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Siempre nos quejamos a posteriori

En los peores momentos es cuando recordamos o paramos atención a las cosas. De un tiempo a esta parte se suceden las noticias relacionadas con el despilfarro de dinero por parte de todas las administraciones públicas. Ejemplos como la Ciudad de las Artes y las Ciencias, aeropuertos sin aviones o sin viabilidad económica así como la creación de numerosas "ciudades" que han supuesto un desembolso estratosférico de nula repercusión o que siguen sin estar acabadas.
Las voces de indignación se suceden desde que estalló la crisis. Pero mi pregunta es: ¿antes de que apareciera delante de nosotros, no pasaba nada que se estuviera despilfarrando nuestro dinero? ¿Antes estaba bien hacer obras faraónicas que no servían para nada? ¿Todo era justificable porque vivíamos bien y no nos preocupábamos por lo que teníamos alrededor?
Recuerdo una conversación con un grupo de amigos hará unos seis o siete años. Hablábamos de los "grandes proyectos" que había puesto en marcha el PP en el País Valencià. Mi argumentación era que ese tipo de inversiones no servían para nada, que lo que debían hacer los gobiernos es gestionar nuestro dinero de manera eficiente, siendo consecuentes y realistas con lo que somos y tenemos. Les decía que para qué queremos una Ciudad de las Artes y las Ciencias si en nuestro pueblo no existe, por ejemplo, un centro de salud adecuado y necesario. La respuesta de muchos de ellos fue la siguiente: "no puedes vivir anclado en el pasado, no puedes estar en contra del desarrollo económico".
Unos años después, estos mismos amigos se sienten indignados y estafados. ¿Qué entendían ellos por desarrollo económico? ¿El desarrollo económico es que se beneficien unos pocos a base de pelotazos a costa de nuestro dinero? ¿Desarrollo económico es que se hayan gastados millones y millones de euros en proyectos que no son viables? Alguno que me dirá que soy un oportunista porque lo critico después de saber que, efectivamente, son un pozo sin fondo. Pero siempre lo dije y lo mantuve: hacer proyectos de esas características son pan para hoy y hambre para mañana y mis amigos son testigos de mis palabras.
Lo triste de todo esto es que las personas sólo seamos capaces de reaccionar cuando ya ha sucedido todo, cuando estamos en una situación límite. Mientras no hemos tenido problemas y hemos tenido el bolsillo lleno, no hemos sentido la necesidad ni las ganas de quejarnos, de pedir responsabilidades políticas por la mala gestión de nuestro dinero.
El otro día leí un comentario de un columnista que creo que es la clave de todo. Decía que lo más grave ya no es que haya despilfarrado y, en muchos casos, haya habido corrupción, sino que exista la sensación de que no pasa nada si se hace, de que no existen responsabilidades políticas. Me parece una frase perfecta porque resume lo que está ocurriendo en un país en el que no hay consecuencias penales para los gestores públicos y para los corruptos. Si esto cambiara, posiblemente saldríamos más pronto de la crisis a pesar del despilfarro que ya no se puede recuperar.

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