está tratando bien. También es bueno acostumbrarse a que te hablen de marcas y marcas de cerveza y que vayas probando cada vez una diferente. Ahora ya puedo decir que me gusta la Negra Modelo, la Pacífico y la Indio.

Por otro lado, es curioso observar cómo me la juego cada vez que utilizo la bicicleta. Es una manera de conocer cómo se conduce en esta ciudad. La clave es ser listo, avanzarte a los hechos, estar mirando constantemente, tratar de no utilizar una avenida con muchos coches y tener suerte. Al final uno se inmuniza y trata de no pensarlo. Ir en bici es una forma de desahogo, de ver la ciudad desde otra perspectiva. De la misma manera que cuando corro, veo las cosas de otra manera. Seguiremos informando.

En Ciudad de México todo es posible

Una de las cosas que más me fascina de Ciudad de México es que te puedes conectar a Internet vía WiFi en muchos lugares. Me ha salvado de muchas cosas. En verdad os digo que ya quisieran ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia tener la misma red que existe en el DF. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo estas palabras desde un parque público con conexión WiFi.

La verdad es que es curioso estar escribiendo mientras observo cómo un señor vestido de payaso intenta hacer las delicias de los niños y jóvenes, o cómo se desenvuelve un vendedor de pulseras, colgantes y pendientes para atraer a la gente. Y es que estar en un parque y observar es lo mejor para saber en qué ciudad te encuentras. En este caso podría decir que estoy en una ciudad en la que todo es posible.

Se acerca la Semana Santa. En el DF es fiesta el jueves y viernes santo. Hasta hace poco pensaba que serían unos días que no pasarían a la historia. Pero recibí la noticia de que mi hermana vendrá a verme. Una gran alegría. Trataré de ir con ella a algún lugar de la República y le enseñaré la ciudad (la plaza del Zócalo, Coyoacán, el Bosque de Chapultepec, pasear por La Condesa y La Roma o ir a las pirámides de Teotihuacán). Lo importante es que no me sentiré sólo por unos días.

Y no os creáis que, a pesar de llevar casi 7 meses por aquí, no me siguen sorprendiendo cosas. Lo primero que me viene a la cabeza es estar sentado en un banco enfrente de un antro (aquí el antro es una discoteca o un pub) o de un restaurante y ver cómo se las ingenian los encargados de guardar los coches que llegan. A lo mejor es una calle o avenida de una sola dirección, pero ellos no tienen inconveniente en dar marcha atrás metros y metros para buscar un lugar. Que vengan coches no es un problema. Tampoco pasa nada si la gente sale de los estacionamientos sin mirar. Y tampoco es de extrañar que la gran mayoría de los coches que van a esos antros o restaurantes sean de gama alta. Es todo un espectáculo.

Y, sí, me sigue sorprendiendo que en México las cosas siempre estén abiertas a la interpretación. Es decir, es muy difícil cerrar cosas, quedar con alguien de un día para otro. Todo queda abierto. El problema es que si te decides a interpretar las palabras, posiblemente haya días que no recibas respuesta o te quedes esperando de pie en algún lugar.

En cuanto a la comida, voy comiendo cosas mexicanas pero sin volverme loco. Mi estómago todavía no está preparado para lo picante. Lo curioso de ciertos bares es lo que aquí se llama como comida corrida (el tradicional menú en España). Normalmente se compone de una sopa y de otros dos platos. Hasta el momento, me han gustado todas las sopas que he probado porque, fundamentalmente, no pican. En los que se refiere a los otros dos platos, tienes mucho para elegir y siempre puedo evitar lo picante.

No me puedo quejar de la primavera en el DF. Donde vivo hay muchos árboles y es una imagen bonita. Lo malo es que es un clima seco y los mocos van en aumento. El pañuelo es parte fundamental desde hace tiempo y cuando corro lo que hago es sacarlo fuera como puedo, siendo consciente de que la gente que me vea tendrá una mala concepción de mí. Y ya que hablo de correr, ayer tuve una gran alegría cuando una señora que iba en bici me soltó de repente: "ya era hora que hubiera un chico guapo corriendo". Me la quedé mirando y le dije: "ya me ha alegrado el día". Al menos, me sirvió para reír y para pensar que Berlín está más cerca de lo que me pienso.
Y puede ser que no sea la única maratón que corra este año, puesto que en el trabajo me dijeron que quieren que vaya también a la Maratón de Chicago para hacer un reportaje para Gatorade. Es en octubre, pero la pregunta es: ¿seré capaz de aguantar en México hasta esa fecha? Gran pregunta de difícil respuesta. De momento, me quedo con el día a día y con contaros lo que me pasa por aquí. Seguiremos informando.

¿Qué significa ser emigrante?

No miento si digo que la emigración es uno de los temas de moda. Tampoco miento si afirmo que desde que he emigrado muchos ojos se han fijado en mi particular aventura. Me han dicho de todo: que si soy un valiente, que si soy un ejemplo para muchas personas, que no todos están dispuestos a hacer ese sacrificio...

