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Un nuevo año en Ciudad de México

Ir a Migración me ayuda a pensar que no soy el único que ha pasado y pasa por diversos procesos para asentarse en un país. Cada uno de los emigrantes tiene su propia historia pero lo que nos une es que estamos lejos de casa y que pretendemos estabilizarnos en el nuevo país. Hoy fui porque como extranjero tienes que comunicar cada cambio que realizas (ya sea de trabajo o de domicilio) y he vuelto a ver a personas de diferentes países, cada uno buscando su objetivo, cada uno buscando su sueño. Hoy, por ejemplo, mientras esperaba en la cola, he podido escuchar a un francés, a un hindú y a un chino. Es raro: no he escuchado la voz de ningún español ni de ningún argentino. 

El tema de la emigración sigue estando de moda en España. Desgraciadamente. Todavía leo comentarios de políticos que indignan a los que nos hemos marchado. Solo sé que cada vez hay más universitarios interesados en abandonar el país. Por algo será. En mi caso, tomé la decisión en su momento y no me he arrepentido. 

A pesar de llevar un año y casi cinco meses en México, me sigo sorprendiendo de muchas cosas. Este año he vivido la Navidad de forma diferente gracias a una persona muy especial y muy importante para mí. Ella me ha permitido conocer la verdadera navidad mexicana: desde las posadas, pasando por las piñatas y acabando por la comida. La conclusión es que en México la Navidad se vive de forma más familiar y más amena que en España. En estos momentos me estoy acordando de cuando me tocó golpear la piñata con los ojos vendados: fue una sensación de libertad, de sacar todo lo que tenía dentro, de emoción, de sentirme bien, de no pensar en mis preocupaciones...

Durante las últimas semanas he cambiado de trabajo. Me hicieron una oferta para ir a otra agencia de comunicación y aquí estoy. Me encuentro en el proceso de adaptación, pero estoy contento con mi decisión. También es cierto que ya le he agarrado el ritmo a la Ciudad de México y eso es importante para alguien de fuera. Tened en cuenta que se trata de una ciudad de más de 20 millones de personas y su ritmo es frenético. Tengo suerte de que puedo ir caminando al trabajo y de que, poco a poco, voy conociendo más partes de la ciudad, a pesar de que me lleve algún que otro susto cuando salgo a correr. 

Tengo que reconocer que cuando llegué me costó adaptarme y creía que nunca lo conseguiría. Pero ahora puedo asegurar que estoy asentado y con ganas de seguir creciendo a nivel personal y profesional. Me emociona pensar que los míos están pendientes de mí, que saben que voy mejorando y que se alegran. Siempre he dicho que no soy ningún valiente por tomar la decisión que tomé. Simplemente me arriesgué. 

Por cierto, cuando corro sigo teniendo historias extrañas. El domingo tenía que hacer 15 kms porque quiero correr el Maratón de París. Casi me atropellan dos veces, casi me atropella una bici, un chico me dijo que estaba loco cuando cruzaba las calles y otro me preguntó mientras iba a mi lado con su bicicleta si iba bien para cierta dirección. Lo bueno del DF es que todo es imprevisible y todo es posible. 

Y, sí, desde hace unos días, veo el cielo más azul y eso me alegra. Muchos días es gris, pero cuando está azul se me alegra la cara. Ah...y no esperen que les diga dónde ir o qué ver en Ciudad de México. Lo mío es otra cosa. Solo trato de explicar lo que siento en esta megalópolis, qué siento cuando como un huitlacoche o un pavo, cuando escucho música mexicana o cuando, simplemente, estoy en el metro y observo a la gente (la última vez que lo agarré, un señor me miró y me dijo: ¿eres español?)...Seguiremos informando.