La sensación fue la siguiente: es como si me hubiese mareado por una bajada de tensión. Así me sentí antes del concierto de The Cure en Ciudad de México mientras temblaba la tierra. Fue la segunda vez que noté un temblor desde que estoy en el DF. La verdad es que los capitalinos están acostumbrados, pero las caras que vi a mi alrededor daban la sensación de que, a pesar de la costumbre, no deja de dar miedo y preocupación. Por lo demás, el concierto duró 4 horas y para mí fue como volver a mi juventud, aquella en la que escuchaba Lullaby desde mi habitación mientras estudiaba para un examen de física en el instituto.
Desde hace dos días llueve por las tardes. Es una lluvia diferente, intensa y corta, como si hubiese alguien arriba que te lanzara el agua en cubos. Ayer, por ejemplo, me fui a correr y a los 30 minutos me pilló la lluvia. No crean que me paré, todo lo contrario. El agua me daba en la cara y era una sensación de frescura que todavía no había experimentado desde que estoy en México. Hasta las piernas me iban solas, a un ritmo muy alegre. No os lo creeréis, pero sentirme tan bien mientras corro me ayuda en mi carácter. Hoy estaba más contento.
Si la lluvia es diferente, las sirenas de las ambulancias y de los bomberos también lo son. Una es más corta que otra, pero el sonido es muy diferente. Creo que podríamos clasificar a los países según sus diferentes tipos de sirenas. Todos los días las oigo y todavía no acierto a saber de qué se trata si no lo veo. Algún día me lo enseñaré.
También me cuesta enseñarme los diferentes tipos de salsas que ves en las mesas de los bares y restaurantes. Pueden haber de 1 a 5 ó 6 terrones. Lo curioso es que nunca los utilizo porque todos pican (unos más que menos). El otro día un camarero se sorprendió porque le dije que no iba utilizar ninguna salsa. Me preguntó si nunca comía picante y le contesté que no. Él no supo qué decirme.
Tampoco es fácil aprender los nombres de los diferentes tacos que existen y de las diferentes comidas mexicanas. Como tampoco es fácil entender por qué en los diferentes antros (discotecas) siempre tienes que estar esperando hasta que alguien que está dentro salga y diga que te conoce. Pregunté por qué hacían eso y me dijeron que habitualmente, en los sitios de moda, necesitas tener una invitación.
Por cierto, el fin de semana coincidí con un taxista que ya me llevó un día. El señor se acordó de mí. Era el que me dijo que me casara con una mexicana para solucionar lo de mis papeles. En esta ocasión me preguntó: "¿Qué, me hizo caso?" Cuando le dije que no, me contestó que ya estaba tardando. Sus palabras fueron: "Es un matrimonio falso...al año se separan y ya está, compadre". Me reí porque lo dijo con mucha gracia. La verdad es que el taxi sigue siendo un lugar de abandono, de relajación, de olvido, de surrealismo. Es una suma de muchas cosas. Seguiremos informando.
Blog personal en el que hablo de mi experiencia como emigrante en México y como responsable de Marketing Digital.
De temblores, lluvias y sirenas en Ciudad de México
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Las peluquerías de Ciudad de México
Uno de los momentos más divertidos es cuando tengo que ir a la peluquería. Me siento como alguien importante porque así te lo hacen sentir. Desde que estoy en Ciudad de México he ido a 3 peluquerías diferentes y no sabría decir cuál de ellas ha sido la mejor en cuanto al trato. El procedimiento suele ser el siguiente: llegas y de repente se levantan dos o tres personas para atenderte; enseguida te ayudan a quitarte la cazadora y te preguntan si quieres algo para beber y te acompañan al lugar donde te van a cortar el pelo; te sientas, te dan la bebida y a empezar.