La verdad es que cuando tomé la decisión, no pensé en nada de eso. Simplemente me decidí a cambiar mi rumbo, a romper con una dinámica que era muy negativa, a desahogarme porque no aguantaba más. Por eso no me considero ningún valiente y no creo que sea ejemplo para nadie. Sin embargo, me alegro de que haya personas que se interesen por mi historia, que me hagan preguntas y que les guste leer lo que escribo por aquí.

Ser emigrante supone muchas cosas. Significa que eres extranjero y que no te van a facilitar las cosas por el simple hecho de serlo. Ser emigrante significa que vienes a un país nuevo por necesidad (la mayoría de las veces es así) y que, efectivamente, si hubieses podido evitar serlo lo hubieras hecho. Y ser emigrante también quiere decir que por mucho que te esfuerces por adaptarte al nuevo país, siempre serás un extranjero y tienes todas las de perder.

Tras medio año en México puedo decir que mi adaptación no es total. Me sigue poniendo nervioso la informalidad y me cuesta aceptar que en este país las diferencias sociales están muy, muy marcadas. Sin embargo, lo acepto y trato de que forme parte de mi día a día. Sí que es cierto que ya me muevo por el DF con una cierta facilidad, hasta el punto de que he empezado a utilizar el servicio de Ecobici que existe y que funciona bastante bien. Y también me he podido adaptar ( a marchas forzadas) a ciertos comportamientos como, por ejemplo, saber que si no confirmas el día de antes de la cita, lo mejor es no ir porque te vas a quedar sólo esperando.

Lo que sí he conseguido es que en el trabajo la gente se lo pase bien con mis insultos españoles. Les hace gracia. Se ríen cuando me cago en algo o cuando utilizo las palabras hostia, gilipollas, que te den...hasta el punto que alguno de ellos ya las usan sin darse cuenta como, por ejemplo, joder. Sí, lo reconozco, soy mal hablado, pero les encanta.

No vayáis a creer que dejé de utilizar el taxi. Para nada. Os voy a contar un secreto. Necesito agarrarlo por lo menos una vez a la semana para sentirme con más libertad, para escuchar historias para no dormir como la de un señor que me contó que hasta hace poco trabajaba en el gobierno de Felipe Calderón y que con el cambio que se produjo en México tuvo que empezar a hacer de taxista para ganar dinero. Y es que una de las cosas más sorprendentes de este país es que tú puedes haber estudiado una determinada carrera, puedes ser profesional de algún ámbito concreto y puedes llegar a trabajar en algo que no tenga nada que ver y que nunca hubieses imaginado que lo podrías hacer.

Y, para variar, acabaré hablando de correr. Sé que soy aburrido pero me gusta compartir con vosotros todo lo que me ocurre. La novedad es que tras una semana fuera del DF (la que estuve en Acapulco por el Open de Tenis), he vuelto a tener problemas para respirar. El domingo hice 13'5 km y acabé vacío. La cuestión será tener paciencia y tranquilidad. Me despido a ritmo de música y recordando la gran victoria de hoy del Barça en la Liga de Campeones. Ah! Sigo sin adaptarme a ver los partidos a mediodía. Seguiremos informando.

Los emigrantes tenemos dos fechas de nacimiento

El 6 de marzo cumplí 6 meses en México. El tiempo pasa demasiado rápido como para darme cuenta de todo lo que me ha ocurrido durante tantos días. Lo curioso es que cuando eres emigrante te da la sensación de que tienes dos fechas de nacimiento: la tuya real y la que entraste al nuevo país. Digo esto porque una de las tónicas habituales cuando hablas con algún emigrante como yo, es preguntar cuándo llegó. Diría que es como tu matrícula, como tu nuevo DNI y, en este caso, mi fecha clave ya no sólo es el 11 de febrero, mi cumpleaños, sino también el 6 de septiembre.

Las últimas semanas han sido muy ajetreadas. Se me juntó todo: tener que salir del país porque expiraba mi visa de turista, buscar una nueva habitación puesto que tenía que irme de donde estaba e ir a cubrir el Abierto Mexicano de Tenis en Acapulco. Vayamos por partes. Lo más agobiante era saber si, efectivamente, ahora están poniendo más trabas para que los extranjeros entren a México. Nada más lejos de la realidad. Salí un viernes hacia San Antonio, Texas, y regresé dos días después a Ciudad de México sin problemas con Migración. De hecho me hicieron menos preguntas que cuando entré por primera vez en septiembre.

Lo que hice en San Antonio no pasará a la historia de la humanidad. Simplemente fui allí porque era el billete de avión más barato que encontré. Principalmente estuve por el Downtown y anduve por el Riverwalk, que es una zona con muchos bares junto a un río. Lo curioso es que siempre que he ido a los Estados Unidos nunca he tenido la posibilidad de poder ir a ver un partido de la NBA puesto que el equipo local siempre ha jugado fuera. En San Antonio me pasó lo mismo.

