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La no comunicación como arma política

El silencio está de moda en la política española. De hecho, en los últimos días han aparecido una serie de artículos de opinión que analizan la situación. En todos los casos se refieren al silencio del Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y si ese silencio le conviene o no en un momento de crisis como el que estamos viviendo. Más allá de la cuestión política, lo que me interesa es relacionar ese silencio con lo que nos encontramos en pleno siglo XXI. Es decir, si el silencio de Rajoy, si el hecho de que no explique claramente lo que se está haciendo cabe en un sistema en el que las redes sociales se están convirtiendo en el motor de una ciudadanía que necesita expresar, contar lo que le rodea. El silencio en política se puede interpretar como no comunicación. Algunos también lo podrán identificar como reconocimiento de un hecho. En el caso de Rajoy, nos encontraríamos con una intención de no querer comunicar y que sean los ministros quienes lo hagan. Si tenemos en cuenta que cada vez hay más personas que utilizan las redes sociales para comunicarse, para informarse y para interactuar, es difícil de entender que el presidente de un país haya decidido utilizar el silencio como arma para llevar a cabo sus reformas. La pregunta sería si la decisión ha sido suya o de su gabinete de comunicación. Cualquiera de las dos respuestas serían preocupantes. La comunicación es fundamental para entender y para entenderse, para comprender, para reflexionar, para explicar. La comunicación ha sido y es una de las herramientas fundamentales para cualquier político, aunque no siempre la han utilizado como debería. ¿Qué mejor situación que la de un gobernante para comunicar lo que se ha decidido? ¿Por qué la comunicación se convierte en miedo cuando se trata de decir cosas impopulares? ¿No creen los gobernantes que si hay una mejor comunicación, sea cuál sea el mensaje, la credibilidad y la reputación puede aumentar? Algunos gobernantes, como es el caso de Rajoy, no entienden la comunicación si no es para un beneficio personal. Los ciudadanos y ciudadanas ya están hartos de esta situación, y un ejemplo muy claro es la cantidad de mensajes que nos encontramos diariamente en las redes sociales. Ahora todos opinan, todos discuten, todos aportan su granito de arena. Y ellos necesitan que un gobernante esté cerca, que explique realmente lo que va a hacer, lo que está sucediendo y dónde nos encontramos. Con el silencio, con la huida, el gobernante se aleja más y más de la sociedad, una sociedad que ha cambiado, que ha entendido que debe ser partícipe de las decisiones, que sabe que puede y debe opinar y que puede y debe exigir. Desde un punto de vista objetivo, es difícil de creer que alguien que tenga una responsabiliad política no vea que la comunicación es necesaria. Eso sí, como ya he dicho, no entendida como algo para su beneficio personal y sí como instrumento necesario para interactuar con el ciudadano. Al fin y al cabo, ellos se deben a sus votantes. El día que muchos de los políticos y gobernantes entiendan que son servidores públicos y que el diálogo con la sociedad es lo que importa, la comunicación en política tendrá sentido. Lo tienen muy fácil. Las redes sociales permiten que el político y gobernante puedan hablar con sus votantes y con los que no les han votado. La pregunta es si están dispuestos a hacerlo. Algunos lo han conseguido o han entendido que ese es el camino para una mayor credibilidad. Otros, como es el caso de Rajoy, todavía no lo han visto. En su caso es grave, puesto que es el máximo responsable de un país que está muy cerca de la intervención.

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