Lo más sorprendente de todo es que en dos de las tres peluquerías la persona que se encargó de cortarme el cabello nunca habían trabajado como peluqueros sino que ahora lo hacían porque era un trabajo que encontraron. Lo malo es que siempre me lo dijeron cuando ya llevaban medio trabajo hecho. Eso sí, todos coinciden en cortártelo de manera más lenta, más pausada que cuando estaba en Valencia. Al final te enseñan el corte por detrás y si estás contento ya terminaste.
Normalmente todos suelen ser simpáticos, así como también los camareros. Pero siempre existen excepciones. El otro día, en el restaurante que está en la Torre Latinoamericana (fue el edificio más alto de México hasta hace unos años), llevé a mi padre y mi hermana para que vieran las vistas de la ciudad desde allí. Vino un camarero y le pedimos tres refrescos. El chico vino, nos las dejó y ya no volvimos a saber nada de él hasta que pedimos la cuenta. Puesto que en México es habitual dar propina, también puedes tener la libertad de no darla si crees que no te han tratado bien. En este caso pensé que el chico no había hecho nada extraordinario para que le diese la propina y no se la di. Inmediatamente vino detrás de mí y me dijo lo siguiente: "Usted no ha dejado propina y debe hacerlo". Mi contestación fue: "Bueno, creo que el servicio que has dado no ha sido extraordinario y he decidido no darte propina". El chico se enfadó y me recriminó que no había hecho nada malo. Al final le di la propina.
Reconozco que son situaciones incómodas porque nunca sé cómo actuar y porque me sigue costando aceptar que debo dar propina. Pero hay veces que no se la merecen. Sin embargo, en la gran mayoría de ocasiones, los camareros se exceden (para mi gusto) en el trato, así como también los taxistas cuando subes y empiezas a hablar con ellos. Lo curioso es que cuando llegas a tu destino y les pagas, te despiden rápidamente como si la conversación anterior no hubiese existido.
Esta semana tuve que viajar a Monterrey por cuestiones de trabajo. Era un día y no pude ver mucho de la ciudad, pero la conclusión que saqué fue: calor y feo. Se trataba de un calor sofocante, como si tuvieras una estufa cerca de tu cara en todo momento. Y las partes de la ciudad que pude ver no me dijeron nada: todo muy industrial y algo sucio. Pero me sirvió para sentirme de nuevo periodista puesto que entrevisté a un futbolista profesional mexicano. Esos momentos son los mejores y creo que se me nota cuando lo estoy realizando porque incluso cuando estoy preguntado al entrevistado, noto que levanto más la voz y lo vivo como si fuera mi primera entrevista.
Por lo demás, desde que cambiaron la hora en México, noto que respiro mejor cuando corro. Ya puedo hacer entrenamientos a un ritmo más alegre y no se me carga tanto el pecho. Ahora puedo disfrutar más a pesar de que mi lugar de entrenamiento es una calle que se llama Ámsterdam y que era un antiguo Hipódromo. Es una vuelta de 2 km. La sensación que tengo es la de que soy el pesado de turno que ya ha pasado 3 ó 4 veces mientras alguien está en una terraza tomándose una cerveza. Para mí, lo importante es que las piernas las noto sueltas, ligeras y mi respiración va mejor. Seguiremos informando.
Lo más sorprendente de todo es que en dos de las tres peluquerías la persona que se encargó de cortarme el cabello nunca habían trabajado como peluqueros sino que ahora lo hacían porque era un trabajo que encontraron. Lo malo es que siempre me lo dijeron cuando ya llevaban medio trabajo hecho. Eso sí, todos coinciden en cortártelo de manera más lenta, más pausada que cuando estaba en Valencia. Al final te enseñan el corte por detrás y si estás contento ya terminaste.