Mi entrada de nuevo en México fue por todo lo alto. Sin tiempo para respirar, llegué a casa, hice de nuevo la maleta y me marché a Acapulco. Digo que fue por todo lo alto porque por primera vez en mucho tiempo volví a sentirme periodista. Tuve la posibilidad de realizar entrevistas a tenistas, aficionados y estar en una sala de prensa con todo lo que ello conlleva. Fue corto, una semana, pero lo suficiente como para tener de nuevo ilusión por una profesión que nunca voy a intentar abandonar. Eso sí, siempre me acordaré de Acapulco por el calor y por los mosquitos que me dejaron las piernas llenas de picaduras.

Y hoy, 7 de marzo, estoy a un día de mudarme a la nueva casa. Me voy a una colonia que se llama La Condesa. Diría que es una de las zonas más europeas de Ciudad de México junto con la Roma, llena de bares, restaurantes, lugares de copas y un gran ambiente. Lo mejor de todo es que el piso a dónde voy es tan grande que si jugamos al escondite mis futuros compañeros (5) y yo no nos vamos a encontrar. Será una nueva experiencia para mí puesto que nunca he convivido con tanta gente en una misma casa. Por allí  hay franceses, españoles y mexicanos.

Y, sí, el running lo llevo regular. Entre tantas cosas, no he podido entrenar lo que quisiera. Pero a partir de este fin de semana ya me centraré para prepararme la Maratón de Berlín. Quiero volver a tener la sensación de libertad, de desahogo, de dejarme llevar mientras corro. Como siempre, lo haré con música, como la que ahora está sonando mientras escribo estas palabras. Seguiremos informando.

Sonidos inconfundibles en Ciudad de México

Uno de los sonidos más característicos de Ciudad de México es el del avión. Diariamente y en cualquier momento sobrevuelan aviones y aviones por el cielo del DF. Al final este sonido se convierte en parte de tu vida y lo consideras como algo normal, aunque al principio no daba crédito a la cantidad de aviones que salen y llegan a Ciudad de México.

Y es que cuando miras hacia arriba te puedes encontrar muchas sorpresas. Por ejemplo, ver a un helicóptero, bajar la cabeza y observar a un guardia de tráfico gesticular más de la cuenta. Me quedé alucinado con lo que hacía el policía. El señor me miró y me guiñó el ojo riéndose. Cuando me acerqué a él me dijo que estaba haciendo como que trabajaba porque lo estaban vigilando desde el aire. No supe qué decirle. El hombre insistió que estaba contento porque de momento no lo habían pillado sin hacer nada.

Otro sonido inconfudible es el de los vendedores de tamales. Bueno, ellos no hablan, lo hace un megáfono. Y no tienen ninguna hora concreta para ir por las calles. Lo mismo escuchas esa voz a las 9 de la mañana de un domingo que a las 10 de la noche de un jueves.

Y es que estamos rodeados de sonidos, de situaciones que tal vez no las vuelvas a ver...o sí. No sé si volveré a encontrarme a algún taxista como el de ayer que empezó a hablarme de la NBA (liga de baloncesto de los Estados Unidos), o al de hace unos días que me habló de lo que para él es México y lo que debería hacer el país para "librarse" del control de los Estados Unidos. O, tal vez, vuelva a coincidir con el taxista que me comentó que nunca había salido del país y que su gran ilusión es poder tener unas vacaciones con su familiar fuera de México.

A pesar de que ya hablé del tema, me sigue sorprendiendo la variedad que existe en la decoración de un autobús. En muchos casos existen símbolos religiosos, pero creo que lo de ayer superó todo lo visto hasta ahora. El conductor tenía un altar en pequeñito a su lado, con flores y todo. En otras ocasiones me he encontrado con muñecos, pegatinas o frases inspiradoras.

Por cierto, a pesar de llevar casi medio año en Ciudad de México, no he visto todo lo que tengo que ver. Todavía no he ido al Museo de Antropología. Nunca encuentro el domingo adecuado para hacerlo porque normalmente prefiero aprovechar que cortan el Paseo de la Reforma (una de las avenidas más importantes del DF) para correr. Pero prometo hacerlo pronto. No podrá ser el próximo fin de semana puesto que tengo que salir del país antes de que expire mi visa de turista. El lugar elegido ha sido San Antonio, Texas. Es una ciudad que no tiene nada de especial. La elegí porque fue el billete de avión más barato que encontré. Eso sí, para los mexicanos es una ciudad clave puesto que allí van muchos de ellos a comprar ropa (dicen que es más barata).

             El Ángel de la Independencia está en el Paseo de la Reforma. Aquí estoy sentado.

Por lo demás, mis entrenamientos van en aumento. Mi objetivo es el Maratón de Berlín de septiembre y pronto tengo que empezar a hacer rodajes más largos. Tendré que pensar alguna ruta para poder hacerlos. De momento sigo corriendo en un parque rectangular. Es aburrido porque sólo doy vueltas. Aunque creo que es más aburrido para los que están allí porque es normal que se harten de verme. Ayer, por ejemplo, estuve una hora dale que te pego y una pareja estuvo allí sentada durante todo mi entrenamiento. Estoy seguro que al final dijeron: "chico, ya lo tienes bien, ¿no?"

