Estoy hablando de finales de los años 90 y principios del 2000. Recuerdo el primer día que me puse las zapatillas. Estaba en Valencia y me iba en dirección al antiguo cauce del Río Turia. La cara de sorpresa de la gente que me veía trotar por las calles era muy divertida. No era normal que alguien corriese por ahí, al menos no era tan habitual. Ese día, recuerdo, acabé muerto, con agujetas. No era lo mismo correr que jugar.
Sin embargo, después de ducharme tuve una sensación de felicidad, de alegría, de sentirme bien, de haber utilizado ese tiempo para olvidarme de todo. Fue el inicio de una rutina que el mismo cuerpo me pedía. Era como una droga. Al principio no tenía más intención que correr para estar en forma. Nada más. Ni se me pasó por la cabeza pensar en maratones, medias maratones o carreras. Pero el día que mis amigos me dijeron de participar en una carrera de 10 Kms, ese día empezó todo.
El ambiente, la alegría de la gente, los nervios hicieron que desde ese día participe en carreras siempre que puedo. De los 10 kms pasé a los 15 kms, de ahí al medio maratón y, finalmente, al maratón. En todas mis participaciones he disfrutado como un niño pequeño, nunca me auto exigido ni me he enfadado porque a lo mejor un día me siente peor.
Ahora me vienen a la memoria las primeras carreras. No éramos demasiados, nos llamaban locos, pero ahí estábamos. Mi primera participación en un maratón fue en el 2003. Fue el de Valencia y corrimos o llegamos a la meta 2.000. Hoy en día el número de gente que corre es muy grande y yo me alegro. Me alegro que correr se haya convertido en una forma de vida porque, al fin y al cabo, es una forma de vida.
Ahora estoy en México y sigo corriendo. Lo curioso es que siempre me ha gustado correr solo, con mi música. Siempre intento correr sobre llano y recto. Soy así de raro. Desde hace un tiempo, desde que me dijo que quería correr, siento la necesidad de correr con ella. Es la primera vez que me ocurre, que quiero correr con alguien al lado. El día que ella me dijo que quería correr conmigo, me produjo una alegría indescriptible. Y ahora solo quiero correr con ella. Sé que cuando corremos juntos está preocupada porque cree que no voy a mi ritmo y que no hago el entrenamiento que quisiera. Lo que ella no sabe es la felicidad que tengo de compartir ese momento con ella, de correr a su lado, de girarme y verla correr, de girarme y verla tan guapa como siempre, de hacer 35, 40 o los minutos que sean, pararnos, que me mire, darle un abrazo, besarla y decirle que es la mejor, que es mi campeona, que es mi ídolo. Efectivamente, ahora solo quiero correr con ella, con Areli, con mi pareja. T'estime, xiqueta.
Correr, correr y correr, con destino o sin destino, pero correr. Corriendo me siento feliz. ¿Por qué será? Los corredores me entienden. Seguiremos informando.
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