Normalmente todos suelen ser simpáticos, así como también los camareros. Pero siempre existen excepciones. El otro día, en el restaurante que está en la Torre Latinoamericana (fue el edificio más alto de México hasta hace unos años), llevé a mi padre y mi hermana para que vieran las vistas de la ciudad desde allí. Vino un camarero y le pedimos tres refrescos. El chico vino, nos las dejó y ya no volvimos a saber nada de él hasta que pedimos la cuenta. Puesto que en México es habitual dar propina, también puedes tener la libertad de no darla si crees que no te han tratado bien. En este caso pensé que el chico no había hecho nada extraordinario para que le diese la propina y no se la di. Inmediatamente vino detrás de mí y me dijo lo siguiente: "Usted no ha dejado propina y debe hacerlo". Mi contestación fue: "Bueno, creo que el servicio que has dado no ha sido extraordinario y he decidido no darte propina". El chico se enfadó y me recriminó que no había hecho nada malo. Al final le di la propina.
Reconozco que son situaciones incómodas porque nunca sé cómo actuar y porque me sigue costando aceptar que debo dar propina. Pero hay veces que no se la merecen. Sin embargo, en la gran mayoría de ocasiones, los camareros se exceden (para mi gusto) en el trato, así como también los taxistas cuando subes y empiezas a hablar con ellos. Lo curioso es que cuando llegas a tu destino y les pagas, te despiden rápidamente como si la conversación anterior no hubiese existido.
Esta semana tuve que viajar a Monterrey por cuestiones de trabajo. Era un día y no pude ver mucho de la ciudad, pero la conclusión que saqué fue: calor y feo. Se trataba de un calor sofocante, como si tuvieras una estufa cerca de tu cara en todo momento. Y las partes de la ciudad que pude ver no me dijeron nada: todo muy industrial y algo sucio. Pero me sirvió para sentirme de nuevo periodista puesto que entrevisté a un futbolista profesional mexicano. Esos momentos son los mejores y creo que se me nota cuando lo estoy realizando porque incluso cuando estoy preguntado al entrevistado, noto que levanto más la voz y lo vivo como si fuera mi primera entrevista.
Por lo demás, desde que cambiaron la hora en México, noto que respiro mejor cuando corro. Ya puedo hacer entrenamientos a un ritmo más alegre y no se me carga tanto el pecho. Ahora puedo disfrutar más a pesar de que mi lugar de entrenamiento es una calle que se llama Ámsterdam y que era un antiguo Hipódromo. Es una vuelta de 2 km. La sensación que tengo es la de que soy el pesado de turno que ya ha pasado 3 ó 4 veces mientras alguien está en una terraza tomándose una cerveza. Para mí, lo importante es que las piernas las noto sueltas, ligeras y mi respiración va mejor. Seguiremos informando.
Visita familiar y mucho más en Ciudad de México
La verdad es que no me puedo quejar. No he estado solo en Semana Santa y Pascua porque mi hermana y mi padre vinieron a visitarme. La presencia de mi padre no estaba prevista o, al menos, yo no lo sabía, pero me encontré con esa sorpresa cuando fui al aeropuerto para recoger a mi hermana. No supe cómo reaccionar, me quedé de piedra.
Lo malo es que no pude estar con ellos el tiempo que hubiese querido porque trabajaba. Sin embargo, ellos se movieron por la ciudad como pez en el agua. Y la conclusión es que les gustó México por sus contrastes. La primera opinión que tuvieron es la siguiente: "aquí siempre están comiendo". La segunda opinión fue: "el DF se parece mucho a Estambul; mucha gente come en la calle, el caos circulatorio es parecido..."
Ahora que ya han vuelto a Valencia, mi preocupación es acabar de acostumbrarme a los tiempos, al ritmo y al carácter de los mexicanos. Sé que pasa por mí y hago todos los esfuerzos necesarios para estar lo mejor posible aquí. Precisamente hace dos días que cumplí 7 meses en Ciudad de México y han pasado muchas cosas. No sé cuándo volveré a ver a mi familia y a mis amigos, pero espero poder hacerlo en verano.