Espero que el próximo post que escriba sea para deciros que ya encontré una nueva habitación. De momento todo lo que he visto no me ha gustado, hasta el punto de que en la última cita llegué a la finca y, al verla, decidí darme la vuelta y marcharme. Seguiremos informando.


El tráfico en Ciudad de México: un mundo aparte

Sin lugar a dudas la imagen de la semana me la encontré ayer cerca del Ángel de la Independencia, uno de los monumentos más importantes de la Ciudad de México. Estaba esperando en un paso de peatones para cruzar. El semáforo de los coches estaba en verde, pero no podían pasar porque unos policías estaban en el medio. Su intención era aligerar el tráfico en sentido perpendicular. Lo que me asombró fue que los coches que estaban parados empezaron a pitar y pitar sin parar e incluso alguno se saltó el cordón de los policías y pasó sin problemas. Y es que creo que junto con El Cairo, el DF es la ciudad donde más estoy escuchando el pito de los coches.

El Ángel de la Independencia


Hablando de vehículos, en México DF también hay gorrillas. La diferencia es que muchas veces no lo ves. Sólo distingues una botella o un recipiente de plástico en la mitad de una zona de aparcamiento. Cuando haces la intención de quitarlo es cuando aparece de la nada para preguntarte si vas a aparcar.

El tráfico y el caos se contraponen a la meteorología que ahora estamos viviendo. A pesar de ser febrero y de que me dijeron que era un mes de frío, la verdad es que la temperatura de ahora me recuerda a los mesos de mayo y junio de Valencia. Sin embargo, ahora es una temporada muy seca y lo noto mucho. Lo malo es que en abril hará mucho calor y habrá que esperar a mayo-junio para que empiecen las lluvias y se refresque y humedezca el ambiente.

Ahora ya puedo decir que tengo 37 años. Es un número bonito, pero hubiese preferido quedarme en los 36. A pesar de la distancia y de la diferencia horaria, mucha gente me felicitó. A lo mejor os parece una tontería, pero el simple hecho de que alguien te diga "Felicidades" es un momento de alegría puesto que alguien se ha acordado de ti o, al verlo en su calendario de Facebook, ha tenido la voluntad de escribirlo. El hecho de cumplir años en México me permitió comprobar que aquí eres el auténtico protagonista en el sentido amplio de la palabra, puesto que la tradición es que los demás te traigan un pastel y no lo hagas tú, hasta el punto de que si sobra tienes el derecho (y diría también la obligación) de llevártelo a casa.

Mientras escribo estas palabras estoy escuchando un grupo mexicano que se llaman Sixties Guns. Son de Tijuana y me han sorprendido gratamente. También me sorprendió hoy ver a una mujer con su perro y agarrarlo cuando pasé corriendo. La saludé, la aplaudí y le di las gracias. Eso sí, al cabo de 5 minutos me vi en el suelo puesto que ya era de noche y tropecé con una de tantas alcantarillas que se salen por encima. Por si acaso, me levanté enseguida para que nadie me viera, aunque no lo logré; alguien me vio.

Y es que aunque estés en la mejor calle de la ciudad, es obligatorio mirar siempre hacia abajo. Los baches y los agujeros están a la orden del día. Forma parte de la idiosincrasia de un país en el que todo es posible, hasta el punto de que en el trabajo regales unas entradas para un partido y los afortunados no vengan a por ellas, o que un autobús se enfade contigo porque estés cruzando un paso de peatones. Mi reacción fue saludarle.

Hoy me estreno con una fotografía. Intentaré ir añadiendo algunas más para que os acerquéis a una ciudad que te sorprende día a día. Seguiremos informando.





Un cumpleaños extraño en Ciudad de México

Mientras escribo esto ya es mi cumpleaños en España, pero no en México. Raro, ¿verdad? Así que no sé qué hacer, no sé cuándo celebrarlo. Lo que sí que sé es que será un aniversario extraño porque no lo podré celebrar como quisiera. De todas maneras, la gente que me conoce se está acordando de mí y no me encuentro sólo.

Ya que hablamos de cumplir años, una de las imágenes que más me encuentro los fines de semana es la de buen número de limusinas custodiadas por jóvenes mexicanos. Al principio no sabía de qué iba la historia y pregunté al primer peatón que encontré. Me explicó que en México cuando las chicas cumplen 15 años celebran que ya son mujeres y hacen una fiesta. En muchas ocasiones alquilan una limusina e invitan a sus amigos. En una de tantas, la quinceañera me miró cuando me los crucé y me saludó. Inmediatamente recordé cuando tenía 15 años.

Y ya que hablamos de edad, creo que los mexicanos son "come años". Hoy, por ejemplo, el señor del taxi me dijo que tenía 73 años. Parecía mucho más joven. También me ocurre con mis compañeros de trabajo. Todos parecen más jóvenes.

El taxi en México es un mundo que me aporta mucho. Las conversaciones que tengo son dignas de grabación. Ayer tuve la mejor. Pregunté al taxista cómo le iba el día y me contestó que muy bien, que no tenía derecho a quejarse porque sólo vivimos una vez y que agradecía poder trabajar. Sus palabras me marcaron bastante porque precisamente vine a México porque no encontraba una oportunidad laboral en España y porque mucha gente lo está pasando mal. Tanto es así que este sábado más de 800 personas fueron despedidas de Canal 9. Para mí fue muy triste porque echaron a ex compañeros de trabajo que me lo enseñaron todo.

