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La gente sí que es solidaria

A pesar de que todavía no he encontrado un trabajo estable, cada día estoy más convencido de que he hecho bien en venir a México. Y lo estoy porque la experiencia me está resultando satisfactoria desde un punto de vista personal y, sobre todo, para darme cuenta de determinadas cosas.

Lo más importante es que la gente, en general, es solidaria. Son muchas las personas que están tratando de ayudarme sin nada a cambio. Ya os comenté el papel que están desempeñando Eduardo y Maria Luisa para que esté a gusto en Ciudad de México. En todo momento están pendientes de mí y me dan consejos. No sólo eso. Me proporcionan una casa hasta que encuentre algo decente.

Pero no me quiero olvidar de personas como Laura, que vive aquí y es de mi pueblo, o Alba, de un pueblo cercano al mío. También son mi guía para no ir acelerado, para pensar mejor las cosas. Sería injusto si no hablara también de personas que viven aquí y que, enseguida, han intentado darme una mano. Gracias Lleïr, Hugo, Adriana, Luis, Viviana, Diana, Estrella...

Los ánimos no sólo los encuentro en la gente de aquí. Las personas que más me importan están muy pendientes y no dejan de animarme. Mi familia, pareja y amigos son el sustento necesario para que siga aquí. Sin ellos no soy nada.

A nivel emocional, uno está tranquilo porque sabe que lo hace por un bien. Efectivamente, mi intención ha sido la de venir para trabajar. Pero de manera involuntaria, esta aventura me está sirviendo para valorar aspectos que no tenía en cuenta hasta ahora. Seguro que me ayudará en un futuro.

¿Y qué más puedo decir? Para alguien del mediterráneo como yo, le cuesta acostumbrarse a una época del año, la de ahora en México, en la que llueve todos los días. Ayer, por ejemplo, estaba tan tranquilo por la calle y, de repente, se puso a diluviar. Lo malo es que hay tanta gente que es casi imposible acceder a un transporte público. No tuve más remedio que esperar.

La imagen que se da del DF no es la que se corresponde con la realidad. Claro que hay violencia. ¿Cómo no va a haberla en una ciudad de más de 20 millones de personas? Pero sí que puedo decir que, en estos momentos, es la ciudad más segura de México. Y si no, que se lo pregunten a los ciudadanos cada vez que van a un supermercado o pasean por la calle. El número de polícias cargados hasta los dientes es muy grande.

 Por lo demás, sigo acostumbrándome al ritmo de esta ciudad. Ayer oí a una mujer que decía que desde que vive en DF le han salido más canas. Puedo entender que exista estrés. Yo trato de no tenerlo, trato de tener paciencia porque la burocracia mexicana es muy lenta y su carácter es muy diferente. Van a otro ritmo. El trámite de los papeles no va como yo quisiera, pero no me queda otra. A pesar de todo, una vez tenga un resguardo que acredite que se está tramitando mi permiso ya podré empezar a trabajar en un canal de televisión como freelance. Algo es algo.

De una cosa sí que estoy contento: ya puedo respirar bastante bien cuando salgo a correr. Ha sido un suplicio hasta ahora, porque no podía agarrar aire por la nariz y tenía que respirar por la boca. Además, por la contaminación, la nariz se me taponaba de mocos y los labios se me cortaban. Ahora es otra historia. Mi amigo Sergio ya me ha pasado un planning de entrenamiento para intentar tener de nuevo un buen ritmo. ¿Cuál será el siguiente objetivo? No lo sé, aunque me gustaría que fuera una maratón.

Mientras tanto, seguiré luchando para encontrar un futuro. No voy a bajar los brazos. Bienvenidos a DF.





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