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Entre trámites anda el juego

Cuando alguien te diga que es un emigrante lo primero que debes pensar es en que para cualquier cosa necesita hacer trámites, trámites y más trámites. En algunos casos es divertido, en otros es un "coñazo". ¿Qué podría ser divertido? Por ejemplo, pedir el voto o registrar el matrimonio en la Embajada de España. ¿Qué es un coñazo? Tener que renovar cada año tu permiso de trabajo o tener que comunicar cualquier cambio que ocurra en tu vida.

Cuando eres emigrante tienes el privilegio de que te ocurran cosas sorprendentes, de que vivas situaciones que otras personas no lo harán nunca. Ahora, mientras escucho la música de un grupo que se llama Tassel & Naturel se me ocurren algunos ejemplos y lo escribo como me aparecen en la cabeza: votar en un consulado, casarte y que el juez te diga "lo hecho en México es lo mejor", despedirme de la gente como nunca lo había hecho, con besos y abrazos, decir hola y que tu interlocutor ya te pregunte si eres de otro país, ir a un mercadillo (aquí se les llama tianguis) y que te llamen güero (rubio) o que el día de tu boda te agarren de pies y manos y empiecen a mantearte.

Y es que como emigrante he vivido lo mejor que me podía ocurrir, casarme con la chica de mis sueños. Cuando la conocí supe en ese momento que ahora estaría casado con ella, con la mexicana bonita.

Lo que está claro es que cuando eres emigrante y vives en un país que no es el tuyo todo pasa por ti y hay momentos que te planteas muchas cosas, sobre todo al principio. Había días qué decía: "¿qué hago aquí?" "¿Por qué todo es tan surrealista?". Y llegas a pensar que todo es blanco o negro, sin términos medios. Es decir, creer que o México te gusta o lo odias. Y no es así. Solo se trata de una cultura diferente a la tuya y que la gente ve las cosas de otra manera, nada más.

Porque no es lo mismo que tú digas en Valencia que te voy a llamar ahora o que en 15 minutos estoy allí que que te digan en la Ciudad de México que en un ratito llegará o que ahorita te llama (ratito y ahorita no se sabe cuándo será); tampoco es lo mismo que en Valencia sea normal poner el intermitente o esperarte en un STOP que tener que adivinar lo que va a hacer el coche que tienes delante en cualquier avenida de la Ciudad de México o ir con cuidado cada vez que haya un cruce porque no sabes si el que tiene el STOP lo va a hacer o no.

A pesar de las diferencias y del proceso que uno tiene que seguir para adaptarse, México ofrece tantas cosas buenas que me queda mucho por descubrirlas todas. De momento vivo el día a día con mi mujer y diciendo de vez en cuando ándale, órale o híjole. Seguiremos informando.

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