Mientras espero que ya sea 11 de febrero en México, aprovecho para deciros que, de momento, no he vuelto a comer tacos en la calle, pero sí que probé un mezcal muy bueno. El mezcal es de la familia del tequila, pero me pareció más bueno porque era más afrutado. Lo más curioso fue que no se toma con trozos de limón sino con trozos de naranja. Me gustó la mezcla.

En pocos días debo cambiarme de casa y también debo salir del país porque el 4 de marzo expira mi visa de turista. Todavía no sé a dónde volaré para poder generar 180 días como turista. De momento sigo sin poder tramitar mi visa de trabajo y hoy ya sé cuál es el motivo. Según la persona que decidió sobre mi expediente, existió un defecto de forma puesto que entendió que periodista y corresponsal no son lo mismo. En Migración me dijeron que presentara mis papeles en el grupo de corresponsal porque así lo reflejaba mi situación (muy raro), y resulta que después me dicen que los papeles no estaban bien porque tendría que haber puesto periodista. En fin, sin comentarios.

Por cierto, ya estoy más tranquilo. El otro día me crucé con un corredor y pude notar que tiene los mismos síntomas que yo: mucha mucosidad y respiración un poco jadeante. Pensaba que sólo me pasaba a mí. Espero poder adaptarme definitivamente a la altura en poco tiempo, porque no consigo correr con comodidad. Hoy, por ejemplo, hice 13 km y bien, pero no siento esa frescura que tenía antes de venir a México.

Hoy, para acabar mi relato, quiero daros las gracias por leer mis palabras. Nunca pensé que pudieran interesar las historias de alguien como yo, un chico corriente que por X motivos decidió emigrar. Los mensajes de ánimo en redes sociales y los comentarios de la gente cada vez que escribo me ayudan a seguir adelante. Si no fuera así, creo que no hubiese aguantado 5 meses en México. Seguiremos informando.







Las repercusiones de comer tacos en las calles del DF

Tras 5 meses en México, al final me decidí a comer unos tacos en la calle. Sí, lo sé, fue una decisión arriesgada, pero lo tenía que hacer para saber si mi estómago ya estaba lo suficientemente fuerte como para aguantarlo. La verdad es que estaban buenos. Me comí 4: dos de suadero (carne de vaca) y dos de campechano (carne de vaca con longaniza o chorizo). Unas horas después estaba feliz porque no noté ningún tipo de consecuencia gastrointestinal. Sin embargo, por la noche empezó el festival. Me ahorraré algunos detalles, pero la conclusión es que mi estómago todavía no está preparado para comer tacos en la calle.

De la misma manera sigo sin acostumbrarme a tener que esperar en un paso de cebra. Lo que hago es empezar a caminar e indicar a los coches que paren. Por suerte me suelen hacer caso, aunque alguno se enfada conmigo. Lo normal sería que yo me enfadara con ellos. Es toda una aventura cruzar una avenida muy importante. Cuando estoy cruzando un paso de peatones me siento bien porque es el único momento que me siento más importante que el coche. Es una liberación. 

Tampoco me he acostumbrado a que preguntes a un conductor de autobús si va a una determinada dirección y que me conteste otra cosa que nada tiene que ver con lo que le he preguntado. Me ha ocurrido en algunas ocasiones; la última fue el pasado fin de semana. Pregunté al señor si su autobús iba en dirección a la Colonia Condesa. Me dijo que iba al Metro Sevilla. Le volví a preguntar si pasaba por Condesa y me dijo que iba a Metro Sevilla. A la tercera tampoco fue la vencida. Al final decidí pagar, sentarme y esperar. 

No sé si os ha pasado alguna vez pero, dependiendo de la canción ,veo las cosas de una manera o de otra. Si, por ejemplo, estoy caminando y estoy escuchando una canción que me pone las pilas, veo la Ciudad de México como algo interesante, como una aventura que a lo mejor muchos querrían hacer. Si estoy escuchando una canción más tranquila pienso que el DF es un caos, una anarquía. Lo mismo me ocurre cuando antes de salir de casa he escuchado o no una canción que me ha hecho sonreír. Si lo he hecho, salgo de mi habitación como si fuera la persona más importante del mundo. Si no lo he hecho es como si me faltara algo, como si estuviera triste. 

Una de las mejores imágenes que me he podido encontrar en los últimos días fue cuando vi Ciudad de México desde la altura. Fue desde la Torre Latino, un edificio que durante un tiempo fue el más alto de la ciudad y que se encuentra cerca del Zócalo.  Era de noche y lo que me encontré fue maravilloso. Desde siempre he sido un enamorado de las imágenes aéreas, de ver ciudades desde lo alto. Me senté y me quedé una hora sin hacer nada, sólo mirando, sólo comprobando si había estado en un lugar determinado o no. Desde que estoy en el DF ha sido uno de los momentos de mayor libertad que he tenido. 