Mientras tanto, sigo utilizando la Ecobici para ir al trabajo y me siguen sorprendiendo las conversaciones que tengo con los taxistas. La última fue bastante surrealista porque el señor, cuando me oyó hablar, me preguntó qué hacia un español en México. Le dije que buscarme la vida como podía. Su respuesta fue: "¿estás de ilegal? Si es así lo tienes muy fácil, cásate con una mexicana y todo arreglado. Luego te separas y ya". Ya no sólo me lo dicen en Migración, también en los taxis. Posteriormente el señor me dijo que era químico y que ganaba más dinero como taxista. Todo muy surrealista.
También es bueno acostumbrarse a que te digan que prefieren no tener una novia o un novio que viva a la otra punta de la ciudad, que te recomienden que le pongas chile hasta en lo dulce o que te pregunten si México me está tratando bien. También es bueno acostumbrarse a que te hablen de marcas y marcas de cerveza y que vayas probando cada vez una diferente. Ahora ya puedo decir que me gusta la Negra Modelo, la Pacífico y la Indio.
Por otro lado, es curioso observar cómo me la juego cada vez que utilizo la bicicleta. Es una manera de conocer cómo se conduce en esta ciudad. La clave es ser listo, avanzarte a los hechos, estar mirando constantemente, tratar de no utilizar una avenida con muchos coches y tener suerte. Al final uno se inmuniza y trata de no pensarlo. Ir en bici es una forma de desahogo, de ver la ciudad desde otra perspectiva. De la misma manera que cuando corro, veo las cosas de otra manera. Seguiremos informando.
Lo malo es que no pude estar con ellos el tiempo que hubiese querido porque trabajaba. Sin embargo, ellos se movieron por la ciudad como pez en el agua. Y la conclusión es que les gustó México por sus contrastes. La primera opinión que tuvieron es la siguiente: "aquí siempre están comiendo". La segunda opinión fue: "el DF se parece mucho a Estambul; mucha gente come en la calle, el caos circulatorio es parecido..."
Una vista de Ciudad de México desde el Castillo de Chapultepec
Ahora que ya han vuelto a Valencia, mi preocupación es acabar de acostumbrarme a los tiempos, al ritmo y al carácter de los mexicanos. Sé que pasa por mí y hago todos los esfuerzos necesarios para estar lo mejor posible aquí. Precisamente hace dos días que cumplí 7 meses en Ciudad de México y han pasado muchas cosas. No sé cuándo volveré a ver a mi familia y a mis amigos, pero espero poder hacerlo en verano.
Mientras tanto, sigo utilizando la Ecobici para ir al trabajo y me siguen sorprendiendo las conversaciones que tengo con los taxistas. La última fue bastante surrealista porque el señor, cuando me oyó hablar, me preguntó qué hacia un español en México. Le dije que buscarme la vida como podía. Su respuesta fue: "¿estás de ilegal? Si es así lo tienes muy fácil, cásate con una mexicana y todo arreglado. Luego te separas y ya". Ya no sólo me lo dicen en Migración, también en los taxis. Posteriormente el señor me dijo que era químico y que ganaba más dinero como taxista. Todo muy surrealista.
También es bueno acostumbrarse a que te digan que prefieren no tener una novia o un novio que viva a la otra punta de la ciudad, que te recomienden que le pongas chile hasta en lo dulce o que te pregunten si México me está tratando bien. También es bueno acostumbrarse a que te hablen de marcas y marcas de cerveza y que vayas probando cada vez una diferente. Ahora ya puedo decir que me gusta la Negra Modelo, la Pacífico y la Indio.
Por otro lado, es curioso observar cómo me la juego cada vez que utilizo la bicicleta. Es una manera de conocer cómo se conduce en esta ciudad. La clave es ser listo, avanzarte a los hechos, estar mirando constantemente, tratar de no utilizar una avenida con muchos coches y tener suerte. Al final uno se inmuniza y trata de no pensarlo. Ir en bici es una forma de desahogo, de ver la ciudad desde otra perspectiva. De la misma manera que cuando corro, veo las cosas de otra manera. Seguiremos informando.
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