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Mi adaptación a México va por buen camino.

Es cierta la siguiente frase: "a donde fueres, haz lo que vieres". Cuando emigramos, muchas veces nos pensamos que son los demás los que se tienen que adaptar a ti y no tú al país donde pretendes reiniciar tu vida. De manera inconsciente a mí también me ha ocurrido, sin darme cuenta que el que soy de fuera soy YO. No solo lo digo en cuestiones de trabajo, sino también en las relaciones personales. Tú y solo tú tienes que ser capaz de comprender el estilo de vida, el carácter de la gente, la forma de ver y entender las cosas de los habitantes de tu nuevo país. Si lo consigues, estarás relajado y serás feliz.

Y yo soy feliz. Lo soy porque mi adaptación a México cada vez está más asentada y porque empiezo a tener claras muchas cosas. Y no negaré que me ha costado, pero al fin sé lo que tengo que hacer. Sería de un error inconmensurable si yo criticara un país que me lo ha dado y me lo está dando todo. Tengo trabajo, cosa que en España no lo puedo tener, la gente me ha tratado de forma muy calurosa y, lo más importante, he encontrado a la mujer de mi vida.

Sí, es la mujer de mi vida. Lo es por todo, porque es paciente conmigo, porque entiende mi situación de emigrante, porque disfruto a su lado, porque me hace reír, porque me cuida y porque me ha demostrado y me demuestra día a día que me ama. Ella ha conseguido que entienda la cultura mexicana, que entienda ciertas cosas que no tenía en cuenta, que empiece a entender que México es mi país de adopción. Amor para toda la vida, Areli.

Y es que sea rico o pobre, el mexicano suele estar contento y feliz. Es increíble cómo te reciben en su casa, cómo festejan las cosas. El otro día, por ejemplo, celebré la Candelaria en casa de unos familiares de mi pareja y me sentí abrumado por el caso, por la atención que me prestaron. Lo que más me gustó fue cuando me preguntaban cosas relacionadas con Valencia, con España, y, sobre todo, les encantó que comiera tamales y que me contagiara de su felicidad.

Dicen que la felicidad es un estado de ánimo. Definitavamente lo es. El mes que estuve en mi pueblo, Ondara, escuchaba quejas y más quejas. Todo el mundo tiene derecho a quejarse, por supuesto, pero acabé saturado entre la crisis, entre las tertulias de televisión y las quejas por todo. En México nunca oigo que alguien se queje. Y me da lo mismo si siempre ha sido un país que ha estado en crisis. Para mí tiene mucho mérito que una persona que cobre 3.000 pesos al mes (unos 180 euros), siempre tenga una sonrisa en la cara, o que solo tenga 6 días de vacaciones al año y no se queje. Creo, sinceramente, que si tratas de ver las cosas con una sonrisa disfrutas más de la vida. En este sentido envidio muchísimo a los mexicanos.

También envidio ver a un mexicano comerse un taco con toda la pasión del mundo, que asuma que no tiene muchos recursos y que valore todo, absolutamente todo. En este sentido, y ya lo he dicho en algunos otros posts, mi condición de emigrante solo me ha traído riqueza. Riqueza personal y profesional.

Por cierto, sigo entrenando en plan kamikaze por las calles del DF. Soy como un coche más, como un medio de transporte más. La gente me sigue mirando con cara rara. Seguro que piensan que por qué no corro en un parque o en una zona con menos coches. Yo tampoco lo sé, solo sé que corro por las calles y me siento libre. Seguiremos informando.

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