Libertad, qué gran palabra. No entiendo que algunos estén en contra de ella, ya sea porque no te dejan trabajar con tranquilidad, ya sea porque te autoimpones restricciones tontas, ya sea porque tienes prejuicios y miedos. Animo a la gente que desea tener libertad, que desea tomar una decisión pero tiene miedo de hacerlo. Mucha gente me ha preguntado últimamente si le recomiendo que venga a México. Mi contestación es simple: "haz lo que te dicte el corazón, haz lo que desees". Seguiremos informando. 





Ciudad de México: Polanco y sus curiosidades

Es curioso cómo mirando la fachada de una embajada puedes saber si el país es o no pobre. Os digo esto porque es una de las cosas con las que más me he fijado desde que vivo en el barrio de Polanco. En esta zona existen muchas embajadas. Me llama la atención cómo en una misma calle te puedes encontrar a la Embajada de Rumanía y a la de Alemania y comprobar que, efectivamente, hasta en eso se demuestra la opulencia y la miseria de un país. En este caso, la de Rumanía es una casa tétrica, fea y descuidada, mientras que la de Alemania está muy bien cuidada, es bonita y muy cara.

También me resulta muy curioso observar que a pesar de que España tenga miseria y paro, se permite el lujo de tener una embajada grande, muy grande, y cara, muy cara. Siempre que paso por delante de ella me hago la siguiente pregunta: ¿es necesario tanto? Lo interesante del tema es que me comentaron que el embajador vive en una zona exclusiva de Ciudad de México y no es una casa precisamente muy barata.

Os quería contar todo esto porque mi trayecto de la casa al trabajo es de lo más divertido. No sólo veo embajadas sino que también veo a numerosos judíos ortodoxos con sus vestimentas y barbas particulares, así como al joven judío de la bicicleta que se dirige a algún lugar que desconozco. Precisamente, el otro día ese chico llevaba una bufanda del Barça y se me ocurrió decirle: "Força Barça". El chico me miró con cara rara y se marchó. Lo bueno es que al cabo de 5 minutos, me lo volví a cruzar y me hizo la señal de la victoria. Creo que al final sí que me entendió.

También suelo coincidir con el señor que abre la puerta de un garaje. Parece que tenemos telepatía puesto que siempre que me lo encuentro está abriendo esa puerta. Recuerdo al grupo de trabajadores de una obra que siempre están comiendo algo cuando paso por delante de ellos. Y, por supuesto, no puedo olvidar a la señora que está barriendo la acera en un punto determinado de mi trayecto.

Todos ellos son protagonistas de mi historia. Ellos no lo saben, pero forman parte de ella. De igual manera, también entran los pequeños momentos que nunca olvidaré, como puede ser estar sentado en un parque contemplando lo que ocurre a mi alrededor, o buscando un pan que me recuerde al que me comía en Valencia. Tengo enormes dificultades para conseguir una barra de pan que me provoque esa paz interior que necesito cuando quiero hacerme una simple tortilla.

Imágenes, pequeñas historias, protagonistas que pasan por mi lado, que no se dan cuenta de que están en mis pensamientos y en mis palabras. Porque, ¿cómo va a creer el señor que en estos momentos está pasando por la calle vendiendo oaxaqueños con un megáfono incorporado que ahora le estoy mencionando en este post? ¿O por qué tiene que pensar el portero de mi edificio que todas las mañanas me da la mano para saludarme que también lo estoy nombrando?

Todos ellos se quedarán en mi memoria cuando no esté aquí. De momento no sé cuándo llegará el día que me marche. Lo que sé es que hoy hace 5 meses que llegué a Ciudad de México sin saber que sería de mí. A día de hoy tampoco puedo deciros qué me ocurrirá en unos meses. Intento vivir el día a día y no agobiarme. Lo interesante es que mis sentimientos son como una montaña rusa: un día estás muy animado y te crees el rey del mambo, pero al día siguiente sólo piensas en marcharte, en decir basta. Y es que en esta ciudad todo es posible, hasta el punto de que un día te puede salir todo mal y al día siguiente todo lo contrario. No hay un término medio.

Realmente este espacio sirve para desahogarme, al igual que cuando corro. Son los mejores momentos. Digo y pienso lo que quiero, me imagino historias o, simplemente, me dejo llevar. Sobre todo me permite llenar el vacío que tengo durante muchos momentos del día, sobre todo durante el fin de semana. Correr, escribir y escuchar música. Gracias a estas tres cosas estoy sobreviviendo en México. De todas maneras, nadie me dijo que sería fácil. Lo asumo. Seguiremos informando.

Ciudad de México y sus pequeñas historias

Empiezo a escribir estas palabras con un poco de cabreo. Ya se me pasará. La cuestión es que hoy quedé con un chico para que me enseñara una habitación. Cuando llegué a la dirección indicada, llamé por teléfono para comprobar que, efectivamente, no me había equivocado y la sorpresa fue que el chico me dijo que no se encontraba en el apartamento puesto que había tenido que salir a trabajar y que se le había olvidado la cita. Mi respuesta fue que podría haberme avisado; me contestó que lo sentía mucho y que no lo hizo queriendo. Faltaría más, le dije. Y así acabó esta conversación surrealista.

Sin embargo, fue un viaje divertido. Por el camino me encontré con chicas con unos tacones de dos palmos de alto (no exagero) andando como un pato, con dificultades y perdiendo el equilibrio, pero allí estaban ellas andando orgullosas. Me dieron ganas de decirles que se quitaran los zapatos y fueran con unos de suela plana o que fueran descalzas. Sufrí por ellas.

También pude comprobar lo que es que un conductor de autobús vaya despacio. Hasta hoy no lo había vivido. Fue una sensación maravillosa, muy parecida a la que tienes cuando no estás pensando en nada y te dejas llevar por los acontecimientos. El señor conducía tranquilo, sin prisas, sin agobios, sin estrés. Estuve a punto de no bajar y seguir allí sentado.

El viaje también dio para que conociera nuevas rutas por la ciudad y para verla desde otra perspectiva. Parece mentira lo que puede cambiar una ciudad si la ves con los pies en el suelo o sentado en el transporte público. Hoy pude ver que muchas personas aprovechan los semáforos en rojo para acabar de arreglarse, para comprar alguna comida que vendan en la calle, para hacer cara de tener prisa y estar esperando que salga el verde y acelerar rápido o para enfadarse porque una persona cruza la calle y él no puede pasar.

Pronto voy a hacer 5 meses en Ciudad de México y todavía no estoy acostumbrado a ella. Sin embargo, cada día tengo más respuestas a la hora de afrontar una situación que desconozco. Creo que la clave es dar la sensación de que la controlas a pesar de que no sea verdad. En ningún momento me he sentido observado ni extraño. Se nota que los mexicanos están acostumbrados a recibir gente de otros países.

Eso sí, se sorprenden cuando les hablo de la corrupción en España. Lo primero que me dicen es: "el problema que tienen ustedes es que para vosotros es algo nuevo. Acá ya estamos acostumbrados a eso". Ante esta respuesta prefiero no decir nada puesto que tienen razón. Sin embargo, me sigo indignando por lo que leo y escucho. Tengo claro que soy una consecuencia de todo lo que está ocurriendo en España, pero no van a conseguir que me derrumba.

Y, sí, sigo corriendo. Seguramente pensaréis que tengo una vida aburrida, pero la gente que corre me va a entender cuando diga que hacer deporte, correr es una forma de vida. Ayer tuve una situación embarazosa puesto que una furgoneta casi me atropelló. Iba corriendo al lado del bordillo y, de repente, vi que una furgoneta iba casi a mi ritmo con intención de hacerse a un lado y parar. No sé si el señor controlaba la situación pero, de repente, me vi la furgoneta encima. Cuando le dije que qué estaba haciendo, el conductor me contestó: "tranquilo, amigo...está controlado". Yo no lo tenía tan claro.

Y es que aquí eres amigo de todos. Es la coletilla que utilizan muchos mexicanos para tratar de venderte algo, para saludarte o para contestarte. Me siento extraño cuando me lo dicen, puesto que hace tiempo que no veo a mis amigos y los echo de menos. Por lo menos sé que me tienen presente, que se acuerdan de mí. Así como mi pareja y mi familia. Desde aquí les mando un fuerte abrazo y les digo que estén tranquilos porque voy a seguir luchando por un futuro digno. Seguiremos informando.



Correr, viajar y sentirte totalmente emigrante en México

En Ciudad de México, el principal enemigo de un runner no sólo es el coche sino también las personas con perros. Mejor dicho, las personas que llevan sus perros sueltos. Lo curioso del caso es que parece normal que en un parque los canes, sea de la raza que sean, corran sin ningún tipo de problemas. El problema lo tienes tú.

La verdad es que no sé la razón por la que he empezado así el post. Posiblemente sea porque hace una hora que vengo de correr y me sorprende que no me haya mordido un perro. Precisamente, mientras he estado corriendo me he acordado de los días que pasé en Guanajuato y San Miguel de Allende. Se trata de dos ciudades que fueron muy importantes en la independencia de México y muy bonitas, sobre todo San Miguel de Allende, donde te puedes encontrar con numerosos gringos que viven allí todo el año.

Me he acordado de estas ciudades porque el viaje de ida y vuelta fue una odisea. El medio elegido fue el autobús. Cuando compré los billetes pensé que iría directo, pero no fue así. No sé cuántas paradas hizo, pero al final estaba desesperado. Lo más interesante era cuando subía un vendedor de comida y no se bajaba, sino que se quedaba en el autobús hasta un buen tramo. Yo hubiese querido que se hubiera quedado por mucho más tiempo porque era el momento de mayor entretenimiento. Era una gozada ver cómo preparaba las papas: les ponía mucho limón y un líquido rojo que después me enteré que era chile. Lo hacía con una rapidez excepcional.

En el DF la vida transcurre mayoritariamente en el trabajo. Tuve la ocasión de ir al cine y también me sorprendió una cosa: el 75% de la gente que fue a ver la misma película que yo entraron tarde y no tenían ningún problema en hacer ruido, en quedarse delante de la pantalla de pie sin ningún tipo de prisas.

Y, a pesar de que lleve casi 5 meses aquí, todavía me sigue sorprendiendo que en los establecimientos casi nunca tengan cambio. Pensaba que eso sólo ocurría en el caso de los taxis, pero no es así. Ya sea en un supermercado, en una tienda o en el cine, nunca tienen cambio.

Por otro lado, la experiencia de ser emigrante la estoy viviendo en todos los sentidos, hasta el punto de que estoy teniendo problemas con los papeles. Migración me los denegó y ahora tendré que salir del país para conseguir una visa. No les culpo ni mucho menos. Al final recogemos lo que sembramos, es decir, si en España ponen problemas a los mexicanos, es lógico que ellos también nos pongan problemas. Creo, sinceramente, que el tema de la emigración debería ser de análisis y de debate entre los políticos, puesto que por culpa de ellos muchos de nosotros padecemos las consecuencias de sus decisiones.

El hecho de estar lejos de casa te hace ver las cosas de otra manera. Muchas veces me río de mí mismo porque en Valencia me preocupaba por situaciones que ahora me parecen una tontería. No sé si seré capaz de estabilizarme en México, pero nadie me podrá decir que no lo he intentado. De momento me quedo con las personas que leen este blog y que me dicen que siga escribiendo porque les gusta lo que cuento. Gracias a todos. Seguiremos informando.


Imágenes que no se olvidan en México

Tras unas semanas sin decir nada por aquí, vuelvo con mis historias mexicanas y con el compromiso de no ser un pesado. Han pasado muchas cosas desde la última vez que me dirigí a vosotros, pero no sé por dónde empezar. Creo que improvisaré sobre la marcha.

Por ejemplo, la primera imagen que se me viene a la cabeza es la de una farmacia en Acapulco. Y la recuerdo con una sonrisa en la cara puesto que me quedé sorprendido al ver a una mujer con un micrófono anunciando lo que allí había, como si fuera una parada de una feria donde venden boletos para jugar a la rifa.

Y es que Acapulco no pasó inadvertido por mí, tanto en sentido negativo como en positivo. Ya me habían comentado que ya no es lo que era y, efectivamente, me decepcionó puesto que me pareció que estaba en Benidorm. Sin embargo, lo que más me gustó fue la estética de los autobuses. Tanto por fuera como por dentro muchos de ellos estaban grafiteados y en todos ellos tenían la música a toda pastilla.

Siento que este post es un poco raro, puesto que la siguiente imagen que aparece en mi mente es la de un sábado por la mañana en el DF, en concreto en Polanco. Creo que ya os dije que este barrio es muy pijo y no me gusta. Pero a lo que voy es que algún sábado que he ido a dar una vuelta por allí he podido comprobar los desayunos que se come la gente. Y no estoy hablando de las 9 de la mañana. Perfectamente pueden ser las 12 del mediodía y las personas siguen desayunando unos platos muy abundantes. Ahora entiendo que en México no existen los horarios en la comida puesto que si a las 12 estás desayunando, posiblemente comas a las 5 de la tarde.

De los desayunos mi cabeza me lleva a Teotihuacán, uno de los sitios que hay que ir sí o sí si estás en el DF. Habréis podido comprobar que en las últimas semanas he podido viajar. Pues bien, la imagen que tengo de esa ciudad prehispánica es la gran cantidad de vendedores que existen allí y que no dejan de preguntarte si quieres comprar. Hasta tenía miedo de subir a la Pirámide del Sol, la más alta de las tres que existen en Teotihuacán y encontrarme allí arriba a algún vendedor. Lo curioso es que fuera del recinto, en una zona para comer, fue cruzar la carretera y enseguida vinieron unos meseros (camareros) como moscas a ofrecernos un sitio donde comer.

Sin embargo, una de las imágenes que más me ha impactado últimamente es que un indigente se enfadara conmigo y me insultara porque no le di nada. No supe qué decirle. En el DF hay bastantes personas que piden, pero lo suelen hacer con respeto. De la misma manera, la gente que vende cosas por la calle también te respeta puesto que, si le dices una vez que no quieres nada, no suelen insistir.

Y ya que hablo de vendedores ambulantes, una imagen que me encanta es la de los vendedores de periódicos en los semáforos. Van vestidos con el equipaje del medio de comunicación al que representan. Cada vez que los veo me alegro puesto que demuestran que un país llamado México sus habitantes sí que compran el periódico y lo leen, y rompen la teoría de que la prensa está muerta con la llegada de las nuevas tecnologías.

Por lo demás, tras enrollarme un poco, sigo con mi rutina de ir a trabajar y de cobrar cada quince días. En España también deberían implantar ese sistema y no esperar a final de cada mes. De manera paralela, sigo con mis entrenamientos y con mi adaptación a la altura. Pero no os penséis que me he librado de los mocos. Para nada. Sigo con la nariz tapada. Pero esa es otra historia. Seguiremos informando.